Ahora se encontraba en un paraje desolado, un lugar donde la luz parecía temer adentrarse. Los árboles retorcidos se alzaban como espectros, sus ramas desnudas arañando un cielo plomizo. El silencio era absoluto, roto solo por el crujir de las hojas secas bajo sus pies. A medida que avanzaba, una niebla espesa comenzaba a envolverla, limitando su visión a unos pocos metros.
De repente, una sensación de ser observada la invadió. Levantó la vista y, entre la bruma, vio aquella mirada de un azul intenso que flotaban, aparentemente sin un cuerpo fijo que los sostuviera, como si fueran estelas de estrellas caídas. No había rostros, solo esos ojos penetrantes que la seguían con una intensidad inquietante. Cada paso que daba era monitoreado, cada movimiento, registrado con cuidado.
El corazón de Cecilia latía con fuerza, su respiración se tornaba pesada. Intentaba correr, pero sus piernas no respondían con la misma urgencia que su mente. Los ojos la rodeaban, acercándose cada vez más, hasta que pudo sentir la fría presencia de algo que no era de este mundo.
La atmósfera se cargó de electricidad, y un zumbido comenzó a llenar el aire, una vibración que resonaba con los latidos de su corazón. Cecilia quería gritar, pero su voz se perdía en el vacío del lugar. La sensación de desesperación crecía, y con ella, la certeza de que no había escapatoria.
Justo cuando pensaba que sería consumida por la oscuridad, una luz tenue apareció a lo lejos. Con un último esfuerzo, se dirigió hacia ella, solo para despertar en su cama, bañada en sudor y con el eco de aquellos ojos azules aún grabados en su memoria.
Cecilia se despertó sobresaltada por el insistente sonido de su celular. Con la mente aún nublada por el sueño, levantó la mitad de su cuerpo, apoyándose en sus brazos, y trató de calmar su respiración agitada.
Movida por la curiosidad, Cecilia sabía que debía investigar más sobre estas visiones nocturnas. Nada en su mente le resultaba misterioso, pero había algo perturbador que necesitaba comprender y confrontar.
Se percató de la pantalla encendida de su celular. Al ver las decenas de llamadas perdidas de Francisco, sintió una mezcla de confusión y molestia. La llamada entrante rompió el silencio de nuevo, volviéndola un instante a su realidad, con pesar en sus acciones, atendió.
—¿Sí?. — Su voz era un susurro áspero al apenas haber despertado. Su garganta estaba seca, su lengua rasposa y sus labios ligeramente cuarteados ante la deshidratación leve producto de su siesta.
— ¡Por fin contestas!. — La voz de Francisco era un torrente de frustración.
— Me quedé dormida. — Murmuró, frotándose los ojos, intentando recuperar la compostura.
— ¿No tenías que trabajar?. — Su tono era severo, casi acusatorio.
— Me dieron la tarde libre. — Respondió, finalmente sentándose.
— Entiendo. — Replicó él, su voz ahora teñida de frialdad. — Lo que no entiendo es como lo aceptaste, siendo que siempre me has dicho que detestas tomarte tus días libres y te la pasas trabajando en ese santuario desquiciado.
La voz severa que recriminaba tal cosa, le había hecho eco en su cabeza. Cómo si alguien le estuviera dando fuertes martillazos en las sienes, logrando que su mente comenzara a agobiarse poco a poco llegando a dolerle.
— ¿Qué sucede, Fran?. — Preguntó, desconcertada por su actitud.
— Estaba preocupado. No respondiste a mis mensajes. Pensé que algo malo te había pasado en ese maldito hospital. — Admitió, su voz suavizándose ligeramente, hasta nombrar el lugar donde Cecilia trabajaba.
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Lo que habita en sus mentes.
AkčníCecilia Bianco, una psiquiatra de origen italiano, se ve envuelta en un juego peligroso que desafía los límites de su doble vida. De día, su pasión por la psiquiatría la guía; de noche, se sumerge en un mundo de sombras y secretos. Pero en la oscuri...