Cuando la vida de una persona no está yendo acorde a sus deseos empieza a sentirse frustrada. Frustaciones laborales, amorosas, sociales; ante la frustración puedes llegar a sentir que no tienes tanto control de tu alrededor como pensabas. Entonces llegas a sentirte impotente, eres tan pequeño que no puedes siquiera tomar las riendas de tu propia vida y hay problemas que ya están fuera de tu alcance. ¿Desesperante, no? Si pasas mucho tiempo junto a la impotencia hará que se aburra de ti y decida dejarte solo con la desesperación. Pero tú odias a la desesperación y harías lo que sea para alejarte de ella, hasta aceptar un trato con el señor del infierno.
- Hagamos un trato - Sugirió Lucifer. El aura que cargaba había dado un giro de repente, seguía teniendo una expresión placentera, pero era diferente ¿Qué estaba tramando? Sus ojos daban... miedo. Cualquier persona normal diría eso pero estaba hablando con el mismo Demonio de la Radio, quien no se mostraría vulnerable ante unas palabras controversiales y su habilidad para inspirar emociones en las personas, él también podía hacer eso, tal vez hasta le salía mejor.
- ¿Trato? ¿De qué tipo? - Pregunta, relajando ya los músculos de su rostro y posicionando ambas manos tras su espalda, había decidido seguir el rumbo de Lucifer a ver hasta donde llegarían, los dos. Por su parte, el del sombrero notó como Alastor se sentó, aún atento a las palabras que dejarían sus labios, en una silla de apariencia peculiar, similar a la taza de la que estaba tomando algún brebaje que tenía en las manos. Entonces se dió cuenta de que él tambien estaba sentado y también sostenía una bebida. Al demonio le provocó una gracia momentánea la manera en la que Lucifer se contuvo de empezar a hablar para asimilar en qué momento habían asumido esta posición.
- ¿Te gustan las tazas? Las hice yo, lo que tienen es Sazerac; el Sazerac de mi madre. ¡Anda, pruébalo! No tendría sentido que intentara algo gracioso contigo a estas alturas ¿No? - Le aseguró, haciéndolo entender que la aparición de las sillas y los envases simplemente se debía a un truco inofensivo y permitiéndole probar la bebida antes de disponerse a explicar el trato que tenía en mente.
- Bien, creo haberte dicho ya que a mí no se escapa nada, siempre que pase dentro de los límites de mi "patio"... - Empezó a argumentar. Mientras este hablaba, el que portaba un monóculo parecía no haberse inmutado luego de haber escuchado que el minion de Lilith ya se había enterado de su pequeño negocio; pues este lo escuchaba con una amplia sonrisa calmada.
- ¿Estás seguro? - Le contradijo, haciendo alusión a que hace algunos segundos el ángel se había visto sorprendido cuando se había dado cuenta de la aparición de las sillas y las tazas, obra de de Alastor.
Lucifer lo ignoró con una actitud de molestia, mirándolo de reojo, y continuó su discurso - ... así que tengo perfecto conocimiento de tu trato con Lilith.
La bebida característica de la madre del Demonio de la Radio había causado una buena impresión en el Rey del Infierno, pues este tomó otro sorbo antes de seguir exponiendo su plan. Por alguna razón, el corazón, llámele así, de Alastor había percibido este gesto y se tornó fugazmente con calidez hacia Lucifer, a pesar de que mantenía plasmada en su rostro la inquebrantable cara de poker que no permitía a nadie ver mas allá de sus relucientes dientes ni por un instante.
- Y como sabrás, no puedo permitir que perjudiques el proyecto de mi niña, por lo que tu parte del trato sería que no te interpongas más en el Hotel, a menos que sea para apoyarla.
- ¡Vaya! El padre hace un deslumbrante regreso y se propone proteger a su querubín de todos los peligros de este mundo - Exclamó Alastor mientras aplaudía levemente, luego de haber hecho desaparecer en el aire la taza cuyo contenido ya había terminado de beber - Un inconveniente, si hago eso estaría rompiendo todo mi trato con Lilith y no tardará un día en venir por mí.
