"Sombrerito"

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Los seres humanos son criaturas inmensamente diminutas; y al igual que cualquier otro animal comen, respiran y desean reproducirse como si de repoblar toda una nación se tratara, pero hay algo que los distingue de los perros y los gatos: Sus ganas de saber, sus ganas de explicar el porqué de las cosas, su capacidad de razonar. Los seres humanos son capaces de obrar mal intencionalmente, son capaces de arruinar la vida de otro sabiendo exactamente lo que están haciendo, son capaces de apuñalar a cualquiera por la espalda en cuanto les convenga hacerlo; pero es para eso que Lucifer, el amo del infierno, espera con sus puertas abiertas a todos los malhechores que, por sus acciones, les toque pasar el resto de su eternidad en las llamas del pecado, aunque, si eres un demonio y has vivido al menos un día en este infierno, sabrías que no es tan malo como lo cuentan los sacerdotes, visto que su rey parece no estar tan inspirado en "castigar como se debe" a los pecadores que logran entrar en su reino; tiene cosas más importantes que hacer. Cosas como elaborar innovadoras manualidades relacionadas en su mayoria, o en su totalidad, con el arte de los patos de ule, o como volver a cierto Demonio de la Radio una parte fundamental y hasta complicada en su vida; pero no hay que adelantarse.

Los golpes gentiles pero apurados de quien se encontraba al otro lado de la habitación causaron que Lucifer dejara ir la mano de Alastor, quien mantenía con frustración una sonrisa cerrada al no haber podido consultarle al otro lo que le atormentaba, le atormentaba más de lo que se permitía admitirlo. El ángel se dispuso a abrir la puerta en lugar del dueño de la habitación, a lo que este último se mantuvo en donde se encontraba, aún con sus labios dificultosamente demostrando su expresión pero sus ojos oponiéndose con todas sus fuerzas a acompañar la sonrisa ¿Esto es porque interrumpieron su plática con Lucifer? Pero si no era para tanto...

- Todo está bien, ¿Verdad? - Pregunta una voz femenina, la hija de quien abrió la puerta.

- ¿Por qué no lo estaría? - Le respondió este, genuinamente intrigado por la preocupación de la chica, a lo que ella notó su tono y se dió cuenta de que su inquietud era una sin razón, pues tal parece que su padre sí había logrado empezar a llevarse bien con su querido administrador del hotel.

Su mirada bailó brevemente con alegria entre los dos sujetos, llena del gusto que le traía saber que estos dos hombres apreciados para ella empezaran a apreciarse también; observaba el rostro siempre tan amable de su padre y la... indecifrable expresión del demonio que lo acompañaba más atrás. Sonreía, obviamente, pero lucía algo raro, decidió pensar que seguramente era nuevo para él interactuar con alguien por tanto tiempo, sin saber que era ella la causa de esa expresión ahora incomodada. Pensaba despedirse finalmente en cuanto su mirada logró alcanzar también la vestimenta de Alastor, que continuaba revelando, aunque sutilmente, su pecho por la situación que los había llevado a su habitación hace algunos momentos. Entonces volvió a la princesa la intranquilidad, con rapidez empezaron a entrar en su mente posibles razones que explicaran el estado actual de la ropa del demonio, sumando a eso su expresión fastidiada, pero no reconocía razones como una posible pelea entre ellos o hasta el excesivo calor, en los más remoto, además dada la condición "híbrida" del pelirrojo, pues tal vez tenía instintos animales; sino que la única conclusión que su conciencia aceptaba era que estos dos individuos acababan de... Charlie era más "santa" de lo que debería, y más para ser la princesa del infierno; no se permitió a sí misma terminar esa oración y decidió aclarar su duda cuanto antes.

- ¿Por qué la camisa de Alastor está así? - Preguntó, sintiendo como en sus mejillas se revelaba el efecto que habían tenido sus recientes pensamientos en ella; ahora que lo pensaba mejor, nada de esto era su problema, no debería ir preguntando cosas relacionadas con la vida amorosa de su padre, pero ya estaba más adentro que afuera.

Lucifer la miró por un instante, antes de voltear a mirar brevemente a Alastor, comprobando la abertura en su chemise, y regresar a mirar a la rubia - Ah, eso, solo lo estaba curando. Sí, curando de una herida que le dejó Adán - Respondió con seguridad, sus puños en su estrecha cintura y una amplia sonrisa que nunca dejaría de mostrar en frente de su hermosa hija.

Lucifer x AlastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora