Capítulo O9.

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"Perfecto, perfecto. Eres demasiado bueno para ser verdad"

La mano de Chan viajó por la piel ligeramente caliente del rubio, su respiración acelerada mientras besaba el cuello del alfa

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La mano de Chan viajó por la piel ligeramente caliente del rubio, su respiración acelerada mientras besaba el cuello del alfa. Los dedos del pelinegro llegaron a los pezones endurecidos del omega, su pulgar jugueteando con esos lindos botones.

— Cariño, hueles tan delicioso. Adoro tu aroma. —dijo Bang con un gruñido en el oído de su esposo, esa voz ronca hizo estremecer a Felix. El omega podía sentir el lubricante natural humedeciendo su ropa interior.

— A-Alfa, alfa. Te necesito. —dijo el omega con aquella voz anhelante que volvía loco a su alfa. El rubio quitó la camisa de su alfa con rapidez, el pelinegro gruñó cuando sintió los dientes de su bebé morder con fuerza su hombro.

— Mierda. —Chan maldijo al posar sus ojos en la marca de mordida que su omega había dejado, era rojiza, un pequeño hilo de sangre brotando, probablemente esa marca estaría allí un buen tiempo.

El rubio pareció satisfecho, lamió las pocas gotas de sangre de la herida y se restregó contra la pierna de su alfa, de sus labios brotando suaves jadeos o sollozos necesitados.

— Omega travieso. —rió el mayor dándole una leve palmada al culo de su esposo, sacando un dulce gemido seductor de sus bonitos labios.

El pelinegro no hizo esperar más a su omega, con un movimiento rápido le quitó los pantalones de pijama revelando su pene erecto junto a esas nalgas llenas, hilos de lubricante brotando de su entrada recorriendo sus muslos blancos.

Las manos fuertes del alfa apretaron a su antojo los dos montículos redondos del rubio, los labios de ambos uniéndose en un beso profundo que les dejó sin aliento mientras dos dedos se deslizaban con suma facilidad hacia el húmedo y hambriento interior del omega.

— Estás tan húmedo, mi flor. —dijo Chan con un tono ronco a causa de la lujuria, mismo que hizo gemir de pura necesidad a Felix, quien solo podía respirar pesadamente sintiendo esos dos largos dedos penetrar su agujero.

El par de dígitos se deslizaron con facilidad por las paredes del rubio, quien emitió un suave gemido, su cuerpo tembloroso apoyándose sobre el de su marido mientras su caliente respiración chocaba contra el cuello de Chan

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El par de dígitos se deslizaron con facilidad por las paredes del rubio, quien emitió un suave gemido, su cuerpo tembloroso apoyándose sobre el de su marido mientras su caliente respiración chocaba contra el cuello de Chan.

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