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El ambiente en el palacio era tenso mientras el sultán y su esposa compartían un almuerzo en un silencio casi palpable. Suleiman no mencionó la salud de su sobrina, Meryem, y Hürrem estaba absorta en sus propios pensamientos, maquinando formas de alejar a la joven de sus hijos. Mientras observaba a Suleiman, recordó el día en que conoció a Meryem, apenas una niña asustada, y cómo su presencia en el palacio había comenzado a desestabilizar su control sobre la familia. Decidió que no podía permitir que Meryem interfiriera con sus planes, no importaba cuáles fueran las consecuencias.

Una idea surgió en la mente de Hürrem: mantenerse en la capital para vigilar a Meryem mientras sus hijos partían uno por uno, también consideró la posibilidad de influir en la elección de esposo para Meryem, asegurándose de que fuera alguien fácilmente manipulable que no representara una amenaza para su autoridad.

—¿Cuándo partirá nuestro príncipe, Suleiman?—preguntó Hürrem, con un tono que denotaba un interés poco común. Observó la reacción de su esposo, buscando cualquier indicio de sus pensamientos ocultos.

Suleiman levantó la mirada, notando el brillo astuto en los ojos de Hürrem. Sabía que su esposa siempre tenía un motivo detrás de sus preguntas, pero decidió no confrontarla directamente en ese momento.

—Mehmed partirá en diez días y, como es costumbre, lo acompañarás a Manisa para dirigir su harén—respondió Suleiman con solemnidad, manteniendo su tono serio.

La expresión de Hürrem se entristeció mientras se acercaba al lado del sultán, buscando su afecto y apoyo.

—Suleiman, ¿vas a separarme de ti?—preguntó con incredulidad, tratando de despertar la compasión de su esposo—. ¿Cómo podré vivir lejos de ti? Majestad, no me castigues de esa manera.

Suleiman sintió el dolor en las palabras de Hürrem y una pizca de culpa se apoderó de él. Aunque entendía las preocupaciones de su esposa, sabía que debía seguir las tradiciones y obligaciones de su posición como sultán.

—Son las reglas, no puedo enviar a un príncipe solo sin una mujer que dirija su harén—explicó Suleiman con pesar, esperando que Hürrem comprendiera la gravedad de la situación.

Hürrem bajó la mirada, sintiendo la frustración crecer dentro de ella, tampoco estaba dispuesta a renunciar a su influencia sobre Mehmed y sus futuras esposas.

—Podría enviar a Fakria Hatun, una mujer en quien confío plenamente y que me ha acompañado durante años. Estoy segura de que haría un excelente trabajo en el harén—propuso Hürrem, con la esperanza de persuadir a su esposo para que reconsiderara su decisión.

Sin embargo, la firmeza del sultán fue inquebrantable.

—La decisión está tomada, Hürrem. No puedo enviar a cualquiera con mi hijo—respondió Suleiman con firmeza, dejando claro que no habría más debate sobre el tema.

La desesperación se apoderó de Hürrem mientras intentaba encontrar una manera de permanecer cerca de su esposo y mantener su influencia en su hijo. Sabía que debía ser cautelosa en su próximo movimiento, no podía permitirse perder la confianza de Suleiman.

—¿Significa esto que no podré verte nunca más? ¿Acaso deseas compartir tu lecho con otras mujeres? ¿Es esa la razón de tu indiferencia?—inquirió con celos y dolor, buscando provocar una respuesta emocional en su esposo.

Suleiman se sintió abrumado por la intensidad de las emociones de Hürrem y la profundidad de su amor. Sabía que no podía soportar la idea de perderla, pero también se sentía atrapado por las expectativas y obligaciones de su posición como sultán.

—¡Hürrem!—exclamó, tratando de calmarla, mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para consolar a su esposa.

—¿En qué he fallado, Suleiman?—continuó Hürrem, con lágrimas en los ojos—. ¿No te hago feliz? ¿Ya no disfrutas de nuestra compañía en la cama?

Con astucia, Hürrem acarició el rostro del sultán, buscando una respuesta en sus ojos, esperando que su amor por ella pudiera cambiar su decisión.

—Dímelo ahora, y me marcharé con mi hijo. Y si me voy, nunca podrás volver a tocarme, majestad—dijo, desafiante pero con una nota de desesperación en su voz.

El sultán se sintió indefenso ante el dolor de su esposa y la profundidad de su amor. Sabía que no podía soportar la idea de perderla, pero también entendía que debía mantener su autoridad como gobernante.

—Está bien, puedes quedarte conmigo y nuestros hijos en la capital—cedió finalmente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.

Una sonrisa de alivio y gratitud iluminó el rostro de Hürrem mientras se abrazaba a su esposo con fuerza, agradecida por su compasión y amor inquebrantable.

—¡Guardias!—llamó el sultán a los hombres que custodiaban la puerta, decidido a llevar a cabo su decisión y asegurarse de que todo se realizara según sus deseos.

—Su majestad—respondieron los guardias al entrar en la habitación, listos para cumplir con las órdenes de su sultán.

—Informen a mi sobrina, la sultana Meryem, que partirá a Manisa junto al príncipe Mehmed. Y envíen criadas a sus aposentos para que empacen sus pertenencias—ordenó el sultán, asegurándose de que todo estuviera preparado para la partida de su hijo y su séquito.

Hürrem se dio cuenta de que, por primera vez, sus planes no habían salido como esperaba. Su estrategia había fallado y tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones, pero estaba determinada a encontrar una manera de mantener su influencia en el palacio y proteger a su familia a toda costa.

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⏰ Última actualización: Feb 15 ⏰

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Skyfall |Principe Mehmed.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora