Emanuel Aguirre
Lola en los primeros cinco meses con Joel se veía feliz. Yo los presenté, con la tonta idea de que él la amaría, de que él podría quedarse con ella cuando yo no pudiera... No tenía planeado vivir mucho tiempo a mis dieciséis, así que hice eso como un acto de amor. Pero, a veces me pregunto, ¿no sabía yo antes de la mala persona que él era? ¿Realmente no lo noté?
Quizás es autosabotaje para hacerme sentir un poco peor. Pero hay una posibilidad de que yo en ese entonces estuviera tan podrido que no deseaba su felicidad, sino que ahogarla conmigo. A veces me molestaba que no pudiera comprender lo que me sucedía, luego recordaba que no le contaba nada y fingía la misma valentía cotidiana, la destreza típica mía, como si nada me atormentara. Rezaba para no palidecer a su lado. Tampoco era muy fuerte como ahora.
El ver de nuevo a Joel, a tan solo dos horas de la reunión con Nike, me deja intranquilo. Hacía años no lo veía, pero siempre tiene esa expresión de soberbio. Me da asco. Desde que comenzó a tratar mal de a poco a Lola, me pareció una persona indigna de llamarse ser humano.
¿Y si Lola sufrió lo que yo? Dios, me partiría el corazón preguntarle. Pero no se la veía con nada más que nostalgia en los ojos al observar esa foto patética.
Mi vida..., a veces desearía meterte entre mis manos y cuidarte desde ahí, cuidar tu figura que se volvió tan mínima.
No me gusta verla tan reducida.
Ojalá pueda romper ese cascarrón suyo.
—Lola... —la llamo, con la garganta seca, recibiendo su mirada inexpresiva—, ¿por qué aún no dejaste a Joel?
—Prefiero no compartir intimidades con mi jefe.
—Antes de ser tu jefe, era tu amigo.
—Era. El hecho de que me conociera desde antes no implica que deba darle ningún tipo de información. Menos cuando no hay nada más que una relación laboral entre ambos.
Tiene razón. Odio pensarlo, pero es cierto. ¿Qué más puedo hacer? Yo mismo marqué los límites, incluso la contraté haciéndole ilusiones. Tengo una personalidad horrible, en serio.
—Simplemente soy un chismoso —murmullo y la observo de reojo—. Está bueno y bien cuidado.
—No es por mí, tranquilo —me sorprende su contestación a mi provocación y ladeo la cabeza, notando que no levanta su mirada del manual—. Es modelo.
—¿Modelo? Mirá, qué groso. ¿Dónde labura?
Veo que está por decir algo, pero después aprieta el ceño. ¿No lo sabe? ¿Llegado a este punto no viven juntos?
—No hace falta que le diga.
—No lo sabés.
Me lanza una mirada asesina y me da gracia que no me intimide en lo más mínimo. Es como un ratoncito intentando comerse al gato. Claramente inimaginable.
—Qué relación rara. Qué pibe más misterioso con su novia.
—Novia —masculla y claro que esa no es la reacción que me esperaba. Hay más resentimiento en su voz que amor o ilusión. Me sorprende bastante que Lola se haya convertido en un ser más... apagado, con emociones muy negativas a su alrededor.
Intento tocar su cachete, pero termino pegándole el envase frío del batido a la cara, haciéndola sobresaltarse. Bien, menos mal que tenía eso en la mano o hubiera quedado como un jefe acosador. No, peor, le habría expuesto mi compasión. Sé que ella no necesita eso de mi parte.
Me doy la vuelta cuando agarra el batido y termino de tomar el mío. Agarro los brownies y parto un par a la mitad, dejándolos en la bandeja, para que ella crea que dejé partes y se las coma. Que no piense que es apropósito.
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Las ocurrencias del diseño | ONC2024
RomanceLola es una joven con un sueño: convertirse en una diseñadora de moda reconocida. Por eso, cuando ve una oferta de trabajo para una posición de modista en una de las agencias de moda más prestigiosas de Argentina, no lo duda y envía su currículum. P...