Capítulo 9: Amargura

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Reign

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Reign

Desde la cima, la vista es genial.

Aunque también, desde la cima, la caída siempre es más dolorosa y fuerte...

Había ciertas cosas que podrían destruir mi vida, por lo que el supuesto secreto del cuál no tenía idea y una mujer desconocida acechando mis talones en plena cacería, no se comparaban al poder y a las repercusiones que podía tener un paparazzi, encontrándome en una posición comprometedora con alguien con quien no debían relacionarme jamás.

El flash sobre mi cara me cegó y escuché a Mara jadear y trastabillar por su visión borrosa. El casco que pasaba en ese momento de sus manos a las mías, cayó estrepitosamente al suelo, los cielos parecieron rugir a nuestro alrededor y la lluvia que por un momento sentí cesar, volvió con tal magnitud que nos bañó como una cascada.

Un maldito fotógrafo se convirtió en dos y dos en tres, convirtiéndose en una manada de hienas carroñeras, dispuestas a obtener lo que buscaban.

Mi casco aún estaba sobre mi rostro, así que no comprendí en qué momento habían comenzado a seguirnos y mucho menos como había quedado expuesta mi identidad. Tal vez, la opción que escogí no fue la más sensata, ya que mi primer pensamiento fue obligar a Mara, quien no dejó de protestar, a subir de nuevo a la moto para emprender una nueva ruta, dando por hecho de que iban a seguirnos detrás.

Nos desplacé por la carretera, desviando a los paparazzi hacia las calles más estrechas de la ciudad, cortando su camino. No había posibilidad de que supieran dónde estaría esa mañana, mucho menos de que iba de salida sin un equipo de seguridad, por lo que la única explicación que podía darle, era que los guardias del complejo en el que vivía se habían convertido en unos jodidos chivatos.

Conocía aquella ciudad como la palma de mi mano de mis tiempos de adolescente rebelde, así que no se me hizo difícil llevarnos hacia una especie de callejón desolado y ponernos a ambos a salvo.

Después de eso, solté un suspiro aliviado, cuando mis pies, cubiertos por mis zapatillas mojadas, tocaron el pavimento. Mara, en su lugar, permaneció estática, mirando a la nada con confusión.

—Puedo partir desde aquí —fue la primera en hablar, aunque sus ojos no me miraron a mí, sino al vacío.

Mi abuela iba a patearme el trasero si se enteraba de que había dejado partir a una chica, sola y asustada, por segunda vez en medio de una tormenta, por lo que negué con la cabeza.

Mi expresión tensa y el ceño fruncido.

—No es seguro ahí afuera —añadí con sinceridad, sacándome el casco de la cabeza y dejando que mi cabello húmedo empapara mi frente—. Tampoco fue mi intención que esto sucediera, no sé cómo pudieron seguirnos.

—No me están siguiendo a mí, te siguen a ti —Mara pareció dubitativa y furiosa, pude ver los engranajes en su cabeza trabajando, pero al final se detuvo—. Además, ya no los veo por aquí.

Ella sabe que le mientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora