Capítulo 4: Textos inesperados

18.1K 1.1K 310
                                    

Reign

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Reign

El ritmo del bajo de una vieja canción de rock me recibió, justo cuando bajé las escaleras hacia mi sala de estar, luego de un frustrante día de trabajo en el estudio. Era pasada la media noche, por lo que no recordaba haber dejado el estéreo encendido cuando salí de casa esa mañana, pero por el tono amargo del ritmo sonando de fondo y la letra melancólica, podía adivinar de quién se trataba.

Había sido uno de esos días de mierda, en los que había escuchado las reprimendas de mi agente durante horas y no podía evitar sumarle el sordo dolor que aún permanecía en mis costillas por la pelea en la que me había metido el fin de semana anterior.

—No fuiste a grabar —me dirigí a Lucas, en el mismo momento en el que baje el último escalón.

Al principio, este ni se inmutó, en cambio, solo se dedicó a darle un largo trago a una botella con algún líquido dudoso que sostenía en su mano. Por lo regular, el viaje de autodestrucción era el método de expiación más eficaz que mi amigo utilizaba cuando se traía algo entre manos, pero sabiendo el grano en el culo responsable que era, ese día escondía algo detrás.

—Seguridad tampoco me avisó que estabas aquí, eh —volví a hablar, para llenar el silencio de la habitación—. No solo faltaste al estudio, también entras a mi casa sin permiso. ¿No tienes una casa propia en la que te puedas emborrachar hasta ahogarte?

Al ver su reticencia y no entender el sarcasmo en mi voz, caminé hacia donde se encontraba y luego me dejé caer a su lado en el incómodo sofá que tenía más como decoración que por otra cosa en la sala.

Por el olor que rodeaba a Lucas, podía deducir que llevaba un rato tomando licor, pero además de eso, su expresión hastiada, también era un claro indicio que ni el más fuerte de los rones podía aliviar su tensión.

Sabía que no me estaba ignorando a propósito, por lo que sin prestarle atención a su negativa, le arrebaté la botella ambarina de las manos, llevándola después a mis labios para darle un largo trago. La respuesta de Lucas fue la mezcla entre un grito desesperado y un gruñido gutural que si no fuera por el ardor de mi garganta debido al trago, me hubiese hecho soltar una carcajada.

—¿Ya tengo tu atención? —le pregunté enarcando una ceja. Él solo se encogió de hombros con simpleza e intentó arrebatarme otra vez la botella, pero mis reflejos fueron más rápido para mantenerla lejos de su alcance—. No te daré de tu postre si no abres el puto hocico.

—Vete a la mierda, Reign. —La mirada de mi amigo fue amagada e incluso podría decir que llevaba un par de días sin dormir. Algunas colillas de cigarro a medias estaban distribuidas descuidadamente por la mesa que estaba justo al frente del sofá, si había probado algo más fuerte, no podía decirlo con certeza—. El chico de oro no podría entenderlo, tengo razón, ¿o no? —añadió con la mirada perdida.

—¿Entonces preferirías que llames a una de tus "amigas" para que te entretenga? O peor aún... siempre puedo llamar a tu madre —musité sin una pizca de arrepentimiento—. A ninguna le gustaría verte en ese estado.

Ella sabe que le mientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora