Capítulo 12: Rotundo consentimiento

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Reign

Si algo me había quedado más que claro durante los primeros años de mi carrera, es que nunca iba a tener la última palabra con respecto a mis decisiones. Mi vida no era solo mía, sino que también estaba ligada a mi público y a mi disquera, pero por sobre todo, estaba ligada a Hilda, quien siempre solía cambiar las cosas sin importarle nuestra opinión.

—Iré a contactar a alguien del equipo de seguridad. ¿Te importa esperar aquí? Prometo volver enseguida. —Mara me miró de pronto, luciendo resignada. Pude sentir como sus ojos se clavaron en mi espalda, cuando me dirigí hacia la salida.

Tragué en seco, incómodo, debido a que me esperaba alguna clase de lucha por su parte, pero por otro lado, la posición de aceptación en la que estaba y el cansancio en su cuerpo, el cual no hizo mucho por disimular, fueron cosas que me tomaron por sorpresa. No lograba entender del todo que había mal con Mara en ese instante, además de su anormal conformidad con una situación que seguro no le había gustado para nada.

Esperaba a que me gritara y, como siempre, lanzara su sarta de insultos y palabras sarcásticas. En cambio, solo mencionó que su día había sido una mierda. Sabía que en parte, la responsabilidad era mía, ya que había olvidado a mencionarle a Fabiana, mi asistente, que no le ordenara a seguridad traerla hasta mi casa; por otro lado, todo había sucedido tan rápido que cuando menos lo esperé, Hilda había entrado a mi casa de la mano de montón de ejecutivos y empresarios, forrados de más billetes de los que seguro podrían reunir las personas de clase media de todo un continente.

Antes de ver a Mara entre el público, había asumido que simplemente se había negado a venir con mi guardaespaldas, así que no le di importancia. La sorpresa fue mayor cuando la detecté en una conversación evidentemente incómoda y forzada por un muy drogado Marcus.

Cosa que era un inconveniente para todos, no solo porque podía cometer una estupidez que dañara a Softcore, sino que, por lo que había visto y escuchado de su comportamiento, cuando estuvo con Mara, lo convertía en una amenaza potencial.

Algo que había aprendido de ella en el poco tiempo que llevábamos conociéndonos, era que no le gustaba el toque ajeno, pero por sobre todo, no le gustaba el toque ajeno cuando la tomaban por sorpresa.

Luego de eso, habían dos opciones, o se ponía agresiva o simplemente quedaba tan aterrorizada que solía disociar y perderse en su propia cabeza.

No consideraba que Mara fuese una mala persona, por el contrario a pesar de que era una persona difícil de tratar y que me exasperaba la mayoría del tiempo, algo me decía que eso solo era su método de defensa para no salir lastimada.

Por ello, no supe si se trató de un sentido de justicia recién descubierto o solo era el instinto en mí de cuidar a alguien indefenso, ya que en el segundo en el que vi que Marcus le había puesto las manos encima, sentí mi propia piel tirante en mis huesos e hice lo imposible por controlar la situación para no armar una escena que podía costarme millones de dólares.

Una vez había terminado de bajar las escaleras, me topé con Lucas, quien estaba fumando recostado a la baranda del último escalón. Le dio una fuerte calada a su cigarro y dejó escapar su calada, antes de aclararse la garganta y dirigirse en mi dirección.

—No debiste traer a esa chica aquí. —A diferencia de las otras personas, este lucía tan sobrio como yo, por lo que supe que estaba diciendo las cosas en serio y no en medio de un brote de borrachera.

—¿Se puede saber qué coño estás diciendo? —enuncié, leyendo entre sus palabras—. ¿Ahora tengo que pedir permiso para traer a alguien a mi casa?

Ella sabe que le mientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora