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    Aquel baile le costó una semana entera de no poder salir al patio del convento a tomar el sol por las tardes.

—Pero padre, ¡no tuve opción! El signor Mozzi insistía y usted mismo lo consintió.

—Debiste negarte, Cécile. Mantener el decoro pese a toda insistencia, e incluso mi propio mandato. ¡Ese era tu deber! Pero bien contenta que te fuiste con ese hombre, y muy mal que disimulaste al danzar con él al ritmo de esa música perversa. Lucías sonrojada y muy vanidosa. ¡Qué vergüenza para la congregación!, y para mí, que he procurado educarte. Ese no es el comportamiento que se espera de una novicia.

Tras recibir el castigo, Cécile se hallaba disgustada con el párroco, pero, sobre todo, con el necio de Stefano Mozzi.

¿Por qué tenía este que importunarla?, con su proximidad física y ahora, también al acecharle en su memoria.

No dejaba de pensar en ese momento, en el que juntos habían danzado. Cuan segura, cuan plena se sintió entre los brazos de aquel hombre. Como por minutos, el mundo a su alrededor dejó de importar, y solo estuvo él. Mirándole con aquellos ojos suyos tan azules mientras tenía los labios curvados en una sonrisa adorable. De solo rememorarlo, se le formaba un nudo en el estómago y brotaban en su cuerpo aquellos incómodos calores.

«¿Por qué con él?» —recriminó al altísimo. ¿Por qué no pudo jamás sentirse así de excitada en compañía de su prometido? Todo aquello era inconveniente, inapropiado y muy injusto. Stefano despertaba en ella, una pasión que jamás consumaría y que solo le generaba agobio. Tal vez lo mejor sería regresar a Roma. La estancia en Venecia, que bien comenzó como una visita breve, se había prolongado porque a Asdrúbal, su mentor, se le había encomendado una importante misión.

Cécile pretendió solicitar el traslado, pero cuando recibió aquella nefasta carta de su hermana, desechó su plan.

"Querida mía:

Charles es para conmigo muy atento, dice amarme con locura y yo me encuentro encantada.

¡Estoy desbordada de felicidad!, y deseo que en mi dicha encuentres consuelo y fuerza para seguir adelante con tu decisión.

Nuestro padre te envía calurosos saludos, también nuestra madre.

Llegó a mis oídos que te encuentras en Venecia junto a nuestra prima, quien, por cierto, obvió invitarme a su boda. ¡Cuán grosera! Fui ciertamente agraviada, pero te aseguro que no guardo rencor, hazle llegar mis más sentidas felicitaciones.

Tal vez te haga una visita pronto. Sé que a Charles le gustará conocer Venecia y también, el verte. Él te quiere muchísimo, como a una hermanita.

Besos,

Clarice."

¡Bruja!

Había procurado herirle con cada palabra, su malicia era deliberada y Cécile deseó obtener venganza. Llevada por un impulso, tomó un trozo de papel y enchumbó su pluma en tinta, luego, escribió una respuesta.

"Querida Clarice:

Te aseguro que no tengo más que amor y buenos deseos para ambos. Díselo a Charles y asegúrale que su afecto fraternal es correspondido.

Ciertamente, me encuentro en Venecia y planeo permanecer aquí por mucho tiempo, aunque ya no estoy tan segura de continuar con mi educación religiosa porque tengo un pretendiente. Su nombre es Stefano Mozzi.

Espero que no te moleste el que yo llegue a desposar al hombre que ocupó tu lecho en el pasado. Creo que es deber de hermanas el ser generosas y tolerantes.

Pecar ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora