Capítulo 5.

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Hermes

Eran las 3:28 cuando me desperté sudado, otra pesadilla, hace algunas semanas que no tenía una. Salí de mi habitación hacía la cocina, escuché una risa y arrugué mi cara. Adria estaba parada junto a la ventana de la cocina hablando por teléfono con no se quien.

—¿Quién es el dueño o dueña de esa hermosa sonrisa?. —Pregunté acercándome a ella.

—Es Llam. —Susurró mirándome de reojo.

Mis puños se apretaron al oír ese nombre. Llam nunca me agradó, el destino no pudo ser tan cruel conmigo que ponerlo en el camino de Adria.

—Hasta luego. Si. Yo también te quiero. Adiós. Cuídate. Besos.

Colgó la llamada y luego me miró con una sonrisa de niña pequeña.

—Sabes que no me agrada. —Dije entre dientes.

—Y tú sabes que no me importa. —Atacó sonriente la muy condenada. —¿Por qué estás despierto?.

—Una pesadilla. —Respondí agachando la cabeza.

—¿La misma de siempre?. —Se acercó a mí rodeando mi cintura con sus pequeños brazos.

—Si. Yo matando por primera vez y él burlándose de mí. —Mis ojos se cristalizaron.

Ante Adria me mostraba débil, vulnerable, era la única que conoce la otra cara del lobo, la única que sabe cuales son mis debilidades y fortalezas.

—Ya no llores, todo estará bien. —Su hermosa y cálida voz llegó hasta mis oídos, sólo ella tenía el poder de tranquilizarme, de darme paz. —Ya estoy aquí, nunca te dejaré sólo.

Nos quedamos en silencio un buen rato, ella aferrada a mi cintura y yo con mi barbilla apoyada a su cabeza. Sus manos acariciaban mi espalda desnuda, iba dando suaves caricias por mi piel.

Cuanto daría por estar así siempre, bajo sus brazos, sentirme seguro, sin miedo a que pueda llegar alguien a arrebatarla de mis manos, mataría a cualquiera que le hiciera daño, no me importa quien sea, hasta el imbécil de Llam.

Continuamos en la misma posición no se por cuanto tiempo, no me molestaba estar así, todos mis problemas desaparecen cuando estoy con ella.

—Anda, ve a dormir. —Su voz rompió el silencio. Agarró mi cara entre sus calidas y suaves manos, me depositó un beso en la frente y luego sonrió.

—Te amo. —Susurré separándome de ella.

—Yo también te amo.

La dejé en la cocina y me encaminé hacia mi habitación, entré al baño y me miré en el espejo.

—Te voy a encontrar, y cuando lo haga suplicaras para que te mate.

Formé una sonrisa en mis labios que no me llegó a los ojos. Lavé mi cara y luego salí. Me senté en la orilla de mi cama y busqué mi celular en la mesita de noche, busqué su número y al tercer tono respondió.

—¿Hola?. —Dijo al otro lado de la llamada. Sonaba medio dormida.

—¿Te he dicho que me encanta tu voz?.

Un silencio se produjo al otro lado, sólo se escuchaba mi respiración ahora calmada.

—¿Cómo obtuviste mi número?. —Habló después de un largo silencio.

—Siempre consigo lo que quiero. Y te quiero a ti, mi ovejita. —Mi voz sonó calmada.

Voy a denunciarte por acoso. —Sus palabras no me hicieron ni cosquillas.

Obsesión Enfermiza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora