Mitad y mitad

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Ambos hermanos bajaron de la camioneta, cargando con sus propias mochilas donde sobresalían las raquetas. Querían algo frío pues el calor que hizo desde el mediodía era abrasador. Sus manos sudorosos e irritadas por la fricción hicieron que apuraran el paso hasta la cocina donde una enorme jarra de cristal llena de limonada fría, con cubos de hielo transparentes flotaban en la superficie.

—Sirve, sirve, sirve —dijo Ana con la lengua afuera.

Su hermano mayor puso dos enormes vasos de vidrio y los llenó con la refrescante bebida que expulsaba el gélido aliento del hielo.

Cogieron los vasos y bebieron la limonada hasta la última gota.

—Ah... qué delicia —dijo Ana.

—Si no estuviera tan cansado, te reprendería por beber de esa manera —increpó su hermano Chris.

Ana vio a todos lados, sin hallar lo que pensaba ver.

—¿A dónde se fueron? Melania no está aquí. Ni tampoco José y Johana.

—Tsk —Chris apretó los dientes al escuchar esos nombres.

—Ahora que recuerdo, fueron a la universidad. ¡Que boba soy!

Salió corriendo de la cocina y subió por las escaleras para ir hasta su habitación.

Chris se quedó en la entrada de la cocina, viendo el lugar para deducir lo que había pasado.

—«Ana tiene razón. Deberían estar aquí. Ya son la una de la tarde y la comida debía estar servida pero en la mesa no hay nada. Seguramente fueron esos dos imbéciles y sus poderes raros. ¡Tal vez evaporaron a mis padres!» —Chris soltó un alarido de indignación al imaginar a sus padres convirtiéndose en burbujas hasta desvanecerse.

Movió su cabeza para quitarse esa imagen de la cabeza y seguir pensando en lo que pasó.

—¡Chris! —exclamó Ana—. Mis amigas vendrán más tarde. El temblor de la mañana las asustó y van a venir para hablar un rato. Me avisas si tocan la puerta.

—¡No soy tu sirviente, mocosa!

Chris llegó hasta su habitación y tapó las ventanas con las cortinas. Quería la mayor oscuridad mientras se vestía, además que podía vigilar la casa de José y Johana con sus binoculares sin que se diera cuenta.

—Hmmm... parece que no hay mucho movimiento en el área ni dentro de ella. ¿Habrán salido? Esa gente no sale a la hora de comer. ¿Estarán haciendo algo extraño? Solo necesito una prueba y mis padres los lanzarán a patadas hacia la calle.

La sonrisa malévola de Chris se hizo muy notoria en la oscuridad. Estaba impaciente pues en la pequeña casa de los Arroyo no había movimiento alguno. Sin embargo, lo importante ocurría en su acogedora sala compuesta por muebles de segunda mano que Melania compró luego de trabajar varios meses.

—Sé que les debo muchas explicaciones, hijos. Pero en esta ocasión no podré contarlas todas, lo importante es que no quiero que se acerquen a la familia de su padre. Nosotros tres hemos podido sobrevivir con nuestro esfuerzo y con el apoyo del señor Meier Padre.

José y Johana asintieron, pero Melania notó disconformidad en el rostro de sus hijos.

—Ya les he dicho que nadie debe ver la marca que tienen en sus hombros. En especial ese hombre. Quién sabe que... ¡ya lo saben! Nada de contacto con Joe Arroyo, ¿entendieron?

Volvieron a asentir.

—¿Puedo saber por qué nadie debe ver esta marca? Digo, pueden pensar que es un tatuaje mal hecho porque está a la mitad —indicó José.

JoJo's Bizarre Adventure: Breaking TownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora