Akundún

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Johana sintió un sabor amargo al ver al tipo que había golpeado la semana pasada apoyado en la puerta de su aula.

Ella pasó sin mirarlo, pero él la atajó antes que entre. Acercó sus labios a su oído y susurró:

—Te haré mierda.

Dicho eso, se marchó galantemente mientras reía.

Desaprobó lo que escuchó con una mueca de incomodidad y siguió su camino.

Su aula tenía carpetas marrones, aunque parte del inmueble estaba carcomido por polillas. Algo que asustó a Johana pues esperaba sentarse en un asiento cómodo. Lo primero que sintió su trasero fue la fría y tosca superficie. Mordió sus labios y aguantó soltar un improperio.

Al cabo de unos minutos, el salón se llenó.

Habían más chicos que chicas. De hecho, solo habían 6 chicas, incluyéndola. Se sentía un poco incómoda pues sentía que eran igual de insoportables que José. Una chica que se sentaba detrás le tocó el hombro y le preguntó la hora. Johana vio el reloj de su muñeca y le dijo que ya faltaban dos minutos para las ocho.

—¡Gracias! —dijo la chica. Las ondas de sus cabellos rebotaron cuando habló, algo que le pareció gracioso a Johana.

La chica sacó un paquete de pastillas, sacó dos píldoras y las puso en su boca. Cogió un envase de agua que estaba en el interior de su mochila y bebió la mitad. Johana abrió los ojos al ver como la chica se zampaba medio litro de agua de un solo bocado.

Ella al darse cuenta pidió disculpas por lo que hizo.

—Ay, perdón. Tengo un problema en la garganta así que debo tomar mis pastillas con mucha agua.

—Ah... ya. No te preocupes, yo no juzgo —sonrió—. Mi nombre es Johana, ¿y el tuyo?

—Lorena, pero mis amigos me dicen Ena, bueno, solo mi familia, no tengo amigos. Bueno, solo mi papá. Mamá nos dejó hace años... ¡Ay! Porqué siempre digo cosas personales.

—Tranquila, tranquila —dijo Johana dándole un pañuelo para que se seque las lágrimas que caían de su rostro—. Yo también vivo con mi mamá, papá se fue a Estados Unidos a trabajar en Disneylandia. Desde entonces no lo hemos vuelto a ver.

—¿Y no les manda cartas?

—Una vez al mes, aunque...

Una marcha impestuosa cruzó la entrada.

Un pequeño hombre calvo con una mochila de lado entró, dejando sus cosas sobre la mesa que estaba en la esquina frente a la puerta. Se paró en medio de la clase y gritó:

—¡BUENOS DÍAS!

Si creyó que su rápido ingreso no había llamado la atención de los cincuenta chicos que había en ese salón, su grito sí que los había asustado.

—¡Buenos días, futuros abogados! —exclamó—. Desde ahora entrenaré sus reflejos para que no la caguen cuando estén en la fiscalía o en los juzgados. Así es la educación en la mayor casa de estudios de este país y mi método no puede ser menos competitivo que eso.

Caminó hasta el pizarrón verde y sacó la tiza de su mano, escribiendo su nombre con una agilidad que no parecía de su edad.

—Soy el magíster Jorge Copérnico. Aunque también soy conocido como el profe Coco.

Visualizó a toda la clase, deteniéndo su vista en Johana.

—¿Cuál es su nombre, señorita?

Johana estaba algo nerviosa, aún así contestó:

JoJo's Bizarre Adventure: Breaking TownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora