El equipo individual

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Ah, esa voz. No le hizo falta girarse para averiguar quién estaba detrás suya. El tutor legal de Nanako y Mimiko, que parecía haber escuchado su conversación.

Suguru Geto.

"Está usted diciendo que mis hijas han sido víctimas de acoso escolar, y es obvio que la han agredido físicamente. No me voy a quedar de brazos cruzados, y más si el centro no se responsabiliza y castiga antes a quien las ha defendido y no a los acosadores." La tranquilidad y la sonrisa con la que mencionaba todo aquello no cuadraba con el hecho de que estaba amenazando a la directora, creando aún más temor a esta. Se había enfrentado a gritos, quejas de padres muy permisivos, tragado mil rabitas del alumnado y, dios, a las bromas y chantajes de Satoru Gojo, lo cual no era poco. Sin embargo, aquel sujeto realmente hacía que se le erizara la piel.

"El centro... El centro va a castigar a los acosadores." Respondió, intentando defenderse. Pero era difícil no sentirse intimidada por dos hombres de tanta estatura, vestidos de uniforme, que la miraban como un cazador a su presa. Bueno, realmente solo Suguru la estaba mirando. El albino no parecía estar echándole mucha cuenta en aquel momento, distraído por la figura del policía.

"¿Qué les va hacer?" Pregunto la rubia, posando un brazo sobre su hermana. "Yo no quiero volver a verles. Si van a expulsar a Megumi, deberían expulsarlos a ellos también. No me siento segura compartiendo edificio con esos imbéciles." Suguru se acercó a ellas, no sin antes regalarle una sonrisa a Gojo al pasar por su lado. Puso una de sus manos a cada hombro de las chicas, dándoles un apretón. Ambas parecieron tranquilizarse.

"Ya las ha oído."

Megumi permaneció en silencio. Realmente no quería cambiarse de instituto y alejarse de sus amigos. De tan solo imaginarse el paso de las horas en silencio, sin ser molestado por nadie, mirando por la ventana esperando ver aquella cabellera rosa y castaña pero sabiendo que estas nunca llegarían... No. Simplemente, no. Por no hablar de que tendría que ser testigo de cómo su amistad se iría olvidando. Comenzaron viéndose cada fin de semana, hasta que empezasen a hacer otros amigos y otros planes y se verían cada mes. Los mensajes diarios que se irían reduciendo con el paso del tiempo hasta que alguno cambie de número y el contacto se rompa sin siquiera saberlo. No quería pasar por eso. No podía.

"No puedo expulsarlos." Dijo la mujer tras reflexionar sobre las consecuencias que eso le traería. "No tengo motivos suficientes, la Junta no estará de acuerdo." Nanako no se quedó callada, pidiéndole explicaciones. "Chicas, esto que os ha pasado es horrible, lo se. Es vuestro primer día y lamento que os hayáis llevado una primera impresión tan mala del centro. Pero no puedo expulsar a cinco alumnos por... Una pelea de clase. Tendrán una sanción y si se acumulan tres sí que podría expulsarlos." Pareció que la directora había cambiado de estrategia, buscando la empatía de las alumnas que habían sido atacadas.

"¿Tendrán que pegarme y llamarme bruja de mierda tres veces para poder perderlos de vista?" La hermana rubia se exaltó, frustrada con las estúpidas normas del centro.

"Yo... Siento que hayáis tenido que pasar por eso. Se que es un tema sensible pero esos chicos también tiene problemas y...."

Gojo, quien había permanecido en el mismo lugar callado desde que se dio cuenta de la presencia del policía, salió de su burbuja de pensamientos al darse cuenta de lo que la directora intentaba hacer. Si, tenía a Suguru, su ex novio, vestido con uniforme de policía frente a él. Y claro, ahora tenía más músculos. Muchos más. Y sus facciones eran más rectas, más rígidas. Y su pelo, negro y brillante como siempre le había crecido hasta la cintura. Ahora solo se lo recoge a la mitad y le quedaba, simplemente, genial. Se notaba el cansancio en sus ojeras, pero parecían ser parte de su miradas. Al compararlo con la última vez que lo vio, parecía estar lleno de vida. Y eso le dolía, porque significaba que aquella vida le hacía feliz, a diferencia de la que hubiese tenido de quedarse a su lado. Pero, dejando de lado aquellos sentimientos negativos, tenía a Suguru vestido de uniforme delante, otra vez, pero ahora podía mirarlo con más detenimiento. La mierda, que bien le quedaba el azul. Y la porr-

Recuérdate (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora