Mismo lugar, distintas personas

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-10 años atrás-

Shoko esperaba apoyada en la fría barra de metal, más preocupada por que el viento le permitiera encender el cigarrillo que ya tenía entre los labios que por la visita que recibiría. Resultó que no fue el viento lo que impidió que el fuego durara lo suficiente, sino el gas de su mechero que le había traicionado justo en ese momento. Al ver al chico alto de cabellos negros acercarse con un mechero hacia ella, sintió alivio. No debería, aquella persona le había hecho mucho daño a su otro mejor amigo (y a ella) pero realmente necesitaba fumar. Suguru se había dejado crecer el pelo, lo notó ya que últimamente se lo dejaba suelto a pesar de que su usual moño era más práctico. Ese día, solo se había recogido la parte superior dejando unos mechones caer sobre su frente y tres cuartos de su pelo suelto. No sabía el motivo de aquel cambio pero, le alegraba ver que se había peinado.

"Oh, la pasma. ¿Vas a cachearme a ver si escondo droga?" Bromeó, con un tono indiferente. Lo cierto era que a ella le daba igual la profesión de su amigo, mientras siga siéndolo. Había veneno en sus palabras por la manera en la que había actuado, pero no iba a recriminarle nada. No después de haberle visto caer como lo había hecho el último año.

"¿No vas a intentar hacerme cambiar de opinión?" Respondió el futuro policía, encendiendo el que sería su último cigarro junto a la chica.

"¿Yo? No gracias, no quiero que me multen." Suguru echó una carcajada. "¿Vas a meterte en el cuerpo de aquí o te vas a mudar?" Quiso saber. Por un lado, no querría perder el contacto con él pero, sabía que si se cambiaba de ciudad todo iba a ser más fácil.

"Nah, me voy de aquí." Suspiró, con una mezcla de alivio y tristeza. "Me gustaría trabajar en diferentes ciudades, probar lo que es vivir en distintos sitios y viajar, yo que se." Shoko abrió los ojos, sorprendida por aquella contestación. "Aunque también tengo que pensar en las chicas, ellas preferirán acostumbrarse a un sitio y hacer amigos. Ya iré viendo." Sin duda el pelinegro había dado un gran cambio. El antiguo Suguru era un sobrepensador profesional que necesitaba tener todo planeado, y ahora iba a dejarse llevar. Pero sus ojos ya no estaban rodeados de oscuridad y su piel había vuelto a tener un tono rosado, ya no estaba apagado.

"Ya veo." No encontró mejores palabras. Recordó algo importante y cogió su móvil, pulsando en el chat de su otro mejor amigo. "Vas a decirle algo, ¿verdad?" Le mostró su pantalla al más alto, que sacudía las cenizas con tranquilidad. "No vas a irte sin despedirte de él."

"¿Realmente vas a dejarme ir si no lo hago?" Ambos rieron, sabiendo cual era la respuesta.

Ieiri Shoko [16:09]: Satoru, está aquí.

Ieiri Shoko [16:09]: * Ubicación actual *

Se despidieron, prometiendo llamadas y visitas que ambos sabían que iban a disminuir con los años hasta llegar a convertirse en desconocidos. Shoko nunca supo que pasó en su despedida, pero estuvo meses sin saber nada de Satoru. Y cuando volvieron a verse, algo en él se había perdido.

-Actualidad, 10 años más tarde-

Esta vez, fue Suguru quien esperó a la castaña y no había humo de por medio. La plaza en la que se vieron hace diez años había sido ocupada por la siguiente generación de adolescentes, por lo que el suelo estaba lleno de latas, los bancos de chicos y chicas charlando, las pareces de gente bailando y la acera de skaters. Aun así, Suguru insistió en verse allí. Probablemente, en su cabeza, tendría algún significado. Solo que en vez de quedarse en la valla junto a las escaleras, su antiguo sitio favorito para fumar a espaldas de Satoru, fueron al bar de enfrente.

Era jueves noche, después de la jornada laboral de Shoko y el día libre de Suguru. Además, las hijas adoptivas de éste ya eran lo suficientemente mayores como para cuidarse solas por lo que no tendrían que estar pendiente a nada que no sea la compañía del otro. A pesar de lo mucho que se echaban de menos, no dijeron nada ni dejaron que el abrazo durase demasiado tiempo. Hubo un poco de incomodidad al principio, preguntando por los acontecimientos sucedidos desde la última vez que hablaron. Shoko no pudo evitar sentir vergüenza, apenas había cambiado nada. Ya le había contado que veía a algunas chicas de vez en cuando, nada serio ni nada que dure demasiado y que estaba muy centrada en su clínica.

Recuérdate (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora