Cambios iguales

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-Actualidad, 12 años después-

El gimnasio había cambiado. Seguía manteniendo su estructura y estilo tradicional. La fachada había sido pintada, se echaban de menos algunas pintadas y partes descascarilladas. También habían incorporado una cuesta, al lado de las escaleras. La papelera gris que siempre estaba boca abajo rodeada de papeles y envoltorios, había sido sustituida por cuatro de distinto colores. Suguru las miró con disgusto antes de volver a estabilizar su expresión. Esta sociedad, que gastaba más recursos en producir más papeleras en vez de rehusar las otras para poder reciclar, supuestamente, porque ¿realmente se reciclaba lo que metían en las papeleras de reciclaje? Igual que aquella cuesta, creada para que las personas con movilidad reducida que no podían usar las escaleras pudiesen acceder al gimnasio por su propia autonomía. Pero era demasiado inclinada para que se pudiese subir sin nadie empujando, ni bajar sin supervisión. Falsos, solo querían quedar bien y mantener a la población contenta.

Mordió el caramelo que había estado rondando por su boca, eliminando el sabor ácido y amargo para dejarle un gusto a fresas azucaradas. Habían pasado doce años y seguía siendo los únicos que comía. Para cuando salieron las personas que estaba esperando, ya se lo había tragado.

Los cuatro adolescentes no se molestaron en mirarle, estaban demasiado ocupados en comentar el entrenamiento como para fijarse en las personas de alrededor. Una chica alta y musculosa apretaba la gomilla que sujetaba su pelo en una coleta alta, siendo observada con interés por el chico con el que quería hablar. Otro chico más bajo y de pelo bajo asentía ante las palabras del último adolescente, grande y destacado por la sudadera con forma de panda. Los compañeros de Yuuta, futuros bomberos con los que no se molestaría en hablar. En cambio, se acercó a este posando una mano sobre su hombro. Los cuatro dirigieron sus miradas a él, sorprendidos.

"¿Qu-?" Titubeó el menor, alejándose de él.

"¡Tu! Eres el de la foto, ¿verdad?" La chica se dirigió a él con agresividad. Reconocería aquellos rasgos en cualquier lado. Zenin. "Es un policía Yuuta, ¿qué coño haces aquí?" Levantó el mentón, desafiando con la mirada.

"No vengo a hablar contigo." La Zenin contrajo sus ojos en una expresión de rabia.

"Ten, venia a darte esto." Volvió a dirigirse al chico, ofreciéndole un panfleto. Antes de que lo cogiera, se volvió al notar aquel olor. "Hey, Satoru."

El mencionado estaba de pie junto a la puerta, intentando controlar su respiración. No podía ver su expresión por culpa de aquellas oscuras gafas, pero sabía que estaba rígida. Antes de abrir la boca, otro viejo amigo lo interrumpió.

"¿Qué haces aquí, Suguru?" Yaga no se molestó en ocultar su cabreo.

"Wow wow, tranquilidad todo el mundo" Se aseguro de que Yuuta tenía entre sus manos el folleto por el que estaba ahí. "Bajad las armas, no voy a hacerle daño. ¿Por quién me tomáis?" Teatralizó aquellas palabras, dramáticamente. Costumbre que había cogido en sus años en el cuerpo para humorizar las situaciones de tensión... Y burlarse de los ciudadanos.

"Aquí el único que lleva armas eres tú, si no recuerdo mal." Finalmente, Satoru habló con seriedad. Los adolescentes le miraron extrañados, no era normal ver a su entrenador fuera de su enérgica y despreocupada personalidad.

"Ah, que soso te has vuelto."

El chico panda y el rubio se miraron con asombro. ¿Lo que decían en internet era verdad? Pensaron que la foto estaba sacada de contexto y se estaba sacando una historia de donde no la había.

"Este folleto..." Yuuta, que se encontraba tras el policía en estado de shock, volvió en sí al leer la información de lo que le había entregado. "... ¿No es la secta?"

Recuérdate (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora