1. El sueño de la madera.

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"La primera vez que me hice una cuenta en estas apps de citas acababa de descubrir que me gustaban los hombres, tenía quince años y problemas en casa

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"La primera vez que me hice una cuenta en estas apps de citas acababa de descubrir que me gustaban los hombres, tenía quince años y problemas en casa... Como era de esperar: salió mal, aunque quizás no por lo que crees".

Palabras de Jack a su único amigo un día en el que se sentía particularmente nostálgico. Mandarina le respondió con una bola de pelo.

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El corazón me latía como un loco, mis manos húmedas hacían poco por ayudar con su constante temblor y al parecer mi cerebro congelado, tan lleno de pánico como se sentía, no podía ni siquiera regular un poco mi temperatura y gracias a ello ahora incluso gotas de sudor resbalaban por mi cara, provocando lo que seguramente sería el momento más patético en mi vida.

Sudado, tembloroso y patético. Qué combinación.

Si yo mismo me viera seguramente saldría huyendo, encontraría a alguien y le diría «¡cuidado! Hay un rarito allá atrás».

Ese pensamiento lógicamente hizo poco por tranquilizarme y mucho más para llenarme de ansiedad. Ansiedad... ese particular sentimiento de todos mis nervios quemados, mi garganta apretada y seguramente mis pulmones muy lejos de mi cuerpo, porque oh Dios, ni siquiera podía respirar bien.

Pero tengo que aguantar, no puedo simplemente ceder antes de hacerlo. No ahora.

No después de armarme de valor toda la semana, de ver mil videos de motivación y otros mil para mentalizarme, para hacerlo, para no dejar que mi mente traicionera volviera a ganar sobre mí.

No. No voy a ceder.

Así que respiro, inhalo y exhalo; seco mis manos en mis ásperos pantalones y acomodo mi cabello. Luego doy un paso y luego otro, y otro más; cada uno de ellos quema mi cerebro, me hace sentir incómodo y aumenta exponencialmente mis ganas de correr, de huir y nunca más volver a intentar esto. Pero no. Así sea sufriendo, así sea revelándome contra todo mi ser, contra todo aquello que me ha limitado por años, yo... lo haré, por mí, por algo mejor.

Llego al final del camino pese toda adversidad, y finalmente...

—Hola, eh, disculpa, ¿me puedo sentar aquí? —Digo, las palabras casi arrancadas de mí.

Espero pacientemente (cada vez más nervioso) a que el chico me respondiera (el único en la sala y oficialmente mi primera oportunidad para hablar con alguien e intentar socializar porque todos los videos que vi en internet que hablaban de hacer amigos en la universidad decían que llegar antes de la hora de la clase y hablarle a alguien era una idea maravillosa porque así podía hablar y... Dios. Yo realmente quiero esto).

Él chico se giró lentamente, sus ojos cafés me miraron fijamente por unos segundos, luego dirigió su fría mirada a mis pies y la llevó a mi cabeza, después recorrió la sala de izquierda a derecha. Levantó una de sus delgadas cejas, sus ojos de pez le dieron una imagen mucho más cansada.

Un clavo sacándose a sí mismo • #ONC2024 •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora