7. Salvadora

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ROSIE.

Lo hago de nuevo. Vuelvo a ser su salvadora.

No sé cómo Hero logró enviarme su ubicación, ni recuerdo en qué momento tomé la bicicleta vieja de papá y pedalee con todas mis fuerzas en dirección a su casa.

Solo sé que estoy de pie, en el umbral de la puerta de la cocina de una casa ajena viendo cómo mi amigo está en el suelo, sentado y con una mirada distante. Hay un cuchillo a unos pasos de él. No tiene que decir palabra, no tiene que hablarme. Ya se que pasó. Lo volvió a intentar.

Me acerco sigilosa, él se percata de que estoy ahí y se levanta rápido. Intento calmarlo con mis manos, está asustado, sus ojos me dicen todo, las lágrimas corren por sus mejillas rosadas. Lo abrazo sin saber si es lo que quiere, por suerte lo recibe sin quejarse. Está llorando en mi hombro, con una posición incómoda para él, puesto que es unos centímetros más alto que yo. Le doy palmadas en la espalda para tranquilizarlo. No se me ocurren palabras por el momento, debo sacarlo de aquí. Es lo importante.

―Vamos, Hero. Te sacaré de aquí.

Rompe el abrazo y me mira.

―No puedo, ella, mi madrastra. No me dejará ir de aquí, ella me odia, solo me grita y me ordena hacer cosas como si fuera el sirviente de la casa.
―balbucea indeciso―. No tengo a donde ir si ella me echa de acá. Estoy solo, Rosie.

―No estás solo. Te sacaré de aquí, hablaré con quién tenga que hacerlo pero ellos no son tus dueños, Hero. Vivirás en mi casa, todo tiene solución. Lo verás. ―me acerco y limpio sus lágrimas con mi suéter.

―¿Qué es esto?¿Quién es esta muchacha? Tu no eres dueño de este lugar, no tienes derecho para meter extraños a mi casa.

Me pongo delante de Hero para protegerlo.

―Soy una amiga. Y usted, señora no tiene porque tratarlo así.

―Claro que puedo, soy su madrastra. Y su padre me pide que lo corrija, eso hago.

―¿Eso hace? Usted solo intimida. Mi amigo a partir de hoy se va de este horrible lugar.

Empiezo a arrastrar a Hero, quién apenas puede moverse. Está inquieto y ansioso, sigue bastante afectado.

―¿Qué te pasa? No puedes hacer eso.

Se interpone en mi camino, poniéndome un brazo delante de mi.

―No dejaré que se vayan.

―Hágase a un lado o llamo a la policía y les cuento que me está reteniendo en contra de mi voluntad, es secuestro.

Muevo su brazo y me apresuro a salir por la puerta.

―No te atrevas niña insolente―grita mientras salimos en dirección a la sala.

―Deja de tratarla así, nos vamos. ¿Acaso no es lo que querías?

Hero hace que me detenga para enfrentarla, la mira a los ojos y se prepara para volver a atacar.

―Por cierto, dile a mi maldito padre que le pagaré todo cuanto le debo para que no tenga que volver a encargarme de mi nunca más.

―Eres un desagradecido.

―¿Qué son todos esos gritos, mamá?

Una chica alta y delgada baja las enormes escaleras que provienen de los cuartos, seguramente. Mira a Hero con gesto interrogante, luego posa la mirada en mí y su expresión de duda se intensifica. Es su hermanastra. Me parece bastante familiar, debo haberla visto en la escuela.

―Nada hija, el ingrato que se larga de esta casa solo porque no puede hacer una tareas que le pedí.

―Señora, usted está maltratando a Hero, no es como lo dice.

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