1. Volver

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ROSIE

Nunca había pensado que algún día la muerte tocaría la puerta de mi casa hasta que sucedió. Siempre se sintió como algo lejano hasta que se hizo real y destrozo a mi familia.

Los primeros días tras la muerte de mi hermana fueron inexplicables, realicé mi rutina con normalidad: fui a la escuela, hablé con mis amigos e incluso me reí. Todos preguntaban acerca de mi hermana pero yo no entendía, ni sabía o quizá no quería responder a sus preguntas. Yo estaba ignorando algo. A esta etapa la llamo shock. Nunca logré derramar una sola lágrima. No fue hasta que pasó un semana completa que mi conciencia recobro sentido acerca de la situación. Mi hermana jamás volvería a casa y ahora tendría que pasar el resto de mi vida sola. ¿Cómo demonios iba a hacer eso? Tenía quince años y ella era mi hermana mayor, quién cuidaba de mi, quién acudía con un solo llamado, mi ejemplo a seguir, mi guía...ella era todo para mi.

Después me sobrevino la etapa del duelo, lloré. Lloré todo lo que había estado conteniendo. Pasé un mes completo en que no salía de casa, no comía y pasaba el día encerrada en mi habitación, tras ese tiempo descubrí que había estado evadiendo incluso a mis padres, después del mes me enteré que papá ahora era alcohólico y mi madre no pasaba tiempo en casa como antes. Todos éramos fantasmas que vivíamos bajo el mismo techo pero nunca cruzaban palabra.

El siguiente mes fue un infierno para mí, pues ya no lograba calmarme de ninguna manera y lloraba todos los días. Un día toque fondo. Llegue a medianoche a la habitación de mis padres, había tenido una nueva crisis de ansiedad, estaba empapada en lágrimas, agotada por noches sin dormir y días sin comer bocado. Desperté a mi madre y le dije toda la verdad: que ya no aguantaba ese sufrimiento y que hiciera algo o iba a perder a otra de sus hijas. Ya había intentado suicidarme. Recuerdo que tras pronunciar esas palabras me desmayé.

A la mañana siguiente desperté en una clínica psiquiátrica donde me dieron tratamiento por casi tres meses y me dieron salida con la condición de seguir el control con la psicóloga. Todo iba viento en popa, o eso parecía.

Papá mejoro, dejó de tomar y se rehabilitó durante el tiempo que estuve lejos. Mamá volvió a casa y pidió unos vacaciones en su trabajo. Pero todo había cambiado y cuando creí que iba todo bien. Recaí.

Fue una mañana de julio, regresé a la escuela tras cinco meses de ausencia, pero las personas seguían recordándome. Lo peor de todo era como me llamaban: la hermana de la chica suicida. No eran sólo los rumores que se susurraban en los pasillo era toda una vibra completa que resurgió cuando volví. Todos hablaban de mí y de mi hermana. Esto me hizo retroceder en mi recuperación.

Pero la gota que rebasó el vaso fue Mike Deker.

—Oye tú Dacé. Creímos que ya te habías ido al igual que tu hermana.

Detuvé mis pasos. Estaba sola. Ese día Dylan no podría ayudarme con la situación.

Volteé con lentitud. En ese tiempo mi autoestima estaba por los suelos así que sí tenía miedo de ese imbécil.

—La verdad es una pena que un pueblo como este tenga que verse empañado por culpa de tu hermana. No queremos que nos recuerden por un suicidio, que siendo sinceros a nadie le importa. ¿Verdad chicos?—brama a un par de chicos al lado quiénes asienten.

Ese día me di cuenta que para la crueldad de una persona no hay límites y que no por qué tu tengas empatía y compasión los otros harán lo mismo. Era una ingenua en ese tiempo. Creí que alguien me salvaría, incluso Dylan. Sin embargo cuando mis ojos chocaron con él que estaba en la multitud no hizo nada. Y no lo culpo, él tampoco era una persona querida y todo a causa no sólo de mi hermana sino también mía. Yo terminé con él y eso también fue chisme popular. En definitiva, si él me defendía estaba destruido. Pero una parte de mi deseaba que lo hiciera. Nadie lo hizo, ni siquiera yo tuvé el valor de hacerlo.

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