2. La Logia

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Mi compañera de cuarto y yo organizamos una pijamada para conocernos mejor

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Mi compañera de cuarto y yo organizamos una pijamada para conocernos mejor. Hasta el momento, solo sabía que se llamaba Penélope Castro y que su familia venía de Puerto Rico, pero si pretendíamos convivir un año juntas, lo propio era hacernos amigas.

—¿Ya están las palomitas? —pregunté, tirándome en el sofá.

Penélope era la típica sabelotodo que sobresalía en todas las materias y todos los profesores adoraban. Encima, participaba en un montón de actividades extracurriculares y voluntariados. Cuando llegué a Serenidad, ella fue quien se ofreció a darme el tour de bienvenida. También me ayudó con la mudanza.

Era una chica muy tierna y agradable con rasgos de sorprendente belleza. Tenía un par de ojos oscuros, grandes y expresivos acentuados por frondosas cejas. Pero sobre todo destacaba por la melena negra que solía caer como cascada de ondas voluminosas por su espalda. La misma melena que ahora envolvía una toalla rosada porque Penélope se había lavado la cabeza. El cuarto entero olía a su champú de flores, cuya potente fragancia opacó incluso el aroma característico de las palomitas de maíz.

—Aún no. Las acabo de poner —contestó, soltando su cabello y escurriéndolo con la toalla.

—Joder, ¡muero de hambre! —gruñí divertida.

—¿No comiste?

—Na. Me salté la cena y ahora me siento como Bruce Banner.

—¿Cómo quién? —Penélope no entendió la referencia.

—Hulk.

—¡Ah! —rió—. ¡Ya capté!

Trrrrín.
Sonó la campana del microondas y, sin poder contenerme, salté por la parte trasera del sofá y me apresuré a buscar las palomitas recién cocidas.

—¡Auuuch! —chillé al quemarme la mano con la bolsa de papel.

—¡Cógela por las esquinas!

Penélope y yo vimos las primeras dos películas de Harry Potter. El resto de la noche, platicamos sobre nuestros gustos: música, libros, pasatiempos, de todo un poco. Compartimos anécdotas graciosas y poco a poco conseguí acostumbrarla a mi humor negro. Era la única manera de lidiar con la tragicomedia de vida que llevaba.

Las energías fueron mermando a medida que nos adentrábamos en la madrugada. A eso de las tres de la mañana, ya exhaustas, decidimos comer una última merienda en la cocina para irnos a dormir.

—Oye, Helena... —Penélope rompió el silencio.

—¿Sí?

—No te vi en la asamblea de ayer. ¿Sí fuiste?

Tragué un bocado de cereal antes de contestar.
—Ah, a eso... No. Se me pasó.

La morena asintió con la cabeza y comenzó a sobarse las manos. Lucía inquieta de repente.

—¿Te pasa algo? —pregunté.

—Es que ayer la principal tocó el tema de las desapariciones.

—¿Desapariciones? —Era la primera vez que escuchaba cosa similar—. ¿A qué te refieres?

Penélope parecía reacia a contestar. Pasados unos instantes, tomó un sorbo de chocolate caliente que le brindó el coraje necesario.

—El año pasado dos alumnas se esfumaron del instituto sin dejar rastro —informó con la taza humeante entre las manos.

—¿Huyeron?

—Eh... no del todo.

—¿Cómo así?

—Se rumora que fueron secuestradas.

Su respuesta me pilló por sorpresa. Levanté las cejas en un gesto de incredulidad.

—¿Por quién? ¡Eso no tiene sentido! Este colegio tiene más seguridad que una prisión federal. Nadie puede entrar ni salir sin autorización.

Y me constaba. Mi padre no me habría matriculado de otro modo.

—Ese es el detalle. Si fue un secuestro, es muy improbable que el culpable venga de afuera.

—¿Y eso qué significa? —inquirí con la esperanza de no escuchar lo que resultaba obvio.

—Significa que los secuestradores están en la academia. —Penélope tomó otro sorbo de chocolate—. Aún no tenemos pruebas, pero muchos pensamos que la logia está detrás de todo esto.

—Me perdiste —confesé ladeando la cabeza—. ¿Qué es eso de "la logia"?

Mi compañera tomó una bocanada de aire y exhaló titubeante. Era la primera vez que veía a Penélope nerviosa.

—Puedes confiar en mí —le aseguré.

—Sabes que a este colegio asisten los hijos de gente con mucho dinero, ¿no? La élite, por así decir.

—Ajá... ¿y?

—Pues... los que provenimos de familias más humildes contamos con una beca de mérito por nuestras calificaciones. Sin la beca no podríamos estar aquí.

—... Entiendo. ¿Pero eso cómo viene al caso?

—La logia es una organización secreta que fundaron las familias más poderosas de Serenidad y han asistido al instituto por generaciones. Las mismas familias que presiden la mesa del consejo y contribuyen financieramente al colegio. Ellos no están de acuerdo con el programa de becados. Y como piensan que no merecemos estudiar aquí, intentan hacernos la vida imposible. Han llegado a torturar e incluso raptar a algunos alumnos.

Mi rostro se retorció en una mueca de asco. ¿Cómo podía permitirse semejante atrocidad?

—¿Nunca los han pillado? ¿La principal sabe lo que está ocurriendo? —cuestioné indignada.

—Es un secreto a voces y a la administración no le conviene intervenir. Casi todas las víctimas terminan marchándose voluntariamente. Pero aún así... algo anda mal esta vez. La logia nunca ha raptado a alguien por más de un par de días y estas chicas llevan extraviadas desde el semestre pasado.

—¿Qué piensas que esté pasando?

—¡No tengo idea! Y, honestamente, tengo mucho miedo. Este es mi último año y hasta ahora he tenido suerte, pero no sé cuánto vaya a durarme.

—Oye, tú tranquila —extendí el brazo desde el otro extremo del mostrador para sujetar su mano—. Mientras yo esté aquí, ningún idiota podrá hacerte daño. Primero tendrán que vérselas conmigo, y yo sí que estoy loca de remate.

Logré sacarle una risilla a Penélope pero su preocupación aún era palpable. Intenté desviar la conversación.

—¿Por casualidad conoces algún chico que se llame Silas? —inquirí casualmente.

—Hay un Silas en nuestro curso pero si te digo que lo conozco, te estaría mintiendo. Es muy reservado... el tipo casi siempre anda solo.

—Ya... —musité.

Otro misterio.

—¿Por qué preguntas?

—Ah, por nada —mentí—. Es que escuché a unas chicas mencionar el nombre y me resultó curioso.

—Mmm —Penélope no se veía muy convencida pero tampoco quiso indagar más.

Comenzaba a notar que mi estadía en este colegio estaría marcada por una serie de intrigas e incógnitas. Por supuesto, nada podría prepararme para lo que se avecinaba. Pero, poco a poco, me daba cuenta que, a pesar de su nombre, la prestigiosa Academia Serenidad no era para nada el destino utópico que le habían pintado a mi papá.

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2024 ⏰

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