Henry

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—Tú estás loco, te lo digo— me reprochó Cedric.

Solté una risa irónica mientras Theo me limpiaba la herida del labio.

De todas las veces que me había pegado, esa era la vez que menos dañado salía, era un jodido récord.

—¿Loco?— repetí. —Ya no soy un niño, Ced. No puedo dejar que me humille y me controle cada vez que le apetezca, puedo defenderme.

—Henry, has...

—Corta el rollo, no necesito tus sermones.

—Has insultado y empujado a tu padre, un hombre alcohólico con problemas de ira y claramente violento. Eso sin ninguna duda es masoquismo. ¿A qué si, Theo?

—A mí no me metáis en vuestras mierdas.

Terminó de curarme y guardó todo en el armario del baño, para después salir sin decir nada.

Sí, así era Theo. Él siempre estaba ahí para apoyarte, pero era pacifista de corazón.

Cedric me volvió a mirar con su cara de padre enfadado.

—No entiendo qué te hace tanta gracia— farfulló al ver que mi sonrisa seguía intacta.

—No sé por qué te pones así. No me ha hecho casi nada.

—¡Pero podría habértelo hecho, Henry!

—Bueno, pero no ha sido así.

Él se cruzó de brazos y me miró con el gesto torcido.

—¿Sabe... sabe que estás viéndote con Axel?— preguntó.

Esta vez me tensé.

—Por supuesto que no. Y nunca lo sabrá.

—Eso pensabas de adolescente, y se terminó enterando de vuestro noviazgo.

Noté como la rabia empezaba a recorrerme el cuerpo.

—¿Y tú qué sabes, Cedric? ¿Eh?

—Pues lo sé porque...

—¿Porque qué? ¿Porque yo te lo he contado?— le corté. —Mira, que yo te haya contado mi vida no quiere decir que tengas que creerte mi padre ni decirme lo que tengo que hacer. No sabes nada, Cedric. Nada. Porque no estabas allí.

—¡Solo me preocupo por ti!— levantó la voz.

—¡No necesito tu preocupación!— repliqué yo, aún más fuerte. —¡No quiero la lástima de nadie! ¡¿Por qué te crees que esto nunca se lo conté a mis amigos, ni siquiera a Axel?! ¡Porque no quiero ser una puta carga!

—¡Cuando eres una carga es cuando te pones así, Henry! ¡Acepta la ayuda de los demás, joder! ¡Eres un puto desagradecido!

Le miré, entre cabreado y dolido. Él había cerrado la boca de golpe, y hasta diría que parecía arrepentido.

—No tengo nada que agradecerte, porque no me estás ayudando en nada— volví a hablar, con voz monótona.

—Henr...

—Shelton— corregí secamente, para luego suspirar. —Mira, Cedric, sé que todo esto de mi padre es un tema delicado, pero lo que menos necesito es que me des la chapa por lo que yo hago o dejo de hacer, ¿vale? Si tanto te preocupas por mí, limítate a apoyarme, que es lo que hacen los amigos— escupí con rabia, para salir del cuarto de baño sin mirar atrás.

***

Suspiré con profundidad y me senté en la hierba de aquella colina, bajo el gran árbol.

That Old Feeling  - Gay Panic #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora