Pacientes Psiquiátricos

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I

Había una vez una doctora muy extraña, no curaba personas como cualquier especialista, y no atendía animales como lo haría un veterinario; ella se encargaba de atender a los instrumentos musicales. Sé que suena como un inicio de cuento infantil, Y a eso viene el caso. Nuestros personajes tienen un desequilibrio emocional muy grave, y por eso tienden a delirar y a crear escenarios en su cabeza como le pasa a este escritor.

Esta extraña pelirroja tenía un taller incógnito, en el cual habían trastos viejos y chatarra por todos lados... Televisores, pianos antiguos, computadora del siglo pasado, teléfonos de los 80 y muchos otros artefactos hacían gala de su presencia. Pero lo más extraño de todo era una oxidada máquina de escribir, la cual tenía un nombre o apellido inglés escrito en la parte superior derecha de su estructura: White.

Era un apellido algo grotesco, pero que destilaba poesía y colores en inglés... El color blanco tiene la dicha de poseer todos los colores del arcoiris. Por eso es tan querido por las paletas de los pintores reconocidos de hoy en día.

Al otro lado del vestíbulo, en el dormitorio, el machista Esposo oía cómo la máquina de escribir cobraba vida durante varios segundos,
enmudecía durante un lapso prolongado y después volvía a tabletear brevemente. Era como escuchar las ráfagas de ametralladora
disparadas desde un fortín. Aquel ruido era música para sus oídos, pero ya estaba llegando a un límite en que lo irritaba constantemente.

Aparte de eso las gallinas cacareaban muy alborotadas, picoteando en el suelo en busca de granitos. En el lado opuesto de la calle, donde el sol había secado el barro, los enanos de Blancanieves jugaban al escondite y en el aire resonaban sus gritos sonoros y belicosos, los cuales de una u otra forma habían afirmado el trastorno neuropsiquiátrico.

La doctora plagada de demonios afirma que oye voces, su vida fue un catálogo de traumas, abusos sexuales y enfermedades mentales intergeneracionales, que la llevaron a numerosas aventuras amorosas condenadas, relaciones tóxicas y escándalos.

—Ya me estoy muriendo por enterarme de lo que va a pasar — decía entre susurros la doctora Natalie a Samantha, dejando de lado a Anthony que estaba encerrado en su teléfono — ya esto lo he visto antes, apostaría la fortuna que no tengo de que el marido está igual de loco que su esposa.

Anthony no estaba en el teléfono por placer, leía la enciclopedia de enfermedades que había estudiado en el sexto año. Nunca había tenido un empleo fijo, no tenía para comprar los caros libros y nunca antes había recibido ayuda de sus padres... ¡Estaban tan ocupados que ni siquiera se acordaban que tenían un hijo! Pocas veces lo llamaban para felicitarlo por su cumpleaños, simplemente al cumplir los 18 años Se olvidaron de su existencia, y el pobre Anthony había aprendido a vivir con esta ausencia de fraternidad.

Se enteró de que ella había leído todo lo que él había escrito, mientras se debatía entre la vida y la muerte producto de una hospitalización pronunciada por diabetes mellitus…, más de trescientas páginas de manuscrito formaban el guión de la mañana. Él no había completado con las letras que faltaban en las últimas páginas. Su esposa lo había
hecho con su enfermiza imaginación.

El esposo la llevaba encadenada de manos y con ayuda del oficial Braulio. Obviamente nuestro ladrón de abrazos aprovechó la ocasión para saludar gentilmente Samantha y desbordar sobre ella todas las muestras de galante cortesía imaginables. Su uniforme estaba pulcro, sus insignias brillaban como oropeles, su sonrisa tenía algunas caries, Pero eso no empañaba su altruismo y su belleza de alma.

—Me retiro Doctora, espero pase buen día — sonrió y se dispuso a retirarse.

—No se preocupe oficial Muchísimas gracias — Respondió la Doctora Natalie mientras la puerta se cerraba de golpe.

Cardiopatías y EscalofríosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora