Carta Grotesca Con Eminente Hidalguía Desdeñada

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I

Anthony Edwards.

Desde que llegó se había sentado con la cabeza apoyada entre sus piernas, y
las manos juntas, entrelazadas, como si rezara al Omnipotente, Y cada vez que alzaba la mirada sus ojos se enjugaban en lágrimas; luego de ver el
ecosonograma que le habían practicado, mandé inmediatamente a sus padres a que buscaran a una enfermera para tomarle una muestra de sangre y practicarle todos los exámenes preoperatorios, quedándome yo solo con ese
muchacho entre multitud de personas que se tropezaban unas con otras.

De repente me acordé de una historia que tenía mucho tiempo escondida, y que Santiago José siempre quiso de entrometido leer, pero nunca lo dejé. Lo que leerán a continuación era la viva imagen del hospital ese domingo... Pero lo más extraño era que lo había escrito el Mismo Santiago José, pero era como si ese recuerdo estuviera bloqueado en su mente:

CARTA GROTESCA CON EMINENTE
HIDALGIA DESDEÑADA

Padre:

A tus 54 años y a los 13 míos; donde la vejez no se asemeja En lo absoluto con la juventud, no Estoy En mis cabales y ni siquiera me llega una razón ni una certeza por la cual yo te esté escribiendo esta carta que sé que no leerás jamás, porque algo me dice que cuando la acabe de escribir no tendré el valor para entregártela, ni aun secretamente; y lo aseguro con una dolorosa sinceridad que arderá entre las llamas del olvido mientras un maldito agrega leña para avivar el fuego.

No tengo una razón ni nada concreto para decirte, pero si escribo (o trato de recordar con mis cansadas palabras presas de rencor) es para no olvidarte... Para no olvidar tus llegadas al mediodía en la casa que construiste con el sudor de tu frente, y
en la cual rehusaste vivir; tu mirada exhausta, tu cara y expresión risueña impregnada de sudor que secabas con tu gorra, tu singular bolso que te acompañaba a todos lados a donde tu caprichosa mente te llevaba, y tus lentes oscuros que de alguna u otra forma te daban cierto aire de grandeza.

Tu entrada ya triunfal se daba con tus ya acostumbradas quejas sobre los altos precios y el costo de la vida, mientras mi madre te quitaba los zapatos y llevaba tu ropa a la lavadora.

...

Dicen que hay diversas razones por la cual un niño necesita un papá, aunque el mío lo único que hacía era dañar mis aspiraciones... yo estando dotado de diversos talentos ya
inusitados con la apertura de la era contemporánea, no lograba
complacer a mi padre; así como los brujos son condenados a quemarse en la hoguera y las jóvenes al actuar en cine son consideradas Jezabel, mi padre me condenaba a seguir sus
preceptos ebrios de finanzas que según él era la fórmula de la
felicidad.

El Doctor Anthony, como muchos le decían, se indignaba tanto en que yo fuera escritor y menos estudiase
locución, y asimismo iba con el dibujo y la educación, ya en mí
adolescencia me lo recordaba con más fervor que se volvía
gradualmente una obligación.

"Los hijos adolescentes parecen
los más difíciles de educar, pero si lo logras, tus enseñanzas
duraran para toda la vida"

Y así era con mi padre, la única
diferencia era que sus enseñanzas no instruían, sino que destruían y me hacían sentir una exagerada y retorcida arrogancia que a la vez era rebeldía, así como una resignada
renuencia que daba por fruto una malévola esperanza que no era ni
buena ni mala, sino algo que me fue alejando poco a poco de mi padre.

Cardiopatías y EscalofríosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora