09

38 2 0
                                    

Ram me aconsejó que regulara mi horario de sueño, a pesar de eso, mi reloj indica ser las once con cincuenta, y no he podido dormir.

Siento el cuerpo cansado por la energía que gasté ordenando todo, cené hace tres horas, la barriga me está comenzando a gruñir de nuevo.

La planta de mi pie derecho arde cuando tomo el impulso para empezar a caminar.

Reprimiendo una queja, me dirijo a la puerta. Ram me dijo que me ayudaría a pintarla, espero que se vea mejor entonces.

El pasillo estaba silencio, tenuemente iluminado por luces LED estratégicamente ubicadas en las esquinas superiores.

Ignorando eso, pues tenía muy buena vista, estiro mis piernas acalambradas para prepararme para robar un bocadillo nocturno.

Me detengo cuando dos voces femeninas resuenan a lo largo del pasillo; decido esconderme.

Eran Azuhh y Mero, murmurando discretamente, aunque no por eso dejaba de escucharlas.

—Sí, es como una especie de «leyenda» —le dijo Azuhh a la rubia.

Mi estrategia consiste básicamente en quedarme quieto, pegado a la pared, varias puertas luego de las suyas. Con suerte, no se darían cuenta.

—Podría hacerlo sonar terrorífico si quisiera —continúa la castaña—: me han contado que se pasea de vez en cuando a estas mismas horas, precisamente; yo sólo me lo he topado unas cuantas veces, pero, ya sabes, finjo que no y no pasa nada. Es muy incómodo, fantasmagórico, incluso.

—¿No me ha pasado eso, sin embargo? —Ambas detienen el paso frente a la puerta de Azuhh. Las antenas de Mero vibran y ella hace un gesto que no logro a ver— Pero no debería confiarme, entonces —Azuhh, cruzando el umbral de su habitación, deja escapar una risa muy cargada de ironía—. Buenas noches, Zuhh.

Con un abrazo muy breve y cuatro besos en las mejillas, intercalados y furtivos, se despidieron una de la otra.

Si antes me había sorprendido de Ram, ahora me también lo estoy por Mero. ¿Por qué de pronto todos se acercan tan íntimamente?

Me mantengo inmóvil esperando que ella decida dejar de mirar la puerta de Azuhh como si fuera a volver a abrirse. Pero no lo hace.

En cambio, se da la vuelta lentamente, mirándome en la oscuridad.

Viéndome descubierto, balbuceo incoherencias intentando explicarme. ¿Qué tal si sólo regreso y no digo nada?

—Hm —hace un ademán con la mano, indicando silencio—. Así que eres tú, capitán —todo rasgo de su amigable voz desapareció, reemplazado por un aire socarron y engreído.

—¿Capitán? —pregunto con la boca seca.

—Como Capitán Garfio, claro —repone, recargándose en la pared.

—Me parece que no te sigo —admito confundido.

Pone los ojos en blanco y chasquea la lengua, como si le aburriera mucho la situación.

—¿Por qué están despiertas a esta hora?

—No lo sé —me escaneó de arriba hacia abajo, con un brillo ambarino en sus ojos miel—. ¿Se supone que eso lo preguntas tú?

Bastante insoportable y maleducada.

—Te gusta pasarte por estas horas porque no hay nadie y puedes cumplir tu sueño de no volver a ver a nadie, ¿no? Me sorprende que sepas hablar, a este punto pensaría que te habías muerto si no fuera por la caridad (o lástima) que te tienen.

—¿Eh? —la miro desorientado— No... Yo no...

—De casualidad recuerdo tu nombre —continúa sin inmutarse—; no esperé de ti más que del resto, aún así te encargaste de llevar mis expectativas a negativo.

»Yo, específicamente, no he sufrido ni una pizca por eso; no llegué a conocerte demasiado, tampoco me interesa hacerlo ahora. Estoy segura de que si lo hubiese hecho antes tendría que volver a hacerlo ahora. No tienes ni idea de lo que se siente llegar un espacio seguro y lleno de vida, y que por actitudes, idiotas, como las tuyas, se deteriore. Todos tratabamos de seguir adelante, pero tú hundías cada vez más el barco, aún sabiendo que el timón era tuyo. Todos confiábamos en ti, nos equivocamos, por supuesto.

Su voz se endurece con cada palabra, como golpeándome cada vez más fuerte.

—Todo se hacía pesado, tal vez nadie de los que duerme en esas habitaciones te olvidó; Alexy se pasea por este pasillo por las mañanas cuando oye algún ruido; Ram te trae comida todos los días, aún cuando no es su obligación hacerlo, se aparta a veces, tomó tu timón por el bien del grupo, apagaste su brillo.

»Los heriste. Nos heriste. Sí, vaya, lo hiciste. Logramos establecernos en algo medianamente decente, entonces vas —su rostro se ensombrece— y tiras la bandeja de comida en medio de las escaleras. ¡Maldición!, ¿¡qué es lo que ocurre contigo!?

Su grito retumba por el pasillo que entonces parece extremadamente angosto.

Retroceso lentamente, con los ojos anegados en lágrimas de culpa.

Soy un completo monstruo egoísta.

La puerta de otra habitación se abre bruscamente, una figura sale como un rayo.

—¿Mero? —la voz de Ram llega a mis oídos— ¿Estás bien? —se vuelve a mí— ¿F-Fran?

—¿Ves? Nos alteras a todos y te encanta pensar que somos nosotros los malos —la rubia me dedica una última mirada de resentimiento—. Estoy bien, cariño, buenas noches.

Se da la vuelta deliberadamente y entra a su habitación.

Lo único que soy capaz de hacer es mirar a Ram.

Y él me corresponde una mirada cargada de lástima.

—Buenas noches.

Me quedo plantado allí hasta que, avergonzado, se marcha.

Me regreso también yo a mi habitación. Ya no tengo hambre.

💜

... Gracias por leer.

¡Han Pasado Muchos Meses! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora