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Mi cama jamás se había sentido tan incómoda como ahora, que, aún estando sólo sentado sobre ella, parece arremeter sus resortes contra mis piernas y extremadamente amorfa.

Me costó un rato salir de mi estado de estupefacción, y entonces comprendí que no valía la pena seguir sentado allí.

Así que me levanto a apagar la luz y, con la planta del pie escociendo, las heridas tirando hasta mi talón, y los ojos picando por las amenazantes lágrimas, me derrumbo sobre el frío colchón bajo las mantas.

Mero: aquella chica que habíamos conocido recientemente, llena de vida y de una picardía divertida, atrevida y amigable.

Y honesta.

Vaya que había sido muy honesta.

Poner en duda cualquiera de las palabras había dicho minutos antes era una estupidez que nadie podría hacer.

Ella simplemente dijo todo lo que pensaba de mí, y tenía toda la razón.

Nunca habría pensado que mi ensimismamiento quebraría el grupo, ni la carga que eso supondría para todos, para Ram, y el dolor de los más allegados, como Alexy.

Y más que nunca pienso en que soy egoísta; en las cosas que preferí dejar para después, siento prioridad más que nunca. Ellos confiaban en mí, todos ellos, Mero lo había dicho, ¿y yo que les di? Nada.

Esa era la verdad: no les había proporcionado nada.

Y la idea de poder hacer algo ahora era lejana y muy imposible.

«Los heriste. Nos heriste. Sí, vaya, lo hiciste. Logramos establecernos en algo medianamente decente, entonces vas y tiras la bandeja de comida en medio de las escaleras. ¡Maldición!, ¿¡qué es lo que ocurre contigo!?»

Debe ser horrible intentar vivir así, ignorando la sombra de una esperanza perdida, darte cuenta que ya nada volverá a ser como antes. Y, tal como ellos, sería esa también mi realidad.

No puedo respirar bien.

El llanto brotaba de mí como el agua de una cascada, rompiendo en mi garganta y asfixiado por la almohada contra mi rostro.

La frustración iba en aumento.

¿Por qué lo hice?

¿Cuáles fueron mis motivos?

Ni siquiera yo lo sé, y eso es lo que más me abruma.

¿Podía no haber una razón?

Eso me convertía en peor persona.

Muy en el fondo, lo merezco. Un frío hilo de dolor me atraviesa, pero no me detengo por más que el vacío se apodera de mí.

Lo merezco.

Esta miseria es lo que merezco.

💜

Gracias por leer.

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