Viviendo sin tu amor

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2021

Marco había aceptado su destino y por esa razón fue hacia la tormenta que lo estaba buscando. Por el contrario, Allegra se negaba completamente a la idea de perderlo, por lo que se aferró a él para acompañarlo adónde sea que fuera. Pero de nada sirvió, sólo él desapareció. Se había ido por el brazalete y Allegra no se imaginaba cómo haría para seguir adelante sin el amor de su vida. Perderlo de una forma tan cruel como por las exigencias de un brazalete mágico era algo que no se podía perdonar. No podía perdonarse no haber podido ayudarlo para ser felices juntos.

Aquella noche en la que lo perdió, se quedó en esa terraza llorando. Y Félix no pudo hacer nada por ella, ya que no quería ningún consuelo. Fue hasta después de unas horas que ella no pudo llorar más y aceptó volver a casa. Su mamá la estaba esperando y cuando la vio así, se preocupó muchísimo por su hija. Pero Allegra no dijo ni una palabra y sólo subió a su habitación, donde se pasó aislada unas semanas.

No comía mucho, y creía que por esa razón había comenzado a sentirse mal.
Félix: ¡Allegra! Te estás enfermando vos sola - le dijo cuando fue a verla -, no podés vivir así.
Allegra sólo le dio la espalda acostada en su cama.
Félix: Sé que te duele mucho que Marco no esté... Pero no podías salvarlo.
Ella se levantó de golpe y se sentó al borde de la cama.
Allegra: ¡Vos dejaste que se fuera! - comenzó a marearse por haber hecho ese movimiento.
Félix: Sé que pude haberlo ayudado más, pero no teníamos tiempo. Era imposible que se liberara de la maldición.
Allegra comenzó a sentirse peor y terminó vomitando.
Félix: Por favor, tenés que comer - Le acercó la bandeja que había traído -. Estás muy mal.
Allegra: Sí, estoy muy mal - reconoció, muy triste -. Pero no puedo estar bien. Yo lo necesito conmigo.
Félix veía las lágrimas caer de los ojos de Allegra y comprendía, pero seguiría intentando que pudiera sanar.
Ella le pidió que se fuera, pero le juró que comería lo más que su cuerpo le permitiera, ya que hasta ver la comida le daba náuseas. No sospechaba que ese malestar no era solamente por su propio dolor, sino que eran los síntomas de su embarazo.
Allegra lo descubrió unos días después al hacerse la prueba. Ese bebé era la parte de él que la acompañaría para siempre y eso la hizo llorar mucho, pero con muchos sentimientos más mezclados.
Caterina llegó a su casa y escuchó a su hija llorar a más no poder en el baño.
Caterina: ¡Allegra! ¿Qué pasa? Abrime, por favor - se desesperó.
Unos segundos después, ella le abrió la puerta e inmediatamente se abrazaron.
Cuando por fin se calmó, tuvo que contarle la verdad.
Allegra: Estoy embarazada, mamá...
Caterina: ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡¿Quién?!
Allegra: No quiero hablar de eso... - se angustió de nuevo - Él... murió hace poco - y lloró otra vez.
Caterina: Lo lamento - la abrazó -. Pero aunque él no esté, no estás sola. ¿Sabés?

No fue nada fácil para ella vivir esa experiencia sin Marco. Siempre necesitó de sus abrazos, sus besos, sus palabras. Necesitaba que le cantara para sentirse mejor. Pero no estaba.

Desde que se enteró de que tendrían un hijo, ella hizo todo lo posible por cuidarlo y cuidarse. No podía seguir hundiéndose en su miseria, debía ser fuerte para afrontar cada nueva cosa que se avecinaba. Muchas veces aunque lo intentara, no podía dejar de dolerle su ausencia, pero lo ocultaba lo mejor posible.

Cuando llegó el momento de dar a luz, se llenó de miedo. Y sólo imaginarse que él estaba con ella, tomándole la mano y acompañándola, le dio la fuerza suficiente para lograrlo. Al irse también de su mente, ella volvió a sentir un vacío, que desapareció cuando escuchó el primer llanto de su hija.

Desde el segundo en que llegó a su vida, Clara estuvo ahí como una luz, ayudándola a seguir adelante. Ella sentía que la mejor forma de evitar el sufrimiento era viviendo su vida junto a su hija, pero fingiendo que todo lo que había vivido desde que encontró el brazalete nunca había pasado.

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