Epílogo: Dos años después

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Me gustaba tener una vida completamente controlada. Odiaba lo inesperado, los cambios innecesarios, los días sin planificar. El azar era mi peor enemigo, y los números dentro de mi cabeza se habían convertido en los únicos que podían comprenderme.

Sin embargo, cuando Rebecca llegó a mi vida, me di cuenta de que podía olvidar las cantidades unos momentos, pues cuando quisiera regresar a ellas seguirían allí.

Rebecca me había enseñado a ver el lado incontable de la vida.

Cuando ella se marchó no perdí esa capacidad. En realidad, comenzó a reforzarse.

Había vendido mi departamento de toda la vida por uno dos pisos más abajo. Ya no revisaba mi cerrojo seis veces antes de salir de casa, pues sabía que con tres sería suficiente. Tampoco regresaba para comprobar si había olvidado algo. Ya no corría para llegar al Body Rock Café e incluso me detenía para saludar a las aves. Al entrar al café lo hacía solo una vez, y saludaba a Heidi tanto como ella quisiera.

De repente mi vida se basaba en números que podían variar.

- ¿Ninguna señal de ella? - Preguntó Apinya, quien ahora tenía quince años y ya no estaba tan locamente obsesionado con mi jefa. Era el único de todas las personas que conocía, incluyéndome, que creía que Rebecca podría regresar.

- Sabes que la he buscado durante estos dos años, Apinya. No hay ninguna señal ni la habrá.

Era cierto, por supuesto.

Intenté encontrarla con todos los medios que conocía, pero ella parecía haberse esfumado. Rebecca era como un buen sueño que había acabado demasiado pronto, como una mariposa perdida en el cielo, como el sol que se esconde tras las montañas solo para aparecer en otro lugar del planeta.

Incluso había intentado contactar a la madre de Rebecca para saber un poco sobre su paradero, pero ella sabía menos que yo. Tampoco era como si le importara.

- Supongo que lo tuyo con Rebecca está destinado a terminar de la misma forma que lo mío con Heidi.

- ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo? - Hice la pregunta siete veces, pues era ese su número favorito.

- Siendo demasiado bueno como para hacerse realidad.

Y Apinya tenía razón, porque Rebecca era más de lo que cualquiera habría esperado, y mejor de lo que cualquiera habría merecido.

- ¿Y cómo eres feliz con eso?

- ¿La has visto sonreír cuando está con Heng?

Puede que la relación de mi jefa con el maestro de música fuera más seria de lo que creía, y en ese momento estaban preparando su boda. Yo estaba invitada seis veces, pues Heidi sabía lo mucho que yo amaba ese número.

- Soy feliz sabiendo que ella lo es, así que tu deberías pensar lo mismo.

Pero, aunque lo intentaba, no podía hacerlo.

Mi situación era distinta la de Apinya, pero no quería decírselo. Él nunca había tenido una oportunidad con Heidi. Yo, en cambio, había desperdiciado la mía siendo demasiado idiota.

Pensaba en ella seis veces al levantarme y antes de irme a la cama. Era esa la única rutina que se mantenía invariable en mi vida.

Me preguntaba si estaba sana, si era feliz, si había encontrado a alguien más.

Me preguntaba si los pajarillos aun le hablaban, si las rocas le deseaban un buen día, si los fantasmas seguían apareciendo en lugares repentinos y si seguía pensando en quien una vez ella llamó señora Luna.

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