Capítulo 2: Confuso.

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¿En qué me quedé?

Oh, ya recordé, en mí negación. Tan mentirosa fui conmigo misma, realmente lo fui.

Nuevos proyectos, nuevas experiencias, fijaciones en otras personas, ídolos ficticios. ¿Sabes cuánto tiempo tuve una fijación por Jenna Ortega? Yo tampoco lo sé.

Quiero decir, ¿Cuántas veces me fingí en un sentimiento confuso?

Eso era lo que era, un sentimiento confuso, uno que siempre dudé, y a la fecha confundo con una obsesión qué intentó controlar, porqué no quiero una obsesión sucia, quiero una obsesión casta, aunque... No sé sí exista algo así.

Sólo sé que sí se trata de una obsesión, me prepararé para perderte; obligar a otros a amar a muchos otros no es mí razón, y sí mi corazón nunca fue tomado, lo aceptó. No soy una persona que busqué lucha, prefiero resguardarme debajo de la ducha más fría que encuentre, hasta olvidar lo que realmente me importó en un punto: olvidarte.

Esas vacaciones fueron de trabajo duró: escribir para otros es complicado, el deber carcome y el olvidar que debes escribir es alentador. Me he desahogado leyendo comentarios, feliz de mis trabajos pero nunca fue suficiente cuando esa era mí distracción, una que hice realidad para no pensar en los confusos sentimientos que me acecharon por todo ese tiempo; ni siquiera logré plasmar mi confusión, no lo quise hacer. Hasta el día de hoy.

Creo que no me atreví a mandarte ese mensaje, no quise darte las felices fiestas o quizás lo hice, nunca lo podré recordar. Sé que el ejercicio con el tío Lucas me distrajo por tiempo limitado, hasta que el mirarte de nuevo en esos pasillos fue mi mayor crimen.

Simples flechazos, pero tenía algo de ti: un permiso. No uno como tal más sí formal. Te pedí el consejo de hablar, me atreví a preguntar sí podía conocerte mejor, una amistad sincera porque un amor nunca podría intentar. Y aquí estamos, hablando en la lejanía cuando el tiempo se nos da, y hablando en nuestra presencia cuando el incómodo placer de la falta de conversación nos aqueja.

No soy cupido, no soy una persona que tenga el misterioso talento de engatusar, no soy capaz de coquetear en persona porque soy un desastre total. Tantos temas por discutir, tantas risas por formar, y la única respuesta que obtengo del revuelo de mí mente es el único valor que nunca me agrado, blanco.

Me agrada tú entusiasmo por continuar la conversación y me odio por ser la persona más lenta para responder, por pensar.

Me dije qué nunca estaría en ese punto, no otra vez, pero aquí estoy, intentando conquistar tú corazón con la vaga esperanza de un corazón armonioso. No soy romántica leal, lo sé, pero lo intentó.

Siento vergüenza de mí misma, porque ahora soy la persona más obvia. Pero ese era el sentido, ¿No? Ser obvia con mis intenciones para averiguar sí en ti encuentro el mismo interés, pero vamos, ¿No sueno estúpida?

No puedo parar de mirarte a lo lejos, tan descarada soy. Me gusta ver tu cabello, se mira sedoso, ¿Puedo tocarlo?

Oh, diablos, también me gusta ver tus ojos, me gusta ver la profundidad en ellos, me agrada cuando se achican cuando ríes por mis tonterías o por la de los demás. No soy celosa, sé que yo no soy la única persona que puede hacerte reír. Realmente, ¿Soy celosa?

Quizás te miré abrazar a una amiga tuya, Yoko, pero no me molesté por ello, al contrario, la envidié porque yo quiero llegar a hacer lo mismo, sentir tú calor y sí me lo permites, escuchar tú corazón.

Lástima que sobre pensar no me permite pedirlo. 

[WEDNESDAY] El saber de conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora