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KILLIAN

—¿¡Qué cojones te crees que es esto!? —Gritó el bastardo en mi oído—. ¿¡Un puto juego de niños!?

Iba a matarlo. Iba a matar a Artem, por chivato y bocazas. El muy hijo de puta le había dicho a mi padre que iríamos a una fiesta esa noche. Nada más terminé el entrenamiento con Caruso, me fui directamente a mi habitación. Entonces, Artem llegó para recriminarme absolutamente todo lo que estaba haciendo. Era el que más le lamía el culo a mi padre y también el que más le temía.

—No te preocupes, no es para tanto.

—Killian, ¿tienes idea de dónde te estás metiendo? —Preguntó con advertencia en la voz. Me limité a quedarme en silencio—. Eres mi hijo. El futuro Vor de la Bratva. Te infiltré en la UICT por una sola razón, algo que deberías haber concluido hace ya días. ¿Y ahora te vas a una fiesta con la hija del enemigo de tu padre?

Y, aunque me costase reconocerlo, tenía razón. Cerré el puño sobre mi regazo tratando de no decir algo que pudiese condenarme a muerte súbita. Decidí hablar tras haber meditado bien mis palabras y desinstalar la bomba que haría explotar de ira a Vitali.

—Dentro de una semana tenemos un operativo. —Debía ser cuidadoso con lo que decía, ya que las misiones y la información eran secreto profesional y ningún soldado debía sacarlo a la luz en ningún momento, aunque yo no era uno de ellos. Solo hacía como si lo fuese—. Las Vegas. Vamos a por un ruso.

Pude incluso intuir el ceño fruncido de mi padre cuando le comenté que íbamos a por la Bratva.

—¿Así que piensas ir a por tu propio padre? —Me quede callado, sin saber qué decir, pues de nuevo tenía razón—. Ese es mi hijo. Nada de sentimientos, nada de emociones. Tan solo instinto. ¿Cuándo partís?

—La semana que viene—. Respondí mirando hacia la puerta, con la sospecha de que alguien estaba detrás escuchándolo todo—. El mismo hotel que él.

—Pensaba llamarle, ¿sabes? —Tragué grueso cuando escuché algo, o alguien, en el pasillo. Mierda—. Pero prefiero ver de lo que eres capaz. Al fin y al cabo eres el hijo del Vor.

Puse los ojos en blanco ante su afirmación, cosa que ya empezaba a dudar con creces. El parecido podía ser considerable, pero éramos muy diferentes. Mi padre era un hombre sadico, de muchos recursos, un vividor. En cambio, yo era su mero títere. Solo hacía todo eso por una razón.

—¿Qué tal está mamá? —Me atreví a preguntar—. ¿Cuánto llevas maltratándola?

La voz de Vitali emitió un sonido parecido a una carcajada. Fruncí el ceño, ¿qué coño le hacía tanta gracia?

—Tu madre está estupendamente. No le falta de nada, vive como una reina.

—Como me mientas te juro que te pego un tiro en la nuca.

—No jures, es pecado. —Respondió tan oreado, como si le importase una mierda lo que decía o dejaba de decir—. Ve a divertirte, quizá tengas la pequeña y mínima oportunidad de acabar con la vida de esa estúpida.

Colgué antes de seguir escuchando más gilipolleces por parte de mi padre. Me dirigí a la puerta convencido de que alguien había estado escuchando, y rezaba a los dioses para que fuera Artem quien estaba ahí fuera. Si alguien se enteraba de todo esto, estaba literalmente muerto. Intenté hacer el menor ruido posible para que la persona tras la puerta no saliese despavorida. En dos pasos conseguí abrirla de un tirón, haciendo que quien estaba espiando se cayese de bruces delante de mí. La cabellera rubia larga y las uñas postizas me dieron una pista.

—¿Qué haces? —Pregunté con dureza.

Jade se levantó de un salto intentando aparentar que no sabía de qué estaba hablando. Primero me espiaba y luego me trataba de loco. La cogí del brazo para sacarla de mi habitación, cuando ella me agarró pasando los brazos alrededor de mi cuello. Ulises gruñía a mis espaldas, pero la chica no se inmutaba lo más mínimo.

SIENNA CARUSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora