¿Por qué?

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Todo empezó en una solitaria, tranquila, bella y normal noche otoñal, bueno podía haber transcurrido "normal" como todas las anteriores noches, pero algo nuevo y diferente sucedió, y no estábamos preparados para combatirlo. No recuerdo muy bien como ocurrió o como fue. No recuerdo como aquella noche tranquila y solitaria pasó a convertirse en una noche llena de gritos desgarradores, sonidos de disparos y chillonas bombillas rojas y parpadeantes repetían todo el rato la palabra "alarma".

Siempre me había preguntado que encerraban con tanto empeño en la "habitación de cemento" A veces cuando pasaba cerca de ella podía sentir que alguien me vigilaba aunque ésta no tuviera ventanas y por alguna extraña razón, llegaba a sentir un escalofrío por la espalda cuando me acercaba demasiado. Mi padre era el único que entraba sin armas, pero llevaba con él a un escuadrón de 10 hombres bien armados hasta los dientes que se quedaban a fuera apuntando firmemente lo que hubiera allí dentro. Después de pasar unos minutos salía con las manos "pintadas" de color rojo y en una de ellas un frasco pequeño que contenía la misma "pintura" de las manos. Por último, cerraban la puerta y pasaban meses hasta que nuevamente la volvían abrir y hacía el mismo procedimiento. Después de tantas dudas que se me acumularon en la cabeza y parecía que jamás me lo iban a contar, por fin...el misterio se había resuelto.

-Nico quédate aquí y no salgas bajo ningún concepto ¿Entendido?-decía mi padre escondiéndome en uno de los tubos negros que utilizábamos para los líquidos tóxicos u otras cosas peligrosas como ácido sulfúrico o Acero caliente. En el que me metió no lo habían utilizado aún porque era nuevo.

-Sí, papi-asentí viendo como él se alejaba con unos hombres que llevaban batas blancas y armas blancas igual que él.

Cuando todo esto ocurrió yo solo era un niño de 4 o 5 años. Era un niño inocente y estúpido que no entendía lo que pasaba a su alrededor. Mi color de piel era rosada, Tenía el pelo corto y de color marrón. Era un niño flaco, aunque comiera, comiera y comiera nunca engordaba. Mi padre pensaba que no comía lo suficiente y me hacía comer el doble jeje...

En resumen, era un niño del montón. La única diferencia del resto de los demás niños del mundo o casi del mundo eran mis ojos. Hay una gran variedad de colores en el iris de los ojos: unos son marrones, otros son color miel, otros son azules, otros son negros y otros son verdes. Yo era del tipo del color de los ojos verdes. Decían que era como ver dos pequeñas esmeraldas brillar con todo su esplendor y pureza. 

No lo entendía y sigo sin entenderlo. Por culpa de mis ojos, los empleados, tanto hombres como mujeres del laboratorio, se quedaban embobados igual que cuando le enseñas una golosina a un perro y lo peor era cuando se me acercaban. Ellos me miraban con deseo, envidia, lujuria y desesperación por tocármelos, por poder tenerlos en su poder y para que solo fueran suyos y nada más que suyos. En la mayoría de estas ocasiones, mi padre tenía que intervenir para que no me lastimaran. Sinceramente, odiaba mis ojos.

De repente una explosión cerca de mi posición hizo que me cubriera la cabeza. Después escuché pisadas rápidas que se paraban en seco. Como todo un niño curioso, saqué poco a poco la cabeza de mi escondrijo y entonces lo vi a él. Nunca había visto nada igual. Era negro, muy negro, más negro que el Universo y un Agujero Negro juntos. El pelo de su cabeza era largo, frondoso y salvaje. Tenía marcas de heridas por todo su cuerpo, unas garras largas bañadas en "pintura" roja, unas patas con uñas arqueadas como la de los velociraptors, una larga cola también bañada en "pintura" roja y unos largos y retorcidos cuernos de color castaño oscuros bellícimos . Aquella criatura era alta, muy alta y sin mencionar que estaba arqueada. Podía hasta verle la columna vertebral. Sin darme cuenta había captado su atención. Su mandíbula era ancha, de las comisuras de su boca le sobresalían dos largos, retorcidos y puntiagudos colmillos que brillaban a la luz de las lámparas y sus ojos, más bien su ojo derecho, el ojo izquierdo lo tenía tapado por el flequillo y por el que goteaba líquido de color carmesí, era de color rojo como la sangre.

Experimentos (Actualizándose)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora