𝘾𝙖𝙥í𝙩𝙪𝙡𝙤 𝙓𝙓𝙄𝙑

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La fina tela de la corbata color negro adornaba las delicadas muñecas de Stella que mantenía una ligera sonrisa, su cuerpo tendido sobre la cama solo era adornado por una bata de seda de un elegante color vino que ocultaba inútilmente sus pechos y...

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La fina tela de la corbata color negro adornaba las delicadas muñecas de Stella que mantenía una ligera sonrisa, su cuerpo tendido sobre la cama solo era adornado por una bata de seda de un elegante color vino que ocultaba inútilmente sus pechos y feminidad, Cillian sonreía al terminar de cerciorar el agarre que había incrementado sobre las muñecas de la mujer.

―¿Desea esto, señorita Murphy?― preguntó el hombre jugando con la tela que cubría los redondos pechos de la mujer.

―Es lo que más deseo, profesor Murphy― respondió Stella con un tono que lograba hacer suspirar a Cill.

―¿Y desea esto también?― luego de su pregunta Murphy acarició alrededor del pezón izquierdo que se encontraba erecto seguidamente atrapó aquel botoncito de un tono rosa para pellizcarlo, como reacción obtuvo un suspiro de la rubia― Me complacerá tenerla de esta manera, hasta que no quede espacio limpio de su cuerpo con mi firma plasmada.

―Oh, Cillian― gimió, producto de otro pellizco, seguidamente el otro pezón recibió atención, siendo masajeado por los largos dedos del ojiazul.

―¿Cillian? ¿Será así ahora?― la reciente pregunta vino acompañada de un azote dejado en el muslo de la rubia que ni siquiera le dió tiempo de quejarse, Murphy movió el cuerpo sin molestia alguna, dejándolo boca abajo y llevándolo a una posición nueva que, el trasero quedó totalmente expuesto.

Murphy quedó de rodillas sobre la cama y entre las piernas de Stella, su camiseta la había dejado desde el primer momento que besó a la mujer, aún sus pantalones se mantenían. Humedeció dos dedos que rápidamente llevó a la feminidad de la mujer y no demoró en penetrarla con éstos― Te gusta ser tratada como una cualquiera, ¿No?

Stella mordía su labio inferior ante los movimientos de los dedos del ojiazul en su interior, desvergonzada asintió ante la pregunta.

―Quiero escucharte, Stella― ordenó Murphy, sacando los dedos y dejándole un azote en la blanquecina piel del trasero de la mujer― ¿De ésta manera te gusta ser tratada?

―Sí, señor― respondió apenas audible, su feminidad comenzaba a doler― Entra en mí, por favor...

―Te lo concederé― dijo con una sonrisa ladina, el ojiazul bajó un poco aquella tela liberando su pene notablemente erecto, del bolsillo de atrás sacó un preservativo que de inmediato abrió con los dientes y escupió parte del paquetito color plateado. Al ponérselo alineó la punta de su pene justo entre las nalgas de Stella, conectando con facilidad con la entrada y lentamente se hundió en su interior.

La rubia se sujetó difícilmente de la cabecera, no había tenido preparación alguna y sentía dolorosamente aquella intromisión― ¡Cillian, duele!― chilló.

El nombrado le restó importancia y comenzó con embestidas rudas, apoyándose de aquel frágil cuerpo y sujetando por momentos con fuerza aquellos cabellos rubios.

𝙄𝙣𝙣𝙤𝙘𝙚𝙣𝙘𝙚 › 𝘊𝘪𝘭𝘭𝘪𝘢𝘯 𝘔𝘶𝘳𝘱𝘩𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora