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Lo que estaba a punto de hacer Cillian era inmoral, desde el comienzo de las primeras palabras fuera de lo académico, todo estaría en contra de sus principios, y aún así continuó.
Durante la clase compartió miradas con la señorita Landow, era curiosa su torpe manera de disimular, estaba seguro que hacía su mejor intento.
Por suerte la hora se había acabado muy rápido, el salón se quedó totalmente vacío en menos de un minuto y ningún alumno se acercó para preguntarle sobre el tema de hoy, el hombre tenía sus pertenencias ya guardadas y estaba colocándose el abrigo tweed largo hasta que entró la persona que estaba esperando.
—¿Le he hecho esperar demasiado?— Arabella estaba avergonzada, en sus palabras se notaba.
Negó para luego hacerle una señal de que cerrara la puerta, la joven obedeció de inmediato y se acercó al escritorio.
—¿Con quién vive, señorita Landow?
—Bueno, vivo sola, con mi gatita solamente, ¿Por qué?
Antes de responder, Murphy asomó el reloj inteligente que estaba sujetado a su muñeca izquierda al echarle un vistazo a la hora asintió.
—¿Me haría una invitación a su casa? Hablar del tema de ayer acá no es muy adecuado.
Arabella rió casi incrédula— ¿Y creé qué haciéndole una invitación a mí casa sería lo adecuado?
—¿Por qué no? También doy tutorías privadas.
Y con esas palabras el hombre comenzó a caminar saliendo de aquel lugar y la chica no dudó en seguirlo, por supuesto que trató de no ser tan evidente. Al estar en el auto y observar como hacía ésta para subirse sin levantar sospechas le hacía querer reír.
—Ya está, no fue difícil, señorita Landow.
—¿No fue difícil? — bufó— Por supuesto que lo fue, espero que nadie haya visto.
—Bien, usted manda.
—Como sí fuera cierto eso— soltó con ironía.
Aunque, lo que decía no estaba fuera de la realidad, era cierto.
El camino había sido silencioso, se demoraron un poco en la vía ya que debido a la hora todos estaban saliendo de sus trabajos, por un momento a Cillian se le hizo interminable y la paciencia se le agotaba.
Sí le pedían describir la casa de su alumna respondería que es pequeña, pero limpia, no había ningún rastro de desorden y era curioso ya que, vivía sola y tenía libre albedrío.
—En el salón se veía muy conversador, ¿Ha sucedido algo, profesor Murphy?— la joven se deshizo de su bolso y tomó asiento en el pequeño sofá.