Chapter I

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Jungkook  se abrigó más y bajó el Stetson, mientras salía

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Jungkook se abrigó más y bajó el Stetson, mientras salía. Bajó por el sinuoso pavimento hasta el buzón, con el rostro entumecido por el áspero viento. El invierno acababa de comenzar y él ya estaba inquieto. La casa estaba silenciosa, alojando solo a él y a sus dos hermanos, hasta la próxima temporada de caza, cuando se llenaría de clientes. Durante diez años, guió a los cazadores a través de las montañas. Pero ahora se sentía nervioso. Insatisfecho.
Abrió el buzón y agarró los sobres. Se volvía a la casa, hojeando sin interés los sobres, cuando le llamó la atención un destello de color. Él parpadeó, volviendo a mirar. Allí, en la zanja, mitad cubierta por la nieve, había una persona. Dejando caer los sobres, se fue corriendo hacía ella y se arrodilló en la nieve. Atemorizado de lo que encontraría, agarró un pequeño hombro y le dio la vuelta. Sorprendentemente, era una mujer. Una hermosa mujer. Le buscó el pulso, aguantando la respiración hasta que sintió un débil temblor en el cuello. Le quitó la nieve de la cara y acarició su rubio pelo. ¿Cómo había llegado aquí?
La cogió en los brazos, se levantó y caminó hacía la casa. Miró su pálido rostro, sintiendo una punzada en la ingle. Le recorrió un escalofrió y se vio invadido por emociones desconocidas. Ira, posesividad, preocupación, pura y simple lujuria.
Su verga se estaba hinchando y los vaqueros le quedaban cada vez más apretados. Fue conmocionado por el descubrimiento de que era ella, su mujer. Él nunca había reaccionado tan fuertemente a una mujer, y ciertamente no a una a la que no conocía, pero daba igual; sus hermanos podrían no sentir lo mismo.
De todos modos, no la podía dejar congelarse hasta morir. No pensaría en sus hermanos, hasta estar seguro de que no moriría.
Cuando entró en la casa, Jimin levantó la cabeza del sofá, en donde estaba leyendo. Dejó caer el libro cuando vio la mujer de los brazos de Jungkook.
- ¿Qué demonios está pasando? -exigió, levantándose.
-La encontré fuera, en la zanja -murmuró Jungkook, examinado a su hermano, para ver su reacción.
Jimin acortó la distancia que había entre ellos y miró a la mujer.
- ¿Está viva?
- ¿Qué está pasando? -indagó Taehyung, cuando entró en el salón. Su expresión era impenetrable, una mirada que había llegado a ser su segunda naturaleza, desde que salió del ejército. Por la primera vez en mucho tiempo, Jungkook sintió esperanza. Daría cualquier cosa para poder sacar a Taehyung de su infierno personal, en el que vivía. Si ella fuera la mujer...
Jungkook volvió su atención a la mujer de sus brazos.
-Necesito calentarla. Ve a preparar un baño caliente mientras yo le quito esta ropa mojada -le pidió a Taehyung. Jimin levantó una ceja.
- ¿Vas desnudarla aquí?
Jungkook se encogió los hombros.
-Dudo que la modestia sea importante, cuando te estás muriendo de frío.
Los ojos de Jimin se apenaron y se acercó más a la mujer. La estudió y le acarició la mejilla.
-Es bonita -dijo él en voz brusca.
Cuando miró a Jungkook, sus ojos brillaban por múltiples emociones: deseo, ternura y posesividad. Jungkook sintió triunfo. ¡Jimin sentía lo mismo!
- ¿Qué están haciendo? -preguntó Taehyung cuándo volvió a la habitación.
- ¿El baño está preparado? -inquirió Jungkook.
Taehyung asintió y Jungkook pasó rápidamente por al lado.
-Te explicará Jimin -dijo animado.
Jungkook caminó hasta su cuarto y la acostó suavemente en la cama. Ni siquiera tenía un abrigo. Frunciendo el ceño, empezó a quitarle el suéter mojado. Estaba helada. Cuando tiró el suéter por encima de la cabeza, se le cortó la respiración. El pequeño sostén que vestía no cubría mucho. La segunda cosa que notó, fue una grande contusión que arruinaba su piel de porcelana. Era del tamaño de su mano. Y él tenía manos grandes. ¿Tuvo alguna clase de accidente? ¿Y qué estaba haciendo caída en la zanja? Continuó su trabajo, quitándole los húmedos vaqueros. Mientras se los quitaba, vio claramente los oscuros rizos, a través de sus bragas. Así que ella no era rubia natural.
Sintiendo culpa por un instante, le quitó tanto las bragas como el sostén, dejándola completamente desnuda y la miró. No pensaba que fuera posible ponerse aún más duro. Cada nervio de su cuerpo estaba en alerta roja. Bastaría un toque y estallaría. Juro ardientemente y luchó para controlar sus furiosas hormonas. Estaba inconsciente y herida, y todo en lo que podía pensar era meter su polla tan adentro, hasta que convertirla en suya para siempre.
La examinó en busca de cualquier herida. Su piel estaba fría, pero no presentaba ninguna señal de congelación. El baño no debía hacerle ningún daño.
Con mucho cuidado, levantó su cuerpo desnudo y la llevó al enorme baño que compartía con sus hermanos. Era del tamaño de una habitación, con dos duchas y una bañera jacuzzi. Una pared tenía cuatro pilas. Una indirecta de que un día, habría una mujer para compartir sus vidas.
La bañera estaba llena y él la dejó en el agua templada. Ella gimió, pero no abrió los ojos. La sostuvo, para que no resbalase en la bañera. Se giró, cuando escuchó la puerta. Taehyung estaba allí, con los ojos oscurecidos.
-Jimin dice que es ella.
Jungkook asintió, sin saber que decir. Sabía que Taehyung necesitaba aceptarlo. Taehyung miró a la mujer, pero no se acercó.
-Esperaré hasta que acabes. No quiero que se despierte y encuentre a dos hombres en el baño. Podría asustarse.
-No tardaré -dijo Jungkook, intentando interpretar las sombras de los ojos de Taehyung-. Hazme el favor de meterle las ropas en la secadora.
Taehyung se encogió los hombros y salió del baño, cerrando silenciosamente la puerta detrás de él.
Jungkook volvió su atención hacia ella, para verla abrir los ojos. Ojos marrones y suaves, lo miraron fijamente con choque y confusión. Después, con miedo.
La primera cosa que sintió Lia era un calor delicioso. Después de haber sentido tanto frío, durante tanto tiempo, estaba segura de que había muerto y había llegado al cielo. O quizá al infierno, a juzgar por la temperatura.
Entonces abrió los ojos y decidió que era el cielo, porque el demonio no podía ser tan atractivo como el hombre que estaba inclinado sobre ella.
Después de mirarle fijamente por un momento, se dio cuenta de qué estaba desnuda. En una bañera. Con un magnífico extraño mirándola, completamente imperturbable ante su desnudez. Quizá en vez de babear, debería tener miedo.
-No voy a hacerte daño -dijo el hombre con voz serena, mientras se alejaba de la bañera-. Te encontré en la nieve.
Cruzó los brazos sobre el pecho y unió las piernas, tratando de esconder su cuerpo.
- ¿Dónde estoy? -preguntó, odiando el tono vacilante de su voz.
-En el Pabellón de Caza Tres Hermanos -contestó él. ¿Tienes alguna herida?
Se apretó el pecho y negó con la cabeza.
- ¿Dónde está mi ropa?
-En la secadora. Le dejaré una camisa hasta que se sequen.
A pesar del calor del agua, sintió un escalofrío y sus pezones se endurecieron. El hombre era muy tentador. Tenía pelo oscuro y corto y hombros anchos. Era muy atractivo.
Él se levantó, y ella miró sus largas piernas, apretadas por los vaqueros. Casi gimió en alto cuando vio las botas de vaquero. Siempre la atraían los hombres que llevaban botas de vaquero.
Jadeó cuando él la sacó del agua. Antes de que pudiera protestar, la envolvió en una toalla enorme y la sacó del baño. Ahogó su sermón cuando él la puso sobre la enorme cama. Ella juntó las puntas de la toalla y las apretó contra ella.
Él le dio la espalda y desapareció en el armario. Segundos más tarde, regresó con una camisa de franela y un par de pantalones.
-Son muy grandes para ti, pero servirán hasta que se secarán tus ropas.
Se las dio, mientras que sus ojos le acariciaban el rostro. Debía tener miedo. Estaba en la casa de un hombre desconocido. Desnuda como el día en el que nació. Y aún así, no se sentía amenazada por él.
Casi se rió de lo ilógico de la situación. La mayoría de los hombres la asustaban. Y con una buena razón. ¿Entonces, porque no estaba gritando? Por qué continuaba allí, mirándolo fijamente, ¿como si quisiera desnudarle? Debería salir por la puerta, corriendo como una loca.
En vez de eso, cogió la camisa que le ofrecía, estremeciéndose locamente cuando sus manos se tocaron. El fuego llenaba sus ojos y ardía su carne, cuando su mirada recorrió su cuerpo.
-Te dejaré vestirte -dijo él. Cuando acabes, ve al salón a calentarte.
-Gra... gracias -tartamudeó ella.
En cuanto él dejó el cuarto, se levantó, se quitó la toalla y puso la camisa. Le llegaba hasta las rodillas, y se arremangó las mangas hasta tener las manos libres. Se sentó en el borde de la cama, poniéndose los pantalones. Cuando se levantó, le cayeron hasta los tobillos. Los subió otra vez, pero volvieron a caerse, irritándola.
Bien, él me vio con mucho menos. Por lo menos, la camisa era bastante bien. Esperaba que su ropa no tardara en secarse.
Echo un vistazo en el espejo de encima de la cómoda y se estremeció por lo que vio. Su pelo estaba hecho un asco y el tinte era espantoso. No había alcanzado el efecto deseado, lo de alterar su apariencia.
Se arregló la camisa e, indecisa, salió del cuarto. Atravesó el pasillo, echando un vistazo por todas partes. Al final, se paró y miró avergonzada.
La miraban fijamente tres hombres, no uno solo. Tres magníficos hombres. Y allí estaba ella, con nada más que una camisa. Empezó a retroceder, pero el hombre que la bañó, la agarró por el codo.
-No tengas miedo. A propósito, soy Jungkook -la hizo entrar en la sala, a pesar de su renuencia-. Ésos dos son mis hermanos, Taehyung y Jimin.
Ella les miró, nerviosa e insegura, usando el cuerpo de Jungkook para protegerse de las miradas.
-No dijo nada sobre hermanos.
-Yo te dije el nombre del rancho -contestó él, risueño.
Encontró su mano y la acarició.
-No te preocupe, cariño. Nadie va a hacerte daño.
Ella se estremeció. No de miedo, si no del sex appeal de aquella voz. ¿Cómo podía sentirse segura con un desconocido? Se lamió los labios.
-Soy Lia -su voz era poco más que un murmullo.
Uno de los hermanos se levantó del sofá y la empujó hacía la chimenea.
-Acércate al fuego, para calentarte -su voz ronca, parecía chocolate derretido.
¡Oh, Señor! Debo estar soñando.
- ¿Cuál de los hermanos eres tú? -preguntó, vacilando por un momento.
-Soy Jimin -le sonrió ampliamente. Tiró ligeramente de su mano y ella le dejó acercarla al fuego.
Jimin era tan grande como Jungkook. La única diferencia entre ellos eran los ojos. Ambos tenían el pelo oscuro y corto, casi negro. Pero Jungkook tenía ojos verdes y Jimin, castaños claros. Los ojos de Taehyung eran azules, oscuros y fríos, era un poco más ligero que sus hermanos y su pelo marrón cobrizo, un poco largo, le llegaba hasta los hombros. Tenía una mirada salvaje, bárbara, era el tipo de hombre que una mujer quería domar instintivamente. Parecía el más joven, pero Lia no estaba segura. Todos eran atractivos, con edades cercanas, mientras que Jungkook debía ser el mayor.
Jimin la hizo sentarse en una butaca, cerca del fuego. Después, estiró las manos al fuego, dejando al calor difundirse por el cuerpo.
Estaba nerviosa. Todos la miraban fijamente. Podía sentirlos. Todos la habrían visto desnuda. ¿Era por eso qué la miraban con tal intensidad?
Jungkook alimentó el fuego.
- ¿Qué te pasó, Lia? ¿Por qué estabas caída en el foso? Ni siquiera estabas vestida para este tiempo.
Ella tragó, insegura de como contestar. Buscó rápidamente una disculpa admisible.
-Mi coche se estropeó un poco más abajo, en la montaña. Salí a buscar ayuda. Debo de haberme caído. Realmente, no me recuerdo.
La mayor parte era verdad. Lo era todo, pero no quería dar más detallas.
- ¿Estás segura qué estás bien? -habló Taehyung, por la primera vez. Sus ojos la examinaban, intentando arrancar sus secretos. Era el más tranquilo, más serio, más desconfiado.
-Estoy bien, realmente -miró a Jungkook. ¿Mis ropas se han secado? Debo irme.
Taehyung frunció el ceño, Jimin se tensó, la expresión de Jungkook se ensombreció.
-No creo que debes salir con ese tiempo -dijo Jungkook con firmeza.
Jimin asintió.
-No hay razón para irte, puedes quedarte aquí hasta que te sientes mejor. Taehyung y yo iremos a buscarte el coche y lo remolcaremos hasta aquí, para cuando lo necesitas.
La incertidumbre la hizo hesitar. Lógicamente, debía seguir lo más lejos posible, pero aquí se sentía segura, y estaba cansada de huir.
Se miró las manos e intentó controlarse el temblor. Estaba muy cansada y no conseguía recordar la última vez que había comido.
Jungkook se arrodilló a su lado y agarró su barbilla con su grande mano.
-No tienes que irte a ninguno lado, cariño. Puedes quedarte aquí mismo. Cuidaremos de ti.
Si ella pensó que no podía excitarse más, se había equivocado. Aunque se lo dijo gentilmente, se sentía la orden. Quería que se quedara.
-Yo... yo no sé -cerró los ojos y se mareó; luchó para abrirlos de nuevo, pero la sala se movía a su alrededor. Y todo se oscureció.

 Y todo se oscureció

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One for the three | vminkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora