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El ceño del alemán se frunció en confusión cuando parte de él sintió familiar el auto gris estacionándose en el césped, donde obviamente no debería y el interior se llenaría de vapor húmedo por el sol.
Familiar, nada más.
Hasta que el conductor decidió hacer acto de presencia, bajándose con cajas de regalos en mano, y los brazos abiertos esperando un cálida bienvenida por parte de los niños Howlett.

Los gemelos; Timmy y Bolly; o como se supone que se llamen, alguna combinación estúpida demasiado americana hasta en la rima con respecto a ambos nombres, casi derriban a cierta persona qué, media hora antes, terminó de agendar en su teléfono como “ C. X. - Profesor de Genética”.

La incertidumbre lo paralizó en el lugar. Podía escuchar al menor de los padres regañar a los niños, recordándoles sobre la pierna del invitado estrella. Un simple comentario, terminó como recordatorio para sí mismo.
Tal vez Erik era observador, acostumbrado a juzgar sin importar la portada, recopilando información que podría ser de beneficio en algún punto, había notado aquel primer día, ese mismo caminar desgarbado, casi sin asentar el pie izquierdo completamente contra el suelo.
Pero para los Howlett era una realidad cómoda, asentada en sus vidas, sin afectarles, sin tener siquiera que preguntarse las razones detrás, porque ellos lo conocen.
Y Erik no.

Incluso el descubrir su nombre completo fue mera casualidad.
Impide a su propia mente divagar al respecto, acalla cualquier línea de pensamiento, porque de dejar las palabras flotar libre, se preguntaría si los dos nombres son suficientes, o si existe algún otro escondido entre medio, si Charles es Charles a secas, o, si algo más se oculta.
Las dudas son peligrosas cuando te llevan a descubrirte a ti mismo de forma indirecta.

El pánico vuelve cuando la realización de la situación lo golpea con fuerza. La cerveza se le cae de entre los dedos, el cristal se rompe en cientos de pedazos al golpear el piso, inundando la cocina con olor a cebada. Mientras agradece la distancia de la habitación con respecto al patio, su corazón galopante le grita de huir.
Huye, escóndete, toma a Nina del brazo y corre lo más rápido posible, no mires atrás, ignora el auto, ignora el auto, ignora el auto.
Niégalo todo.

— Maldita sea. — Refunfuñó entre dientes; huir luego de dejar un desastre no era buena idea, llamaría la atención, hablarían de él, su nombre se escaparía en la conversación, junto a su historia, al hecho de que en definitiva tiene una hija, primer mentira, la cual obviamente asistió al cumpleaños razón por la cual está aquí, y a su vez una esposa, segunda mentira.
La verdad se escaparía de entre sus dedos.

Se arrodilló en el piso, empezando a recoger vidrios rotos con las manos desnudas, intentando evitar que el material abra la carne en dos. Las botellas rotas han llegado a lastimarlo con anterioridad, y las heridas sangran más de lo necesario.
No puede darse el lujo de cometer otra falla, agregándole detalles al desastre de su huida.

La puerta se abre con fuerza, la imagen decepcionada de hombros anchos lo saludan un instante. Los ojos de Logan se suavizan por un momento para luego ocultar una vez más esa simpatía, cerrando la salida al patio detrás suyo.
— A Peter no le gusta el olor a cerveza. — Pronuncia, con un suspiro profundo, gutural pero con la tranquilidad en cada entonación.
Aún así, el grandote le muestra un deje de empatía, acercándose a él con una escoba y un trapo.
— A Peter no le gustan muchas cosas. — Erik responde, porque es lo que su mente le guía a hacer, las experiencias lo han guiado a un estado constante de defensa; Logan nisiquiera se demuestra afectado, limpiando el rastro de cerveza a su lado.
— Le gusto yo, es suficiente. — Una vez más, aseguró los pensamientos del abogado.
Logan solo habla cuando lo considera sumamente necesario.
Tal vez por esa razón su relación con el joven de cabellos plateados funciona tan bien.
No hay preguntas incómodas de por medio.
Pero Erik puede sentir la curiosidad picándole los brazos, tantas cosas que desea preguntar, pero ninguna palabra se despide de sus labios.

— Tengo que irme. — En cambio, responde. Cuando las cosas parecen estar en orden, y al momento en el que su vista traicionera lo guía una vez más a la felicidad del patio, su pecho se enternece con la imagen del dueño de ciertos ojos azules revolviendo los cabellos de su hija, mientras el que cree es el único gemelo que lo ha apodado “padrino” se recarga contra su brazo.
Charles, con una acción tan simple como demostrar un deje de interés por los niños, entibia su corazón que lleva años esperando en el hielo.
— Nadie te lo impide. — Una vez más, la voz de Logan lo saca de sus pensamientos. Cree sentir una sonrisa divertida en esas palabras, pero cuando voltea, Howlett luce tan estoico como siempre, de brazos cruzados como un obsesivo por el orden, pero sin llegar a ser una amenaza en este momento.

Así, con asentimiento de cabeza, Lehnsherr te despidió, a sabiendas que alguien más se despediría en su nombre hacia Peter.
Peter Howlett.
La curiosidad es peligrosa.

Su último pensamiento mientras arranca el auto; ¿cuál será el apellido de soltero del menor?

Nota de autor: Feliz cumpleaños.

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⏰ Última actualización: Feb 21 ⏰

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