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" ¿Dónde estabas? "

La voz adomercida de su esposa le causó escalofríos en lo que terminaba de colarse por la puerta de entrada; incluso pensó que podría salirse con la suya sin que nadie notara su presencia al volver luego de horas.

Caminó hacia el cuarto, donde se quedó varado en el marco del dormitorio, mirando a su esposa; allí estaba, abrazando una almohada con sus prendas de descanso envolviéndole el cuerpo.
Parecía dormida, por un instante creyó haberse imaginado aquella pregunta entre su mente agitada. Sería coherente; el miedo y la emoción de escaparse en una aventura lograron estragos en su razocinio.
Pero sus esperanzas se esfumaron al verla abrir lentamente los ojos, apenas consciente de su alrededor al irse despojando de los brazos de Morfeo.

- Erik... - Murmuró contra las sábanas, su voz suave y hasta calma, pero efímera. Al borde de convertirse en gritos.
- ¿Dónde estabas? - Notó como su vista recorría el cuarto, en busca de aquel reloj de bolsillo que hacía años no utilizaban para controlar el horario.

- Son las 4 de la mañana. - Y con esas simples palabras todo aspecto cariñoso sucumbió ante la decepción.
Se sentó entre los almohadones del mullido colchón, de brazos cruzados sobre su camisón, esperando una respuesta en la cual no pensó.

La tristeza, palpable entre su alrededor, se asomó por las facciones adormecidas de su compañera de vida.
Y la culpa lo inundó, carcomiendo por dentro sus músculos, y abriéndose paso por su carne.
Engañó a su esposa.
No sólo eso, fue consciente de las consecuencias que acarrearían sus actos, tuvo semanas para pensar en ellos, y aún así los cometió.
¿Y lo peor? No podía sentirse arrepentido ni un poco.

- Salí a caminar. No quería despertarte, ¿Sí? Tuviste un día largo, y necesitaba pensar. - Pasos lentos, se acercó a ella como lo haría ante un animal herido en la carretera, sigiloso.
Demostrando disposición de a poco.

Siempre fue bueno para mentir, para tomar las posturas ajenas y doblegarlas a su favor, haciéndole creer a los demás que la mejor opción era estar de su lado y dar la razón ante su pensamiento superior.
No por nada estudió abogacía.

- Ambos tuvimos una semana pesada, cariño. - Se sentó en su lado de la cama, su mano terminó sobre el muslo de su esposa; trazando círculos imaginarios con el dedo.
- Hubo un caso que me dejó deshecho, ¿Recuerdas que te conté cómo me rompí luego de la sesión? - Y aunque fue una mentira salió tan natural que la contraria debió pensar en ello; traspasar entre sus memorias alejadas de la familia para descubrir de qué caso hablaba el amor de su vida, y creyó encontrarlo, aún si su propia mente se estaba engañando.

- Necesitaba pensar en ello, despojarme. Quería que me acompañaras, no es lo mismo caminar sin la persona que amo y hace de mis días algo mejor. - Recargó un beso, ruidoso, contra la mejilla de la ajena; quien no podía despegar el mirar perdido en algún punto fijo del cuadro en la pared.
Sonrió ante el gesto amoroso, volviendo en sí.
- Pero no podía obligarte, te vi tan cansada esta tarde. Quería que durmieras bien para poder hablar conmigo en la mañana.

La escuchó bostezar, el sueño estaba volviendo a dominarla ahora que sus pensamientos se calmaron. Acomodó las mantas contra su piel, acariciando las facciones ajenas con una mano, hasta que la notó sonreír con sus ojos cerrados, dispuesta a volver a dormir.

- Ya estás aquí, es lo importante. - Le dedicó una última mirada luego de abrazarlo, con el rostro recargado en su pecho.
- Oh, y Erik... ¿No es extraño que tu cabello esté húmedo? No escuché la ducha.

- Me bañé en el cuarto de invitados, no quería despertarte. - Y siendo sincero; aquella fue la única verdad en toda la charla.

Luego todo fue calma; la admiró dormir, hasta que sintió cierta necesidad de ver su celular por si tenía alguna notificación nueva.

Ninguna; no era sorpresa.

Pero el icono de Grindr estaba en su pantalla de inicio, esperando.
Siempre fue malo resistiendo a sus impulsos. Abrió la aplicación, y entre las pestañas buscó la de mensajes, donde solo tenia un chat.

" Espero hayas llegado bien a tu casa. "

La ansiedad lo obligó a llevarse el pulgar a la boca, ¿Sería correcto seguir insistiendo con su cita de una noche?
Charles se había mostrado amable, comprensivo, exceptuando lo que pasó luego de... eso. Fue extraño.

El menor era reservado, tal vez demasiado para alguien que ofrece mamadas a desconocidos; y poco paciente. Lo notó al ver mover la pierna constante; un tic nervioso, y al alejar la vista en un intento de evadirse a la conversación. Algo como si no lo veo, no lo escucho.

Y también lo vio en el baño; inhalando dos lineas de cocaína.

Intentó alejar todo instinto de meterse a la vida privada ajena, pero es qué eso no podía ser saludable, no para alguien tan lleno de vida como el de ojos azules; seguramente todo mínimo avance se fue por la borda cuando mencionó sus hábitos.
Recordaba claramente la mirada de odio que le dedicó, que luego pasó a malicia.

Charles sostuvo sus ojos en los ajenos, un instante que parecieron horas. Todo rastro de cordura en sus orbes se alejaron casi al momento. Las líneas ya habían desaparecido, dejando un rastro de polvo blanquecino en su nariz, creyó que todo acabó ahí, hasta qué armó otra raya.
Y la aspiró lentamente, sin romper la tensión en el ambiente al bajar la vista.
Lo hizo para molestarle, para tantear su paciencia; se mantuvo en shock, mirando la escena.

Y luego le lanzó la tarjeta con vestigios de la droga al rostro.
Aquella con la que cortó las líneas.

El último recuerdo que permanecería latente en sus memorias, luego de escuchar la puerta cerrarse en un portazo, anunciando como terminada toda conversación, fueron las letras negras sobre el papel brillante.


Charles Xavier - Profesor de Genética
011-xxx-xxx

Justo al quedarse dormido, la pantalla de su móvil se iluminó con una notificación.

" Acabo de llegar. Gracias. "

Y otra le siguió a esa.

" ¿Podemos vernos mañana? "

Grindr ─ CHERIK. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora