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Los horarios de oficina nunca habían sido lo suyo.
de chiquito había soñado durante largas horas con ser astronauta, se tiraba sobre el pasto de su patio trasero, en la casa de zona sur, y miraba las estrellas, las estáticas y las fugaces, y pensaba en cuando, con su cohete espacial, de adulto viajaría a través de ellas, descubriendo nuevas fronteras, nuevas constelaciones y ¿por que no? nuevos planetas.

Pero la vida rara vez se trata se sueños cumplidos, y ahora, que ya es un adulto pisando los treinta, no hay estrellas, no hay vias nuevas ni planetas esperando el aterrizaje de su cohete; solo tiene tandas y tandas de documentos que sellar, listados interminables de números a quienes llamar y un sinfín de tareas administrativas que poco tienen que ver con lo que alguna vez fueron sus pasiones.

Esteban está agotado, pero continúa viviendo en Capital, es consciente de que en al menos Argentina, no existe otro sitio mejor en el que puede vivir.
su oficina es un tanto mejor que las demás, eso es muy cierto. tiene una pequeña ventana que enfoca a un puente precioso que divide la ciudad y por dónde a cada hora pasan distintas clases de personas: desde ancianos que alimentan pajaros a la mañana, nenes que lo cruzan apurados para asistir a clases al mediodía y adolescentes que suben allí a tallar sus nombres, perpetuando esos amores que de perpetuos no tienen nada, pero ¿quién para romperles la ilusión?.

Lo cierto es que no la pasa tan mal, le gusta su empleo a pesar de ser tan aburrido y sistemático, al menos cobra un sueldo que le alcanza para vivir y darse algunos gustos.

A las cinco en punto, Esteban marca tarjeta, se coloca su más pesado abrigo y sale a la calle en dónde una leve llovizna ataca las veredas.
busca el auto un momento hasta que recuerda que esta en el taller y que debe tomar el colectivo para poder llegar al departamento, asi que suspirando agotado, encamina a la parada del mismo.

veinte minutos después esta viajando, perdiendo su mirada por la ventanilla, notando como lo que fue llovizna es ahora una grotesca lluvia con rayos, y se agradece a su yo del pasado por haber llevado paraguas.

baja en la esquina de siempre y apura su paso hasta el terreno con una edificación de seis pequeños apartamentos del cuál uno de esos es suyo, aunque no suyo suyo, claro, sólo lo alquila.
sube el ascensor, llega a su piso, abre la puerta y se siente en casa, su hogar, su refugio del mundo, aunque claro que de hogar tiene poco, hace casi cinco años que vive allí, lejos de sus padres, de sus amigos de siempre y de sus lugares que para él han tenido algún tipo de significado. extraña todo eso, pero sabe bien que vivir en Capital fue su última esperanza y a decir verdad, mal no le ha ido.

el departamento es pequeño pero tiene un balcón hermoso que da a la ciudad.
Esteban ve que la lluvia se intensifica y es alli cuándo, visualizando a través de la ventana del balcón, observa una figura humanoide.

se asusta muchisimo, y piensa en gritar y pedir ayuda, pero ¿quién puede ayudarlo? es el único en su piso, y además si grita, el tipo en su balcón puede entrar y atacarlo.

piensa en llamar a la policía, pero sabe que tardaran mucho o peor, ni siquiera irán.

esta solo, y hay un tipo tirado en pleno balcón.

su corazón parece salirse del pecho, pero camina en su encuentro, a menos que este armado es solo uno y pueden resolverlo a los golpes, aunque él jamás ha golpeado a nadie.

llega al balcón y abre la puerta de vidrio de un solo movimiento, decidido a dar el primer golpe, pero lo que ve, lejos de lo que creía que iba a ver, lo deja congelado.

en una primera instancia, Esteban cree que es un pajaro tornasolado, una paloma gigantesca, pero descarta la idea cuándo, de entre medio de las gigantes alas, se asoma un rostro humano y adormecido.

5: 𝐞𝐬𝐭𝐞𝐛𝐚𝐧 𝐱 𝐟𝐫𝐚𝐧𝐜𝐢𝐬𝐜𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora