°Capitulo 7°

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La sola idea le dolía de una manera que no había sentido desde la muerte de su padre, pero era un hecho que tendría que enfrentar.

Por mucho que lo deseara, no podría estar por siempre a su lado. Pavel se merecía encontrar a una buena loba entre su gente, con quién tener lobitos y ser feliz. Él tenía su pintura y siempre podría encontrar un sitio en el bosque donde vivir. Aunque la idea de tener que morder a algún animal para sobrevivir no le seducía nada.
-No te ha gustado?- preguntó inquieto, al verle hacer una mueca mirando el plato. El chico
negó con fuerza.
-Está delicioso, Pavel. Lo siento, solo pensaba en otra cosa.
-En qué?- consultó curioso y le vio ruborizarse.
-Cuellos peludos- sus palabras casi le hicieron atragantarse de una carcajada.
-Necesitas más sangre?
-No, no... estaba pensando en el futuro. No necesito más sangre. Y muchas gracias por
darme un poco de la tuya. Ha sido genial... bueno, tú eres genial, pero el hecho de
compartirla conmigo ha sido genial y muy generoso, aunque no nos conocemos de nada y yo...
-bien, bien, tranquilo. Respira. Te vas a ahogar si hablas tanto sin parar- le aleccionó.
Al parecer, empezaba a parlotear como un poseso cuando se ponía nervioso. Le vio tomar una profunda respiración para calmarse.
-Solo quería agradecerte. La sangre que me diste me valdrá por un tiempo.
-Por cuánto?
-Algunos días- respondió sin más aclaraciones, volviendo a comer. Pavel frunció el ceño. Y
luego qué?
-Y después qué, piensas morder animales en el bosque?- no pudo evitar preguntar y le vio
hacer un gesto de asco, que casi le arranca una sonrisa.

Le vio arriscar los hombros,
hundiendo la mirada en el plato.
-Ya me las arreglaré.
-No. Es nuestro. Solo beberá de nosotros- protestó el lobo. Pavel apretó el puño, mirándole intensamente.
-Bueno, creí que venías a buscar una pareja en el baile. Te piensas rendir entonces?-
consultó y su corazón empezó a latir irregularmente. Pooh volvió a arriscar los hombros.
-No lo sé. No creo que nadie me quiera a su lado- dijo casi en un murmullo.
-Es nuestro!- volvió a insistir el lobo y Pavel le ordenó callar.
-No lo sabrás si no lo intentas- insistió a su vez, clavando la mirada en los ojos de tono miel que se suspendieron de los suyos. Le vio sonreír con timidez.
-Tal vez... Tienes razón. No pierdo nada. Lo peor que pueden decirme es no- admitió por
fin.
-Lo ves? Seguro que encontrarás a alguien bueno para ti- dijo y un puño de dolor sordo
golpeó su pecho.

Alguien, alguien más?... Oyó al lobo gruñir en protesta. Pero, hey! Pooh era un buen chico, merecía encontrar una vida mejor. Él no tenía mucho que ofrecer tampoco.
-Tú has sido bueno conmigo- le oyó decir, y la luz dulce en sus ojos le dejó mudo por un
momento.
-Bueno, eres fácil de tratar. Y nada pomposo, como otros vampiros que he visto- dijo,
apartando un poco la mirada, algo sonrojado sin saber porqué. Vio sus ojos abrirse con
sorpresa.
-Has conocido a otros vampiros?
-Los días de la fiesta. Algunos pasaron por aquí. Pensé que todos unos engreídos, siempre a la moda y mirando a todo el mundo por encima del hombro.
-Oh, esos solo son los vampiros de alta clase. Son de la nobleza y creen que nadie es mejor
que ellos- le sorprendió el tono resentido de su voz y la amargura en su gesto. Parecía que
no le habían tratado muy bien en ese lugar. Bueno, ya le había contado lo de su padre, pero no imaginó que le habían maltratado también. Eso le hizo enfadar.

-Hey, no creo que ninguno de ellos tenga tus dotes de pintor. Seguro que carecen de todo
talento- dijo, seguro de que nadie podría competir contra el pincel de su vampiro... Suyo...
Su lobo dio su gruñido de aprobación. Le vio sonreír con timidez.
-Aún no has visto ninguna de mis pinturas. Espera primero a verlas- advirtió y volvió a
comer de su plato.

Pavel negó con la cabeza. Estaba seguro de que su vampiro tenía mucho talento, lo veía en sus ojos, en sus manos. Vivía y respiraba de su arte.
Cuando acabaron de comer, no dejó que le ayudase, alentándolo a subir a la habitación para acabar con su destilado de flores y empezar a usar los materiales. Le vio subir contento, y notó que la sonrisa no abandonaba su cara mientras regresaba al bar, para aprestarlo a la llegada de su clientela habitual. Hacía cuánto no se sentía tan contento? Quién iba a decirle
que tener bajo su techo a un vampiro pintor le iba a hacer tan feliz.

La jornada de trabajo transcurrió normal, con pocos incidentes, bueno nunca pasaba nada
fuera de lo común, pero Pavel se encontró ansioso de regresar a su habitacion. Supuso que solo era curiosidad por ver lo que Pooh hacía, ya que no había asomado ni la punta de la nariz desde que había subido. Pensó en llevarle algo de comer, pero entre una cosa y otra no había podido.

Por fin, cuando cerró el local, subió con rapidez cargando el plato de bocadillos que había preparado para él. Al entrar en la habitación, el olor de la pintura llenó
su nariz. Le vio de pie frente a una silla que había improvisado como atril, dando toques
sobre una hoja con el pincel, su camiseta y manos llenas de manchitas coloridas. Había
varias hojas repartidas por allí, estratégicamente colocadas para que se secaran.
-Oh, hola Pavel. Quieres que baje a ayudarte?- le saludó, dándole una sonrisa cálida que le
llegó al corazón.
-No. He cerrado ya.
-Has... has cerrado? Pero, qué hora es?- consultó sorprendido. Sus palabras le hicieron
sonreír.
-Casi la una. Hoy ha estado tranquilo, así que he cerrado antes- le vio mascullar
sorprendido.
-Lo siento... me he... perdido un poco...- se disculpó. Pavel se acercó y le estiró el plato de
bocadillos, que tomó con dedos manchados. Eso le hizo sonreír aún más.
-No pasa nada. Y como te dije, ha estado tranquilo. Has estado pintando todo el tiempo? Puedo verlos?- pidió, acercándose a una de las hojas en el suelo.
La imagen de una ventana
abierta, con un puente de piedra cubierto de enredaderas con flores llenó su retina. Parecía
tan real, aún cuando los colores se difuminaban a la distancia, como si estuviesen envueltos
por la niebla
- Vaya. Es... muy bonito- no supo que más decir. Alzó los ojos y vio la sonrisa
tímida y el sonrojo del vampiro- Tienes mucho talento, Pooh.
-Son solo cosas que recuerdo de mi niñez. La ventana por la que miraba la ciudad en la
boardilla donde vivíamos, el olor de la madreselva en primavera. Todos son recuerdos de aquella época feliz.
-Es muy hermoso. Es un bello recuerdo- dijo sin soltar el que tenía en su mano, mirando
otros de calles empedradas que subían, de campos abiertos y dorados por la hierba, de
pájaros aferrados a cuerdas con ropa tendida.

Pero extrañamente, ninguno de formas
humanas. Pensó que querría pintar a su padre. Se acercó donde estaba la hoja sobre la silla, pero el cuerpo del vampiro se interpuso en su camino.
-Aún no está listo- dijo con ojos muy abiertos, casi con pánico y Pavel se detuvo.
-Podré verlo cuando acabes?- pidió, y un deseo impaciente por verlo le llenó de improviso.
Pooh tenía mucho talento, y no solo en la mezcla de sus colores y dibujos, sino en lo
mucho que estos expresaban y transmitían. Era como mirar en lo profundo de su corazón.
Su lobo estaba sin palabras, y él mismo estaba mudo y absorto en su contemplación. Le vio
sonreír otra vez con timidez y apartar los ojos de los suyos.
-Es... es algo que quiero a darle a mi pareja. Quiero que sienta que vale la pena tenerme a su lado- dijo de una forma que le hizo estremecer, primero de tristeza y luego de enojo.
-Sería un idiota sí no te valorara. Eres un gran artista, Pooh. No lo dudes nunca- dijo con
fuerza y su propio tono le sorprendió. El lobo aulló en su interior, rabioso.
-Mío, mío. Él es mío!
-Gracias- oyó su voz y vio su sonrisa agradecida.
-Voy a acabar abajo. Ordena y límpiate un poco, antes de irnos a dormir- dijo, intentando
que ese extraño pesar que le comía por dentro no se notara.
-Lo haré ¿Puedo ayudarte abajo?
-No, no hace falta- dijo antes de salir por la puerta y bajar la escalera con prisa.

Pooh suspiró, mirando la hoja sobre la silla, lamentando la mentira. Guardó las cosas y la
dejó a buen recaudo para que se secara, limpiando las manchas que habían caído en el suelo y lavándose en el baño.

Cuando Pavel subió otra vez, ya estaba en el sofá cubierto por sus mantas. Le sonrió, oyéndole ponerse el piyama y meterse a la cama.
-Qué duermas bien, Pooh- le despidió su voz, apagando la luz.
-Tú también, Pavel.
-Buenas noches.
-Buenas noches- y cerró los ojos en la oscuridad, dejándose acunar por la profunda
respiración del lobo que le había acogido y protegido, salvándole de sí mismo y de la
soledad, evocando el calor del cuerpo que le había acunado aquella tarde frente al lago,
antes de que el sueño le venciera.

El barman y el pintor/ PavelPoohDonde viven las historias. Descúbrelo ahora