°Caputulo 4°

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A Pavel le gustó el cuadro, un bonito paisaje marino, aunque él no sabía nada de pintura.

Pero lo que más le gustó fueron las palabras del chico, su voz, el cariño con el que hablaba
de su padre y sus ojos, que ahora podía ver con la luz del local, de un color miel brillante,
empapados de sentimientos. Creía que los vampiros eran todos arrogantes y altaneros, pero pooh era todo dulzura. Bueno, normal, con esos enormes ojos de cachorro.

Lo vio agarrarse de pronto al tazón de té con fuerza y tambalearse un poco. Salió de la barra preocupado y le sostuvo casi al momento justo antes de que se cayera del taburete.
-Estás bien?
-Solo... solo estoy un poco cansado...- le dijo su voz débilmente, los ojos entrecerrados por
un instante y le pareció que estaba más exhausto de lo que decía. Además de que no tenía ni un rastro de color en su piel, los labios blancos.
-En serio? Estás pálido- su corazón dio un salto preocupado al verle sonreír débilmente.
-Bueno, soy un vampiro. No somos precisamente de piel bronceada- sus palabras le hicieron sonreír.

Le ayudó a bajarse del taburete y le sostuvo con firmeza contra sí.
-Al menos no has perdido el sentido del humor. Ven, subamos para que duermas un poco-
intentó acercarle a la escalera que llevaba al piso superior, pero el chico se resistió un poco.
Pavel le vio mirarle con esos grande ojos suyos, llenos de preocupación.
-Puedo ir al bosque...
-Ni hablar. Estás agotado. Has estado caminando cuatro días. Nadie merece una cama más que tú- le aseguró, sintiendo el latido intenso de su corazón en el estómago. Hacía mucho que no dejaba a nadie subir...
- Bueno, tendrás que conformarte con el sofá, pero te aseguro que es cómodo...
-Eres muy amable. No sé como agradecértelo, Pavel.
-Se me ocurren un par de ideas- se le escapó a su líbido, atajándola de inmediato. El pobre
chico estaba agotado! No podía ser como ese señor De Ville que se había aprovechado de su padre... Él era mejor que eso- Bueno, puedes ayudarme mañana en la cocina. Odio fregar.
-Claro. Yo ayudaba siempre que podía en la mansión, aunque solían regañarme por romper cosas. Pero tendré cuidado! Lo prometo- Matt sonrió al ver su gesto espantado. Así que no solo era torpe al ponerse de pie...

Le guió hasta la escalera, ayudándole a subir. Entraron en la amplia habitación y le sentó en
el sofá. Era grande y cómodo, lo usaba a veces para leer. La cama estaba más allá junto a la
ventana, una cama doble y confortable que había conocido el fuego del amor varios meses antes... Pavel tosió incómodo, al sentir el estremecimiento en su vientre al pensarlo y ver los ojos del chico fijos en él en ese mismo momento.
-Quítate los zapatos. Iré por unas cuantas mantas y tus cosas abajo.
-Oh, el cuadro- le recordó su voz preocupada. Pavel sonrió.
-Tranquilo, lo traeré también.
-Gracias, Pavel.
El tono afectuoso en su voz al decir su nombre, hizo a su lobo retorcerse de gusto en su interior.
-Ahora vengo- salió a prisa de allí, intentando disimular su conmoción ¿Qué tenía ese
vampiro para hacerlo sentir así?
-Es un buen chico, es de sentimientos limpios y huele bien- le dijo su lobo, que hasta ese
momento había permanecido en silencio. Pavel solía charlar con él cuando se sentía solo- Hay que protegerle.
-Ha venido al baile a buscar pareja. No es asunto nuestro.
-Podríamos ser su pareja. Sería asunto nuestro.
-No. No quiero líos con vampiros- a su mente volvió la imagen de sus ojos grandes y su
hermosa sonrisa- No, no. Nada de vampiros. Quiero mi sangre dentro de mi cuerpo. Dónde
pertenece.
-Me agrada. Huele a bosque.

Era inútil discutir con él, sobre todo porque Pavel sabía que no ganaría. A él también le
agradaba. Subió el bolso y el cuadro, cogiendo mantas del armario del pasillo. Al entrar en
la habitación, lo primero que vio fue un pie blanco marfil asomando por el borde del sofá.
Sonrió, acercándose para ver al chico dormido, con el otro zapato a medio sacar. Dejó el bolso en el suelo a su lado y le acomodó con cuidado, librándole del zapato y estirando las mantas sobre él. Apenas se movió. Sacó una almohada de la cama y la puso bajo su cabeza.
Al tocar su pelo, la suavidad de sus rizos hizo que sus dedos se quedaran atrapados allí,
acariciándole un rato, su lobo susurrándole al oído que le protegiera.

El barman y el pintor/ PavelPoohDonde viven las historias. Descúbrelo ahora