𝗦𝗧𝗘𝗣𝗦𝗢𝗡-𝐒𝐨𝐯𝐢𝐞𝐭-𝐀𝐦𝐞 ☭ [+18]

R

Toda la semana se mantuvo callado.
No quería hacer nada, a pesar de tener demasiados documentos que llenar, no pudo llenar ni uno.

Estaba tan distraído y agotado, además de que aquellos escalofríos lo hacían temblar cada cierto tiempo.

Nadie notó su repentino cambio de humor, ni siquiera su hermano más cercano; Canadá.

Todos pensaban que era un simple berrinche, ya que cuando se enojaba con su familia, les aplicaba la ley del hielo hasta que se le pasara.

Jugueteando con la lapicera, hacia de cuenta que escribía, pero en realidad la tinta apenas rozaba con la hoja, manchandola.

Se sentía deprimido, cansado, sucio, apenado.
De muchas maneras, pero sobre todo incómodo.

Tuvo que fingir que nada pasó, siguió saludando al soviético como si nada, aunque por dentro suyo se moría de asco y odio.

No le pudo decir nada a nadie...
¿Quien le creería?

Desde que ha comenzado este matrimonio, ha tratado de hacer quedar mal al comunista de todas las maneras posibles, pero era todo en vano.

Su padre siempre defendió a su esposo, lo ponía en frente de sus hijos, solamente porque estaba cegado de amor puro e inocente.

Era obvio que si le decía algo de esto, el británico no dudaría ni un segundo en darle una bofetada por la vulgaridad que estaría diciendo.

Tenía miedo... ¿Que iba a hacer?

Lo que sucedió aquel día le estaba consumiendo las energías, no quería hacer nada, se la pasaba todo el día en su habitación escondido y a veces llorando en silencio.

A pesar de eso, no todo era tristeza y soledad... había alguien que siempre le sacaba una sonrisa;

Era la niña Bielorrusia.

Lo admitía, la odio demasiado cuando la conoció, era una niña insoportable y caprichosa, siempre obtenía lo que quería.
Igualito a él cuando tenía su edad.

Pero luego fue conociendo su lado bueno, la bielorrusa era amable y cariñosa, cada vez que USA era castigado, ella le traía algo de comida o algún postre que se robaba de la cocina.

Era una niña encantadora, se volvió su favorita.

Tenían una linda amistad, a pesar de su diferencia de edad, ambos aprendían de sus costumbres y que aprendió cada uno.
Habían veces en las que él americano ayudaba a la bielorrusa a hacer su tarea, de manera muy diferente a la manera que estaba acostumbrada.

Con el era más divertido, ambos reían, USA hacia chistes, y si ella se equivocaba, el le volvía a explicar una y otra vez hasta que ella entendiera.

No era nada comparado a la crianza de su estricto padre, quien cada vez que ella se equivocaba, le jaloneaba las trenzas o golpeaba su muñeca con una regla.