2. Dos muertes sin ninguna pista

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—Buenos días, Montgomery —dijo su compañera Brenda—. El jefe nos está esperando.

—¿Nos? —preguntó Emmett.

—Jenkins dijo que necesitas un compañero, adivina tú, ¿quién será?

—Esto debe ser una broma.

A Emmett nunca le gustó trabajar con compañía. Era el tipo de persona que siempre trabaja por su cuenta. Y su compañera sería la bella Brenda, nada más y nada menos. Alta como él, de piel oscura, grandes ojos marrones, cabello afro y unos labios que todo hombre desearía besar. Él no era la excepción, reconocía que ella era muy hermosa, pero su actitud... Uf, Él no podía lidiar con eso. Y la dejó hablando sola.

Para nadie era un secreto que muchos hombres dentro de la estación de policía buscaban conquistar el corazón de Brenda, no obstante, era un hueso duro de roer. Hasta el punto de que se la conocía como una rompecorazones. Nadie sabía por qué se mostraba así, solo que rechazaba a todos aquellos que querían conquistarla.

—Grosero —susurró Brenda detrás de él.

Emmett decidió ignorarla.

Al final de la comisaría estaba el despacho de Leroy Jenkins. Pequeño, pero cómodo.

—Oh, mi dúo favorito —les dijo el jefe a ambos cuando los vio entrar a la oficina.—. Tenemos un problema —respondió la mujer y ella le dirigió una mirada inquisitiva.

—¿Por qué no puedo trabajar por mi cuenta?, trabajo bien sin compañía —se quejó Emmett y se cruzó de brazos.

—¡Cállense! —replicó Jenkins—. Estos casos son muy especiales y necesito que ambos trabajen en eso y no quiero lamentos.

—Es mejor que sepas todo sobre los asesinatos, antes de cualquier cosa —coincidió Brenda.

—¡Muy bien!

Este fue el final de Emmett. Al final del día, él trabajaría con ella y trataría de soportar su audacia y forma de ser, no había formar de huir de eso.

—La primera víctima fue Al Wolf, un hombre de veintiocho años, tiene un par de investigaciones por perturbación pública, ha sido expulsado de varias tabernas por iniciar peleas con otros hombres, casado, con un hijo pequeño. Murió porque fue apedreado; alrededor del cuerpo, había un montón de piedras de diferentes tamaños, asumimos que son las mismas con las que fue atacado, aunque no sabemos muy bien qué significan y qué relación tiene este con la segunda víctima. Esta muerte fue hace una semana alrededor de las dos de la madrugada, la causa de la muerte fueron los diversos golpes recibidos.

—¿Qué sabes de la segunda víctima? —preguntó Emmett.

—No mucho —explicó Jenkins—. Un hombre latino, de treinta años, soltero, sin antecedentes penales, aparece en el sistema como Boris Trenton; Estamos esperando los resultados de los exámenes, pero es posible que tuviera documentos falsos. Murió hace dos días, esta semana, su muerte fue por asfixia mecánica y, en el cadáver, encontramos un pez dorado. La única conexión aparente es que ambos fueron encontrados en un callejón oscuro. —Jenkins respiró hondo y reanudó su presentación—. En unas horas tendremos los resultados de la autopsia, así que la primera tarea que tienen que hacer, es visitar a la familia de la primera víctima, fue encontrado por alguien del barrio donde vivía; después de eso, tienen que ir al bar donde se encontró al segundo cadáver, lamentablemente no reporta ninguna dirección o información importante en el sistema de ahí que pensemos que se trate de alguien con otro nombre. Eso es todo.

Brenda y Emmett, asintieron al mismo tiempo y salieron de la oficina.

—¿Qué opinas? —preguntó Emmett.

—No hay pistas que nos muestren una conexión entre las muertes o si fue hecha para la misma persona, probablemente sean asesinos diferentes, no hay mucho de donde agarrarnos, realmente —supuso Brenda.

—Las piedras me hicieron pensar en una especie de ritual o algo así y el pez dorado... Eso es muy raro.

—Tenemos que esperar por los resultados de la autopsia, como dijo el jefe... Mientras tanto, tenemos que investigar las últimas horas de ambos hombres, los testigos aún no han sido interrogados, ¡así que vámonos!

El primer destino sería la casa de la primera víctima, ese hombre con problemas de temperamento. Después de eso, el bar mencionado por Jenkins. Según los registros, la casa de Al Wolf estaba en el sur de Silveroak, en el barrio Caldicot, uno de los lugares pobres de la ciudad; según la información recolectada, la policía encontró el cadáver en un callejón oscuro, pero fue un vecino del difunto, al parecer conocía al fallecido; sin embargo, no se consideraba como un amigo de aquel.

Había mucho trabajo para este dúo y, si no fuera por la importancia del caso y lo reciente que era, Emmett habría rechazado la asignación de su jefe, pero sabía que no podía luchar con eso.

* * *

Estuvo allí a la misma hora que la última vez, solo que en un lugar diferente, en esta ocasión, se trataba de una tarea importante. Su objetivo había salido de una vieja fábrica abandonada y ni siquiera se había percatado de la presencia de quien lo estaba observando.

Hasta que unos minutos más tarde, mientras caminaba en medio de la noche, escuchó el sonido de unos pasos, lo bastante fuertes como para ser detectados. El desconocido se detuvo y vio quién lo seguía.

—¿Tienes algún problema, rarito?

Rarito. Odiaba esa palabra, pero en ese preciso instante no le daba importancia, solo seguía mirando al objetivo porque su destino estaba cerca.

—Padre, perdónalo porque no sabe lo que hace —susurró, en medio de las sombras—. Y perdóname por lo que voy a hacer, solo tú sabes por qué lo hago.

—Espera, ¿qué quieres decir? —contestó su interlocutor.

La respuesta fue un golpe en la cabeza con un martillo. El hombre se quejó del dolor, después vino otro golpe y, luego, otros más hasta que solo quedó un rostro desfigurado y un par de golpes en sus manos porque intentó retener el ataque, pero, ¿cómo resistirse a movimientos tan rápidos y fuertes? Porque sí, era una persona fuerte.

La tarea estaba hecha. Sonrió y se persignó.

Nadie se dio cuenta de lo que sucedió, al parecer, tampoco había alguien que escuchara los gritos del pobre hombre, pero no le importó, tenía más tareas que cumplir y lo que estaba haciendo solo era el comienzo de ese largo camino que se había trazado.

Dejó un escapulario sobre el cadáver y desapareció del callejón, en silencio y sin dejar ninguna pista.

Dejó un escapulario sobre el cadáver y desapareció del callejón, en silencio y sin dejar ninguna pista

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