Sabía que matar al oficial McCormick había sido un hecho totalmente imprudente.
Tenía un plan, un modus operandi, todo estaba finamente trazado y, de un momento a otro, aquello que había ocupado horas y horas de planeación hacía que se sintiera como si hubiese perdido el tiempo.
¿De qué servía haber tenido un plan a seguir si se dejaba llevar por sentimentalismos?
Todo era culpa de Mary, si ella no hubiese sacado el tema a colación cuando estaba comprando la comida de su pequeña Dora, no hubiese actuado tan deliberadamente. Tal vez, algo dentro de él decía que había hecho algo bueno, después de todo matar a todos esos hombres era un acto de heroísmo, o, al menos, un acto de justicia. Estaba purificando a la ciudad de aquellos que consideraba indignos, Dios se lo agradecería y, luego, una vez culminado el trabajo, encontraría la redención de sus pecados.
Sí, eso era lo que tenía que hacer, continuar con su plan. Pero, ¿y el oficial McCormick? Él estaba fuera del plan, sí, cumplía con el estándar de sus anteriores y futuras víctimas, sin embargo, fue un acto meramente deliberado, fuera de todo lo que había construido e investigado, ese hombre no estaba destinado a tener ese fin. Claro, no podía descartarse que era un pecador, trataba a Mary como la mierda y ella consentía en sus exigencias, que no las conocía, pero nada bueno podía venir de alguien que chantajeaba a la mujer que supuestamente amaba, si es que realmente lo hacía.
—Bien —pronunció en medio de su soledad—. A mal paso, darle prisa.
Había pasado solo un par de días desde su último crimen. ¿Debía adelantarse a su siguiente víctima? Ya era un hecho que el tiempo de ejecución que había trazado era de una semana entre cada uno de ellos y se había establecido que murieran alrededor de las dos de la madrugada.
«¿Qué diferencia había en matar a alguien fuera de ese rango establecido?» cavilaba en su mente.
—Ninguna —se contestó a sí mismo—. Ninguna si quiero alcanzar la salvación.
Revisó sus apuntes: una vieja libreta que usaba para anotar los datos de sus víctimas y los elementos que usaría para perpetrar sus crímenes. Era el turno de aquel banquero. Sí, el mismo que se negó al crédito que solicitó hacía unos meses y tras investigar concienzudamente, en el gremio se decía que aquel hombre había cometido un fraude financiero, aunque él asevera que no era culpable.
«Todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario» decía una máxima en las normas legales. Pero ante sus ojos, cualquiera podía ser culpable, cualquiera podía ser un pecador y por eso hacía lo que estaba haciendo: purgar a la ciudad de pecadores.
Había tomado varios días seguirle la pista a cada uno de ellos y no había margen de error.
«Señor, ¿aceptas al oficial McCormick como uno de tus sacrificios?, ¿es un pecador ante tus ojos?» se decía en sus adentros, pues aquella muerte lo seguía persiguiendo para dejarle claro que estaba fuera de todo planeamiento.
—Lo es para mí y por eso lo hice —pronunció con su mirada fija a un punto en particular a través de la ventana de su apartamento.
Guardó en su morral una ballena de peluche y se dispuso a seguir con su plan. El tiempo de ejecución al final ya no era relevante y un pequeño error en la ejecución no modificaba lo que estaba por venir.
—A mal tiempo, darle prisa —habló una vez más y se internó en la oscuridad de la noche.
* * *
Interrogar a muchas personas resultó siendo, no solo una tarea titánica, sino bastante tediosa. Muchos de los entrevistados actuaban nerviosos, otros actuaban de forma defensiva aseverando con seguridad: «no estuve en ese lugar», «a esa hora estaba trabajando», «no conozco a esa persona de la que habla», entre otro grupo de frases que, con el tiempo, parecían un libreto bien ensayado.
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El Evangelio del Asesino ✅
Mystery / ThrillerLas vacaciones del detective Emmett Montgomery han terminado, pero los asesinatos no. Después de pasar un tiempo con su familia por las festividades de Navidad y hacer algunas actividades en su apartamento para pasar el rato, es hora de volver a la...