Capítulo 17

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Danielle la agarró desprevenida.

Pudo sentir como los trabajos, sobre la mesa, caían al suelo estrepitosamente mientras Danielle la empujaba contra ella. Haerin ni siquiera alcanzó a protestar como correspondía, pues de forma inmediata la boca de la alfa se posó sobre sus labios, y le estaba besando como nunca hizo antes.

La estaba besando como si quisiera comérsela, y ese pensamiento hizo que su omega gimiera con clara necesidad.

Las manos de Danielle se colaron bajo su ropa, acariciando su cintura. Fue en ese instante en que Haerin, mareada por el beso, sintió su humedad allí abajo.

Empujó a Danielle un poco, lo suficiente para que ahora comenzara a besarle el cuello, y la omega gimió. Sus feromonas inundaban el aire de la oficina, por lo que alguien no tardaría en darse cuenta lo que estaba ocurriendo allí.

Bueno, ¿y qué importaba? Danielle era su novia, pensó en la bruma del placer, era su alfa. Ellas se querían, se querían demasiado, ¿acaso ya no era el momento de tener ese ansiado momento íntimo.

Pero no. Pero no allí. No en ese lugar.

—Danielle —gimió Haerin, y la alfa frotó su entrepierna contra la entrada de la omega. Sintió la dureza y humedad a través del pantalón—, necesito... necesito...

—Te necesito —gruñó, y la coreana gimoteó—, mi bebé...

—Sí, sí —aceptó ella, pero trató de mantener la calma—. Deja... deja que llame a... a Minji. Minji, sí —trató de aclarar sus pensamientos—. Ella... ella nos puede llevar a tu departamento, y allí...

—Te haré mía —jadeó Danielle, y volvió a besarla. La mente de Haerin pareció derretirse con ese nuevo beso, con el hecho de sentir la lengua contra la suya.

A pesar de sus palabras, la castaña no se calmó los siguientes minutos. Haerin se volteó boca abajo sobre la mesa, sintiendo suaves embestidas por encima de su pantalón. Danielle se comportaba como una alfa en extremo caliente, no la mujer seria y controlada que conocía, y esa idea casi la enloqueció.

Marcó el número de Minji desde el celular de Danielle, aferrándose a la madera y tratando de aguantar los gemidos de su boca.

Hola, Danielle —saludó Minji.

—Minji —jadeó, moviéndose y tratando de que la mayor la soltara, pero sólo le hizo soltar un gruñido—, soy... soy Haerin...

—¿Ah? Hola, Hae —sonaba desconcertada—. ¿Pasa algo?

—¡Sí! —chilló—. Danielle, ella... ella está en celo, y necesito... Estamos en su oficina, pero...

—¡Oh, demonios! —Minji soltó otro par de groserías—. Vale, bien, voy a buscarlas.

—Gracias —lloriqueó Haerin, y cortó—. ¡Danielle, ya, basta.

La alfa dejó salir un gemido, como de cachorra regañada, pero ni siquiera la soltó. Parecía que sólo quería frotarse contra Hae, en cualquier parte de su cuerpo, y dejarla impregnada en su olor.

Haerin ni siquiera sabía lo que iba a ocurrir una vez ellas llegaran al departamento. Los celos de alfas eran sólo una vez al año, no se podían calcular con una fecha exacta, y duraban tres días en promedio. No sabía qué tan intensos podían ser, pues nunca pasó algún celo con un alfa, y ahora estaba demasiado nerviosa por lo que pudiera ocurrir.

—Te necesito —sollozó Dani.

La omega soltó un bufido bajo, que pronto se transformó en un gemido al recibir otro beso en la boca. La menor trató de que el beso no evolucionara a algo caliente y lascivo, sin embargo, fracasó en el proceso. Terminó con su entrada lubricando otra vez, con un hilo de saliva conectando ambos labios y el rostro colorado. Casi sin ser consciente de sí misma a esas alturas, sacó su lengua y Danielle también lo hizo, y se besaron otra vez en un sucio beso que hizo que la temperatura subiera.

way back home; daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora