**Noah:**
El bosque se convirtió en un torbellino de caos. Los Vulturis, esos despiadados vampiros, estaban masacrando a los lobos, nuestros aliados. Los lindos lobos, como los llamaba Alice, caían uno tras otro. Jasper, nuestro querido compañero, había perdido la vida. La ira ardía en mí mientras observaba la escena.
Alice, con su cabello corto y su mirada decidida, corría hacia la rubia. No había duda de que buscaba venganza. Pero ella no estaba sola. Mi escudo, mi don especial, la protegía de los ataques de la rubia. Sentía la tensión en el aire mientras se enfrentaban.
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Derrepente, otro vampiro se abalanzó sobre mí. Intentaba arrancarme la cabeza. Pero antes de que pudiera hacerlo
Emmett apareció como un torbellino, su figura imponente y su rostro feroz. Corría hacia el Volturi que intentaba arrancarme la cabeza. Sus músculos tensos y su mirada despiadada dejaban claro que no iba a mostrar piedad. En un movimiento rápido, Emmett agarró al vampiro por el cuello y, con un grito gutural, le arrancó la cabeza. La sangre salpicó por todas partes, y el cuerpo sin vida cayó al suelo.
Alice, por su parte, había sometido a la rubia. La tenía arrastrada hacia un lobo, un lobo realmente enojado. Sus ojos amarillos brillaban con furia mientras gruñía y mostraba los dientes. La rubia luchaba, pero el lobo era más fuerte. Alice miró hacia mí, su expresión mezcla de triunfo y dolor por la pérdida de Jasper.
—Noah, ¿estás bien? —preguntó Alice, acercándose a mí.
Asentí, mi corazón aún latiendo con rabia. Miré al lobo, a la rubia atrapada en sus fauces.
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El suelo tembló bajo mis pies, y antes de que pudiera reaccionar, se partió en dos. Caí hacia el abismo, pero logré mantenerme en pie. A mi alrededor, los Vulturis y los lobos también se precipitaban hacia el hueco. La tierra se tragaba a nuestros enemigos y aliados por igual.
Mis ojos buscaron a Edward y Bella. Aron, el despiadado líder de los Vulturis, se abalanzaba sobre ellos. Bella luchaba, pero Aron era más fuerte. No podía permitir que le hiciera daño. Corrí hacia ellos, mi corazón latiendo con furia.
Edward entendió mi intención. Sin palabras, me subí a la espalda de Aron mientras él sujetaba las manos del vampiro. Juntos, lo tumbamos al suelo. Aron gruñó y se abalanzó hacia Edward, pero mi fuerza sobrenatural me permitió mantenerlo a raya. Agarré su cabeza con todas mis fuerzas, sintiendo sus huesos ceder bajo la presión.
—¡Noah! —gritó Edward, su voz llena de esfuerzo.
—¡Vamos, Edward! —le animé—
Con un último esfuerzo, Edward y yo rompimos el cuello de Aron. El vampiro cayó inerte, y una sonrisa de satisfacción se dibujó en mi rostro. Edward me abrazó, compartiendo nuestra victoria.
Rosalie apareció con un palo en llamas. Quemamos el cuerpo de Aron, asegurándonos de que no quedara rastro de su maldad. Los otros Vulturis se abalanzaron hacia su líder ya muerto, llenos de rabia y sed de venganza.
—Lo hicimos, Noah —dijo Edward, mirando el fuego—.
Asentí, agotada
**Noah**
Alice sostenía la mirada de Aron, sus ojos dorados penetrantes. ¿Qué había mostrado en su visión? Las pupilas dilatadas de Aron indicaban que había visto algo impactante. Rodeé los ojos ante su expresión. ¿Asustado? Tal vez. Pero no me importaba. Aron era un idiota, y no merecía mi compasión.
Finalmente, Aron habló. Sus palabras resonaron en el aire tenso. Renesmee no era una amenaza. El alivio se apoderó de mí. No tendríamos que luchar contra los Vulturis hoy. Uno de los vampiros intentó intervenir, pero Aron lo silenció con un gesto. Se marcharon, y yo sonreí. La victoria era nuestra.
Antes de desaparecer, Aron dejó una nota. "Jamás te lastimaré más, mi pequeña Noah". Sus palabras eran como un eco de amenazas pasadas. Pero esta vez, no sentí miedo. Sentí determinación. Si Aron se atrevía a cruzar nuestro camino nuevamente, estaría lista para enfrentarlo.
Edward se acercó a mí. —¿Estás bien? —preguntó.
Asentí. —Sí, Edward. Estoy bien.--
La mañana se calmó, y el bosque recuperó su serenidad. Pero sabía que la paz era efímera. Los Vulturis no se rendirían tan fácilmente.
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La casa estaba llena de risas y alivio. Carlisle, siempre el pacificador, mantenía la calma. Yo también intentaba relajarme, contando chistes sobre la película "Drácula".
-- ¿Cuál es el postre favorito de Drácula?
Helado de sangre.--rei sin cesarEsme reía sin cesar, y su risa era como un bálsamo para mi alma.
Pero algo me inquietaba. Tal vez era hora de irme de Forks. La paz momentánea no podía durar para siempre. Los Vulturis no se rendirían tan fácilmente. Y mi perro, Lucas, estaba solo en casa. No podía dejarlo así.
—Noah, ¿estás bien? —preguntó Carlisle, mirándome con preocupación.
Asentí. —Sí, estoy bien. Pero Lucas... —mi voz se quebró—. No puedo dejarlo solo.
Esme puso una mano en mi hombro. —Entiendo, querida.