Quédate hasta la mañana, o acompáñame toda la vida.

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La noche parecía eterna, y para muchos, la mañana en la que emprenderían el viaje no podía llegar lo suficientemente rápido. Pero para las dos personas que observaban desde la cima de un árbol, las horas parecían irse volando entre pregunta y pregunta. Siendo el turno de Ukyo, para preguntar.

— Entonces... Debo admitir que tengo curiosidad por esto, sobre todo por lo temerario que pareces ser, pero: ¿Le tienes miedo a algo?

— La verdad es que no.  No hay nada que me impida conseguir lo que deseo.

— Oh... Eso es increíble. — Ukyo parecía un poco decepcionado por la respuesta. Esperaba talvez descubrir algo profundo del rubio. Pero se sorprendió al descubrir que el capitán parecía carecer de algún tipo de miedo.

— Pero. — Ryusui continúo, y Ukyo no estaba seguro si el más alto había notado la desilusión en su voz. — Francois me contó que cuando era más pequeño, odiaba la idea de estar solo. Sobre todo en la noche, lo que me llevó a constantemente organizar pijamadas masivas en mi habitación para tener a alguien con quién dormir durante la noche.

El arquero se sorprendió por sus palabras. No creyó que Ryusui le diría algo sobre su infancia tan derrepente. Algo dentro de él empezó a sentirse cálido ante la idea de un pequeño Ryusui arrastrando a gente con él para no estar solo.

Y esa imagen de ese niño, le hizo agradecer que Ryusui hubiera sido petrificado lejos del alcance de Tsukasa. También se sintió aliviado porque el marinero hubiera despertado en el final de la guerra y no durante ella.

— De acuerdo, mi turno. ¿Hay algo que desees, algo que hayas anhelado por mucho tiempo?

Ukyo todavía estaba concentrado en su imaginación, que por poco olvidaba que él también debía de responder a sus preguntas.

— Bueno, a parte de derrotar al Whyman, salvar a Tsukasa, despetrificar a todos y reconstruir la sociedad. Supongo que no tengo mucho más que desear.

Ryusui soltó una carcajada potente. Sosteniendo su estómago y casi cayendo del tronco dónde estaba sentado.

— ¡Por eso me gustas! Nunca dejas de pensar en lo mejor para los demás. — Mencionó después de un rato, cuando sus risas se debilitaron. — Pero eso es algo que la mayoría desea, y ten la seguridad de que lo conseguiremos. Sobre todo teniendo a Senku, que, estoy seguro, es él que más desea eso, pero. ¿Qué es lo que , deseas?

El más bajo lo pensó un poco. Antes de la petrificación, no había deseado nada en especial, tampoco había valorado lo que tenía. Ahora las cosas eran diferentes, y las personas a su alrededor empezaban a ver el nuevo mundo como una oportunidad de empezar de nuevo; con una nueva vida, y nuevos objetivos que cumplir.

— No lo sé. — Respondió. — En verdad deseo que todos estén bien, yo... No se me ocurre nada que quiera más que eso.

— Eso es bastante ambicioso, ¿Sabes? — Ryusui miró hacia arriba, en un intento inútil de observar al arquero. — Podemos lograrlo, pero no te puedo asegurar que se mantenga de esa forma. Siempre vamos a enfrentar dificultades, y no se puede garantizar que todos estén preparados para eso.

— Lo sé, se que no todo va a salir bien. Pero por eso me alegro de estén aquí: Senku, Gen, Yuzuriha, Taiju, Chrome... Todos. — Ukyo observó hacía arriba, la luna se podía apreciar en todo su esplendor. — La forma en que logran ser tan persistentes es admirable, con ustedes cerca. En verdad creo que recuperaremos la civilización.

— ¿Extrañas tu antigua vida, o me equivoco?

— ¿Acaso tú no?

— No sirve de mucho pensar en el pasado, cuando hay que trabajar en nuestro presente para tener un buen futuro. Sí nunca nos hubiéramos petrificado; entonces no podría ser el capitán del Perseo, tampoco tendría a gente tan preparada a mi lado, ni sería el fundador de la primera moneda del nuevo mundo.

Dí que sí (Ryukyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora