𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟏𝟐: 𝕹𝖊𝖗𝖊𝖔 𝖞 𝕭𝖊𝖘𝖘𝖎𝖊

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Capítulo 12: Nereo y Bessie

—¡Estamos en las Sierras! —gritó Zoë

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—¡Estamos en las Sierras! —gritó Zoë. Ella y Percy miraban todo desde la otra estatua —. Yo he cazado por aquí. A esta velocidad llegaremos a San Francisco en unas horas.

—No sé qué hiciste —me dijo Thalía, con los ojos cerrados, por el miedo a su altura suponía, aunque ya no me cerraba —Pero ¿cómo hiciste para que le rezara a mi padre?

Levanté los hombros mientras miraba a Zoë tirar flechas a carteles, completamente aburrida.

—No sé, tú sola hiciste caso.

—Pero no quería —recalcó.

—Pero lo hiciste —insistí.

Me echó un vistazo rápido antes de volver a cerrar los ojos.

—La misión nos está dejando tensos a todos, pero igual ¿todo bien entre nosotras? —pregunté.

—Sí, todo bien —sonrió levemente.

Charlamos un poco más, yo intentaba distraer a Thalía en realidad. Hasta que las estatuas nos hablaron.

—¿Dónde quieren bajar, chicos? —preguntó una de ellas.

Había visto San Francisco en fotografía, incluso recordaba vagas imágenes de haber ido allí con mi padre por los estrenos de sus películas, pero no mucho más. Era una ciudad preciosa, Manhattan, pero mucho más pequeño y limpio, rodeada de colinas verdes. Había una enorme bahía, barcos, islas, botes de pesca y el puente Golden Gate destacaba entre todo ello. Ten

—Allí —propuso Zoë—. Junto al edificio Embarcadero.

No había necesidad de camuflarse, era muy temprano y casi no había gente. Eso sí: dejamos a un vagabundo como loco, que salió corriendo mientras gritaban que venían los marcianos.

Ambas estatuas salieron volando luego de despedirnos.

Noté que habíamos llegado a la costa oeste. Artemisa debía estar en algún lado de allí, incluso Alec. Lo que me dejaba con los pelos de punta porque necesitábamos encontrarlos y el día siguiente era el solsticio de invierno.

—¿Cómo vamos a averiguarlo? —preguntó Percy, mientras llegábamos a la conclusión de que teníamos que averiguar cuál era aquel monstruo.

—Nereo —dije mirándolo.

Él me miró.

—¿No es lo que nos dijo Apolo? 

Asintió.

—El viejo caballo del mar —recordó —. Por lo visto hay que encontrarlo y obligarlo a que nos diga lo que sabe. Pero, ¿cómo lo encuentro?

Zoë hizo una mueca.

𝕷𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖉𝖎𝖈𝖎𝖔́𝖓 𝖉𝖊𝖑 𝖙𝖎𝖙𝖆́𝖓 | 𝕻𝕵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora