𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟏; 𝕷𝖔𝖘 𝕯𝖎 𝕬𝖓𝖌𝖊𝖑𝖔 𝖞 𝖑𝖆𝖘 𝖈𝖆𝖟𝖆𝖉𝖔𝖗𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝕬𝖗𝖙𝖊𝖒𝖎𝖘𝖆

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Capítulo 1; Los Di Angelo y las cazadoras de Artemisa



A ver, si vamos a esas, estar a punto de ser asesinada por una manticora con la cara deforme no se encontraba específicamente en mis planes, pero tampoco se encontraba en ellos la posibilidad de dejar morir a los Di Angelo

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A ver, si vamos a esas, estar a punto de ser asesinada por una manticora con la cara deforme no se encontraba específicamente en mis planes, pero tampoco se encontraba en ellos la posibilidad de dejar morir a los Di Angelo.

—Iugh, sueltas baba —le comente mientras me colocaba en frente de ambos hermanos.

La chica, Bianca, abrazaba con fuerza a su paralizado hermano menor, Nico.

Y en cierto punto sí era cierto, la manticora soltaba una rara baba mientras tiraba sus espinas.

El monstruo soltó un chillido molesto y volvió a atacar, tiré de ambos hermanos detrás de un escritorio.

¡¿Dónde diablos estaban mis amigos?!

Sabía que no debía separarme.

Respire intentando ignorar el chillido de horror de Bianca.

—Bien, necesito que me escuchen con atención, los dos —murmuré, agache la cabeza justo a tiempo y me cubrí con la puerta de la oficina, o lo que fuera aquello. —Bianca, toma esto —saqué la daga que suelo usar en mi muslo por casos de emergencia, y ese era uno, estaba a punto de cometer una locura —Cuando abra esta puerta tú y Nico corran como si Hades los quisiera llevar, y yo me encargo del resto.

Buen plan, creo.

Asintieron, con algo de miedo y una rara expresión de extrañeza ante el nombramiento de Hades.

—Y mientras corren busquen cubrirse, que los dioses me matan si algo les pasan.

Cuando llegamos con Alec, Thalia, Percy y nos encontramos a Grover iba todo bien, hasta que se me ocurrió la brillante idea de andar recorriendo mientras usaba la niebla y terminé encontrando a la manticora acorralando a los hermanos.

¿Cómo sabía sus nombres?

Fácil, toda la información de ambos nos fue dada por Grover cuando llegamos.

Y ahora tenía que pensar en algo para que no encontrarán tres cuerpos en aquella oficina.

Salí de mi escondite.

Por Afrodita, estaba por hacer algo realmente estúpido.

—Hagamos un trato, cabeza de ñoqui —me levanté, Espino, nombre de mortal de la manticora levantó su cola sin lastimarme.

Zidian brillaba con intensidad, sentía el peligro de una forma de locura y convertida en espada parecía enviarme señales como diciendo "¡mata!" Y "¡muere!".

𝕷𝖆 𝖒𝖆𝖑𝖉𝖎𝖈𝖎𝖔́𝖓 𝖉𝖊𝖑 𝖙𝖎𝖙𝖆́𝖓 | 𝕻𝕵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora