𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟏𝟎: 𝕷𝖆 𝖈𝖍𝖆𝖙𝖆𝖗𝖗𝖊𝖗𝖎́𝖆 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖒𝖚𝖊𝖗𝖙𝖊

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Capítulo 10: La chatarrería de la muerte

Me dolía el trasero de tanto estar en el jabalí, cabalgamos hasta el atardecer

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Me dolía el trasero de tanto estar en el jabalí, cabalgamos hasta el atardecer. 

No sabía cuántos kilómetros habíamos recorrido, pero sí sabía que eran unos cuantos, porque las montañas se desvanecieron en el horizonte y cedieron paso a una interminable extensión de tierra llana y seca. Lo que no me gustó en absoluto. La hierba y los matorrales se iban haciendo más y más escasos y, finalmente, nos encontramos galopando a través del desierto.

Al caer la noche, el jabalí se detuvo abruptamente junto a un arroyo y se puso a beber agua con tranquilidad. Luego arrancó un cactus y empezó a masticarlo. Con púas y todo, lo que me sacó una mueca.

—No avanzará más —dijo Zoë bajándose mientras miraba a la bestia —. Creo que debemos avanzar por nosotros mismos.

Nadie le dijo lo contrario, empezamos a caminar, casi rengos, por el dolor.

Repentinamente, el jabalí, a nuestra espalda, chilló y salió corriendo en dirección al este.

—Prefiere las montañas —dijo Percy.

—No me extraña —respondió Thalía —. Mira.

Frente a nosotros había una antigua carretera de dos carriles cubierta de arena. Al otro lado había un grupo de construcciones demasiado pequeño para ser un pueblo, era una casa, con tablones de madera, un bar de tacos mexicanos con aspecto de llevar cerrado, al menos, antes de que naciera Zoe y una oficina de correos de estuco blanco con un cartel completamente tosido que apenas y se entendía la palabra "Arizona" en el.

Más allá, noté mientras abría la boca asombrada, había montañas enromes de coches viejos, electrodomésticos y chatarrería. Una gran chatarrería que no parecía que tenía fin, interminable en el horizonte.

—Wow —se asombró.

—Algo me dice que no vamos a encontrar servicio de alquiler aquí —dijo Thalía

—Con cuidado —terminé hablando, me miraron —¿Recuerdan la profecía? "Alguien se perderá en la tierra sin lluvia" o como sea, algo así, pero por algo se conoce como el desierto de Arizona.

Zoë asintió.

—Esto no me gusta —confirmó Aria —Hay algo que va mal.

Nadie la contradijo, a ninguno nos gustaban las sorpresas, de hecho, cuando uno es semidiós, la mitad de las sorpresas en la vida terminaban en la palabra "monstruo".

Al final decidimos acampar allí, y recorrer la chatarrería en la mañana, nadie estaba muy emocionado de meterse allí en plena oscuridad.

Zoë y Aria sacaron cinco sobres de dormir, y colchones de espuma de sus mochilas. No sabía como lo hacían, pero era genial.

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