⚕️Capítulo 1⚕️
|Los príncipes imperiales|Regina Amanti:
Escondidas entre los arbustos del jardín del palacio real, ahí me encontraba yo, haciendo caso a las barbaridades de mi única y más fiel amiga Deira. Entre quejas y súplicas, me convenció para colarnos en el baile más importante del pueblo. El emperador Taedino abrió sus puertas a los aristócratas y a los nobles más influyentes del país.
El vestido que llevaba fue un regalo de mi querida madre, el cual nunca me puse por el mero hecho de poder estrenarlo en algún lugar de buen ver. No podía presentarme con los trapos con los que trabajaba en las tierras y el hogar. No ansiaba darle el gusto a las acomodadas y adineradas familias de sangre azul a que se burlaran de mi procedencia. No por el hecho de ser pobre, todo era cuestión de que no nos pillaran en aquel acto de tan alto nivel.
Sabíamos perfectamente las consecuencias de nuestras acciones rebeldes. Llegar al descubierto sería el fin de nuestras cabezas. Ejecuciones, látigos y cadenas de hierro, darían la bienvenida a nuestro cálido y acogedor destino.
—Vamos, por aquí. —susurró mi amiga con desmadre.
Me agarró el brazo y tiró de mí.
—Nos van a ver, Deira—musité en un tono bajo, sin llamar la atención de los guardias reales, escoltados con armaduras y espadas de hierro. Observé sus atenuadas joyas plateadas, aun siendo simples civiles se mostraban de buena familia—. Te dije que era mala idea.
Como de costumbre, hizo que no me escuchaba y siguió guiándome a la fuerza por aquellos míseros arbustos adornados en puras flores blancas. Alcé las faldas y caminé con cuidado para evitar que las preciadas telas se mancharan de barro.
—¿No tienes curiosidad de lo que habrá allá dentro? Siempre nos han tratado como animales. La palabra ciudadanos, querida Regina, ni siquiera la usan para definirnos.
La miré unos cuantos segundos en silencio. Aquella era la cruda realidad, una maquillada frente al resto de monarquías europeas.
—La curiosidad mata, y yo prefiero estar viva. —me crucé de brazos mosqueada y rodé los ojos.
Mi amiga arrancó una de esas bellas y pálidas flores que acompañaban nuestro paso, y me la colocó en la parte superior de la oreja derecha.
Sonreí sin poder evitarlo.
La muy pécora sabía muy bien cómo convencerme.
—He oído que el príncipe Izaro Crudele ha vuelto de las embajadas americanas, después de acordar el pacto de paz entre Italia y los Estados Unidos—suspiró ilusionada, perdida en sus sueños—. Se oyen rumores de que su padre, el emperador Taedino e hijo de los borbones, se acuesta con una sirvienta de muy mal gusto.
Me encogí de hombros.
—No te ofendas amiga, pero la familia real me importa lo más mínimo—resoplé con desgana. —El único motivo por el que estoy aquí es porque me has llevado arrastras, aunque no voy a negar que tengo curiosidad de asistir, por lo menos, a un evento en mi vida. Mi pobre madre se esforzó mucho en recaudar el dinero con el que a duras penas logró compararme este vestido para encontrar un buen marido que nos saque de esta ruin vida.
—Regina, todo va a salir bien—se apoderó de mis dos mejillas con la brusquedad de sus manos. Su mirada marrón se adueñó de mi atención en un efímero instante de irrevocable amistad. —Si nos matan, al menos habremos muerto asistiendo en una fiesta en honor a la llegada de la realeza. Comparando estos lujos con las fiestas del pueblo, juraría que llevamos toda una vida sin saber lo que es la diversión.
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CRUDELE
RomanceLas clases sociales se verán expuestas ante un enfrentamiento al ver cómo una plebeya de mediana edad se casa con el viudo Taedino Crudele, emperador del sacro imperio italiano y padre de dos hermanos en línea sucesoria. Los príncipes imperiales son...