CAPÍTULO 3

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⚕️Capítulo 3|⚕️
|Embustera Tiranía|

Regina Amanti;

—No puede ser posible... —el disgusto de madre fue de película. Se sentó en la dura silla, con la presión baja. —¿A quien he criado yo? ¿a una rebelde insensata?

—Solo queríamos divertirnos. —defendí.

Deira aún no había sido capaz de reaccionar. Seguía en estado de confusión mientras cubría con las manos la infinita "O" que articulaba su boca.

—Mirándolo positivamente, al menos tendremos un trabajo y no oleremos a excremento de caballo.

—Esto es peor que la mierda, madre.

—¡Os lo habéis buscado vosotras solitas! —alzó la voz desde el sillón. —No me importa trabajar para la familia real, es más, es un honor para mí. Necesitamos un empleo para poder vivir. Lo que me duele es la decepción de tener una hija tan poco responsable.

—Creía que podía manejar la situación.

—Visto los acontecimientos, está claro que no.

—No pienso ir mañana, madre.

Tuve temor a decirlo en voz alta, pero era lo que realmente pensaba y no cabía en mi cabeza callarme.

—Yo tampoco. —habló al fin Deira.

Sus palabras fueron música para mis oídos.

—No sabéis lo que decís.

—Esas personas son horribles—negué sin creerme nada—. No ha visto lo que pasó ahí.

Madre era fiel a la monarquía y sus ideales, sin embargo padre era un alma libre en el mundo.

Ojalá estuviese aquí.

—¿Qué quieres decir?

—Ellos no son humanos, madre.

Mi tono fue vengativo. Miré hacia un lugar en concreto y acumulé toda la rabia que me consumía por dentro.

—Señora Amanti, le aseguro que lo que hemos presenciado esta noche ha sido de lo más cruel que hemos visto jamás. —añadió mi amiga, apoyándome.

Madre se llevó la mano a la boca.

—¿Tienen cuernos y patas de cabra?

Y lo decía tan enserio, que intente controlarme para no gritar de risa.

—Muchísimo peor, doña Amanti. —comentó Deira ahogando inevitables carcajadas.

Era como cuando de pequeñas nos echaban la bronca y no podíamos evitar reírnos, justo en el momento menos oportuno.

—Ya va siendo hora de descansar, mañana a primera hora lo debatiremos con más calma. —madre señaló la cama, indicando que era el momento de acostarnos y desconectar.

El lecho donde conciliaba sueños y pesadillas era una triste estructura de madera cubierta de paja y matas de pelo de animal. Era lo único a lo que podíamos aspirar.

CRUDELEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora