CAPÍTULO 2

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⚕️Capítulo 2⚕️
|El servicio real|

Regina Amanti:

—Disculpad, no tengo tiempo para...

Él me observó con extrañeza.

—No le he pedido explicaciones, signorina—sonrió con sorna.

Agaché la cabeza con sigilo y algo de timidez, una que se intensificó en un veraneo de rubor. La verdadera vergüenza sería observarle sin su claro y diferenciado consentimiento.

Y qué bochorno el mío haberme topado con el príncipe de tales formas.

—No la he visto nunca por dichas cortes. —arqueó una ceja. —¿De dónde proviene su familia?

Las ganas de vomitar aumentaron en cuestión de segundos.

—No es de importancia. —añadí, intentando ahogar los nervios en intento fallido.

Palpé su atrayente aroma a caramelo.

—Todos los presentes deben de ser importantes en algún lugar—explicó, con una mano apoyada en el inferior de la espalda—. Sino, serían simples plebeyos.

No dije nada.

—Espere, ¿es usted miembro de la aristocracia?

Noté soberbia y un juguetón recreo asentarse en su persona. Aquellas sensaciones se clavaron como dardos aproximándose a la destrucción.

Su intimidante mirada no me permitió reaccionar con claridad.

—Debo irme. —alcé la tela de los laterales del vestido junto una reverencia de lo más torpe. —Con su permiso, príncipe.

Se aclaró la garganta, negándome la petición.

—No se lo concedo—dictó con autoridad, como de costumbre en su asquerosa familia—. Me temo que no será posible. Debo conocer sus nombres y apellidos para poder dirigirme a usted.

—Regina Amanti. —tartamudeé.

—¿Por qué será que no me suena en lo absoluto?

Empecé a sudar. Con rapidez, pensé en alguna excusa para no delatarme.

—No soy italiana.

¡Maldita sea!

Sus ojos se oscurecieron aún más y la sorpresa inundó su rostro. Amplió esa sonrisa en sus labios, burlándose de mis palabras.

—Su enriquecido acento no me dice lo mismo. —suspiró con fuerza. —Señorita Amanti, si me dice la verdad ahora mismo, podremos encontrar solución. Por lo contrario...

—¿Va a cortarme la cabeza?

La pregunta pareció divertirlo.

—Con eso acaba de confirmarme que no pertenece a la aristocracia.

—¿Me está amenazando?

¿Que cojones acabo de contestarle al mismísimo príncipe y futuro heredero del trono de Italia?

Él rio.

—Y usted, ¿me está cuestionando?—enarcó una ceja, confuso. Al negar un tanto incrédula, él devolvió el afecto que perdí hace rato—. Haré como que no la he escuchado.

Tuvo piedad.

—Discúlpeme, yo...

Intenté explicarme con la mirada enfocada al suelo.

—Siga hablando, señorita Amanti. —hizo un gesto alzando el brazo para invitarme a proseguir.

Juguetón, sí. Pero también educado.

CRUDELEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora